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Rusia clausura Zapad 2017: lecciones de unas maniobras militares rodeadas de polémica
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Rusia clausura Zapad 2017: lecciones de unas maniobras militares rodeadas de polémica

Putin acabará haciendo el uso que crea conveniente de los efectivos movilizados a la zona. Si decide mantenerlos, Occidente no sabrá cuál es su objetivo hasta el día en que decida llevarlo a cabo

Foto: Tanques y vehículos armados toman parte en los ejercicios Zapad 2017 cerca de Borisov, Bielorrusia, el 20 de septiembre de 2017. (Reuters)
Tanques y vehículos armados toman parte en los ejercicios Zapad 2017 cerca de Borisov, Bielorrusia, el 20 de septiembre de 2017. (Reuters)

Rusia ha dado por concluidos sus ejercicios militares Zapad con mucha menos polémica de la que los precedió. Parte de esa controversia tenía que ver con la habitual falta de transparencia rusa a la hora de realizar prácticas militares. La novedad de este ejercicio cuatrienal ha sido la participación de Bielorrusia, país aliado de Moscú, lo cual permitió a Rusia operar más cerca de la frontera de los bálticos, países integrados en la OTAN. El tiempo dirá cuál será el destino de todo el material movilizado, porque el hecho de que no se hayan reportado agresiones a territorios de los estados miembros de la Alianza Atlántica no significa que la OTAN considere que la zona seguirá igual que antes de los ejercicios. Finalizado las maniobras, conviene analizar en qué situación han quedado las partes, descartando las visiones más extremistas.

Una de las cuestiones que más recelo despertó en los ámbitos occidentales fue conocer el número de efectivos desplegados por Rusia y su puntual socio. Desde su ministerio de Defensa aseguraron que serían 12.700, cifra que incluía a rusos y bielorrusos (5.500 y 7.200, respectivamente). De ser ciertas, estarían por debajo de los 13.000 que, según el documento de Viena, marca la delimitación para que los "Estados participantes invitarán a observadores de todos los demás Estados participantes a las siguientes actividades militares notificables". Este documento, impulsado por la OSCE, se encarga de que haya transparencia en las actividades militares. Sucede que no dejan de ser recomendaciones y no cuenta con mecanismos de sanción, aunque haya sido consensuado por los estados miembros.

En cualquier caso, fuentes de los servicios de inteligencia militar de los tres estados bálticos, como del resto de los miembros de la Alianza Atlántica, dudan de que estas cifras sean verosímiles y estiman entre 100.000, en los casos más alarmistas, y 18.000, en los más benévolos, el número de soldados desplegados. Una de los factores que lleva a esta conclusión han sido los más de 4.000 trenes que han ido suministrando material durante las semanas previas, de los que se desconoce el material exacto que transportaban.

placeholder Un helicóptero bielorruso Mi-8 transporta a un grupo de soldados cerca de Ruzhany, a unos 235 km de Minsk, el 17 de septiembre de 2017. (Reuters)
Un helicóptero bielorruso Mi-8 transporta a un grupo de soldados cerca de Ruzhany, a unos 235 km de Minsk, el 17 de septiembre de 2017. (Reuters)

Zapad en cifras

Los ejercicios buscaban reproducir un ataque terrorista en el que los asaltantes penetraran desde Kaliningrado y Bielorrusia provenientes de países ficticios, algunos de los cuales guardan un razonable parecido con Lituania y Polonia, y se dividieron en dos fases. La primera trascurrió entre los días 14 y 16 y buscaba aislar a estos grupos subversivos pretendiendo reforzar el entrenamiento de las unidades de la Fuerza Aérea y de Defensa Antiaérea. La segunda, desarrollada entre los días 17 y 20, se empleó en conocer el grado de coordinación entre las diferentes unidades en cuanto a reaccionar ante una agresión similar.

Se acabará imponiendo un diálogo, por tímido y frío que sea, porque las dos partes saben que un conflicto está fuera del marco de actuación

Por la información facilitada a través de agencias públicas, conocemos que en el conjunto del entrenamiento han participado 70 aviones y helicópteros, con hasta 680 elementos de equipo militar sobre el terreno, a lo hay que sumar 250 carros de combate, 200 piezas de artillería, múltiples lanzacohetes y morteros y diez buques. Rusia también probó un misil Iskander-M, el cual impactó en Makat, Kazajistán, cubriendo su mayor distancia posible, 480 kilómetros.

Todo discurrió según lo establecido hasta que el penúltimo día de las prácticas se publicó un vídeo que mostraba cómo un helicóptero KA-52 accidentalmente disparó un misil hacia una zona en la que se encontraban unos periodistas. Los daños se redujeron a dos periodistas heridos y un coche que quedó absolutamente destrozado. Momentos después de que el video comenzase a circular por las redes sociales, el ministerio de Defensa negó que hubiera heridos, en un gesto de evidente torpeza porque las imágenes estaban siendo rebotadas desde distintas cuentas y la noticia estaba siendo publicada en todos los medios de comunicación con testimonios de testigos.

