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Castro apaga el siglo XX

El líder cubano sobrevivió a pronósticos y a diez presidentes americanos. Veremos si también a la historia, la única que le podría juzgar y absolver

Foto: Una imagen de Castro en un edificio de La Habana. (Reuters)
Una imagen de Castro en un edificio de La Habana. (Reuters)

A partir de las 10:29 del 25 de noviembre de 2016, fecha oficial del deceso, se agolpan más interrogantes que certidumbres. Aunque la desaparición de Castro será probablemente más simbólica que política, ¿cómo afectará a la legitimidad de Raúl Castro la ausencia de Fidel?, ¿qué equilibrios se van a modificar dentro del aparato que dirige Cuba?

Y más allá del horizonte que los cubanos observan desde el malecón de La Habana, ¿cómo reaccionarán Trump y su administración a la desaparición de Fidel? A la espera del nombramiento del nuevo secretario de Estado norteamericano, es probable una mayor (si cabe) tentación de revertir el aperturismo y la distensión propiciados por Obama.

Se apaga uno de los últimos ecos del siglo XX. Líder indiscutible. Dictador para la mayoría. Referente para muchos. Hoy y en los próximos días, luto y festejoestán separados tan solo por las escasas millas náuticas que separan Miami de La Habana.

Fidel Castro, toda una vida como icono de la Revolución.

El líder cubano sobrevivió a pronósticos y a diez presidentes americanos. Veremos si también a la historia, que según palabras del propio Castro, era la única que le podría juzgar y absolver.

Con la muerte de Fidel Castro, se apaga uno de los últimos ecos del siglo XX. El icónico líder deja tras de sí unaintensa trayectoria y un legadoque despierta controversia y división, generando admiración, rechazo y posiciones encontradas a lo largo del espectro político, social y generacional. Para unos representa el referente del socialismo y el antiimperialismo que puso fin a la influencia de Washington en la isla caribeña. Para otros, ha sido un mero dictador responsable de la pobreza de su pueblo, el exilio de más de un millón de cubanos y la persistente violación de los derechos humanos durante décadas.

Foto: Retrato de Fidel Castro en el muro de una carpintería de La Habana, en abril de 2016 (Reuters) Opinión
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Cuba se convirtió involuntariamente en el centro del tablero geopolítico durante los años sesenta del siglo pasado. Contra todo pronóstico, la guerrilla de Castro condujo a la implosión al régimen de Batista en 1959, que gozaba del beneplácito de EEUU y algunas multinacionales azucareras y petroleras. Su llegada al poder trajo reforma agraria, nacionalizaciones y la nominación de un joven Che Guevara como gobernador del banco central. Su abrazo al marxismo-leninismo encendió las alarmas en Washington en un momento álgido de una Guerra Fría entre EEUU y la Unión Soviética.

A principios de los años sesenta, la fallida operación de Bahía de Cochinos, instigada por la CIA, y la crisis de los misiles (que situó al mundo al borde de la confrontación nuclear), apuntalaron al régimen de Castro y su figura, en especial tras la ruptura diplomática con EEUU y el bloqueo impuesto por el presidente Kennedy. Este embargo sería, décadas después y durante la presidencia de Clinton, reforzado con la aprobación en 1996 por el Congreso norteamericano de la Ley Helms-Burton, en la primera ocasión desde los años cincuenta en la que los republicanos ostentaban mayorías simultáneas en Congreso y Senado.

Foto: Fidel Castro aplaude antes de un discurso de Manuel Fraga en La Habana, el 1 de noviembre de 1998 (Reuters)
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A pesar de la dependencia económica y tecnológica de los soviéticos, Castro mantuvo con Moscú una relación ambigua y no exenta de desencuentros. Sus llamadas a la revolución mundial y su apoyo a movimientos nacionales o de extrema izquierda a escala global (Vietnam, Argelia, Congo, Angola, Bolivia, Perú) generaron frecuentes encontronazos y tensiones, en especial con Leónidas Brezhnev. Las ambiciones y agendas de ambos líderes eran poco coincidentes en lo geopolítico e incluso en loideológico. Moscú observó con creciente preocupación la pretensión de Castro de avanzar hacia el comunismo sin observar etapas intermedias de tinte socialista. A ello se añadió la negativa de Castro a firmar el Tratado de No Proliferación y la denuncia de que soviéticos y norteamericanos aspiraban a la dominación de las naciones del Tercer Mundo.

El colapso de la Unión Soviética en 1991 acentuó progresivamente el aislamiento de Cuba en la escena internacional y diluyó su influencia como ejemplo o como rival. Más recientemente, las crecientes dificultades económicas y necesidades sociales han conducido a importantes reformas socioeconómicas para evitar el colapso de un régimen que ha entrado en el siglo XXI como un vestigio de las luchas ideológicas que definieron al XX, en especial tras la retirada de Castro de la vida pública en 2006. Ello no ha evitado, sin embargo, que Cuba siga teniendo en la actualidad uno de los mejores sistemas educativos y sanitarios del mundo.

Jordi Molina es profesor de Geopolítica asociado a ESADE Law School y EADA Business School

A partir de las 10:29 del 25 de noviembre de 2016, fecha oficial del deceso, se agolpan más interrogantes que certidumbres. Aunque la desaparición de Castro será probablemente más simbólica que política, ¿cómo afectará a la legitimidad de Raúl Castro la ausencia de Fidel?, ¿qué equilibrios se van a modificar dentro del aparato que dirige Cuba?

Muerte de Fidel Castro Fidel Castro Barack Obama