Antes de este incidente tuvo lugar el día reservado para que los observadores internacionales pudieran asistir a las prácticas, visita que no incluyó entrevistas con las tropas o libertad de movimientos, como sí hubiese sucedido de sobrepasar el límite que establece el documento de Viena. Un total de 95 analistas de cincuenta países aprovecharon la invitación para atender a las novedades del ejército ruso. Entre éstos se encontraban tres representantes de la OTAN, como indicó su Secretario General, Jens Stoltenberg. Putin también asistió ese día, recibiendo 'in situ' explicaciones de Serguéi Shoigú, ministro de Defensa, y de General Valery Gerasimov, jefe del Estado Mayor.

placeholder El presidente bielorruso Alexander Lukashenko a su llegada a Borisov para asistir a los ejercicios Zapad 2017, el 20 de septiembre de 2017. (Reuters)
El presidente bielorruso Alexander Lukashenko a su llegada a Borisov para asistir a los ejercicios Zapad 2017, el 20 de septiembre de 2017. (Reuters)

La clave bielorrusa

Si bien se ha puesto el foco tanto en el poderío militar ruso y sus verdaderas intenciones como en la respuesta de la OTAN y la seguridad de los miembros que comparten frontera con las prácticas, no conviene ignorar el papel de Bielorrusia. Su presidente Aleksandr Lukashenko, quien llegó al poder en 1994, ha entendido que no puede confiar todo su desarrollo a Moscú y lleva un tiempo practicando una política de acercamiento a Occidente, con contactos con instituciones económicas y militares.

Con varios conflictos congelados y una economía que no pasa por su mejor momento, la incógnita se mantiene en dónde pone Putin el limite expansionista

Resulta evidente que su lealtad hacia Rusia no va a sufrir alteraciones, pero eso no le impide querer conocer qué ofrecen al otro lado. Estos gestos incluyen facilitar directamente informes a la OTAN o mostrar un claro interés porque acudan observadores internacionales. Desde Minsk se buscan alianzas no muy exigentes con las necesarias reformas que tiene que afrontar el país. Aun así, y por mucho que rechacen pertenecer a lo que se conoce como Russkiy Mir, lo entendido como mundo ruso en el sentido más amplio del concepto, parece que Putin acabará haciendo el uso que crea conveniente de los efectivos movilizados a la zona. Si decide mantenerlos, Occidente no sabrá cuál es su objetivo hasta el día en que decida llevarlo a cabo.

Durante la segunda fase de los ejercicios se han escuchado sentencias muy graves. De entra ellas destaca la del general Petr Pavel, jefe del Comité Militar de la OTAN, quien aseguró que “Rusia se está preparando para una gran guerra”. En la misma entrevista, el general anuncia que desde la Alianza Atlántica se está trabajando para restablecer conversaciones con Rusia para evitar “consecuencias no deseadas”. Este segundo mensaje es el que va a prevalecer: Se acabará imponiendo un diálogo, por tímido y frío que sea, porque las dos partes saben a la perfección que un conflicto está fuera del marco de actuación.

Los países bálticos, expertos en recibir agresiones desde Rusia, han conseguido que la OTAN despliegue una misión defensiva y de disuasión, la cual ni tiene fecha limite ni parece que se vaya a desmantelar en los próximos años. Rusia ha conseguido recuperar Crimea sin tener que abrir un conflicto, y tampoco está previsto que tenga dificultades para mantener la península. Dentro de este paisaje, la incógnita se mantiene en dónde pone Putin el limite expansionista. Con varios conflictos congelados y una economía que no pasa por su mejor momento, habrá que ver cuál es la dirección de su próximo movimiento. Y parece improbable que sea hacia un país de la OTAN.

*Ricardo Lenoir-Grand Pons es analista de política, seguridad y defensa especializado en el espacio post-soviético y editor del blog Claves Geopolíticas.

Rusia ha dado por concluidos sus ejercicios militares Zapad con mucha menos polémica de la que los precedió. Parte de esa controversia tenía que ver con la habitual falta de transparencia rusa a la hora de realizar prácticas militares. La novedad de este ejercicio cuatrienal ha sido la participación de Bielorrusia, país aliado de Moscú, lo cual permitió a Rusia operar más cerca de la frontera de los bálticos, países integrados en la OTAN. El tiempo dirá cuál será el destino de todo el material movilizado, porque el hecho de que no se hayan reportado agresiones a territorios de los estados miembros de la Alianza Atlántica no significa que la OTAN considere que la zona seguirá igual que antes de los ejercicios. Finalizado las maniobras, conviene analizar en qué situación han quedado las partes, descartando las visiones más extremistas.

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