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Israel y Palestina: la “Gran Omisión”
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Israel y Palestina: la “Gran Omisión”

La "Gran Omisión", con mayúsculas, a la hora de analizar este conflicto, es no formularse la siguiente pregunta: ¿por qué hay una ocupación y por qué dicha ocupación dura tanto?

Foto: Un palestino arroja piedras contra soldados israelíes durante una protesta en el asentamiento de Beit El, en Cisjordania. (Reuters)
Un palestino arroja piedras contra soldados israelíes durante una protesta en el asentamiento de Beit El, en Cisjordania. (Reuters)

En un contexto de crisis económica, ¿en qué querría usted que su gobierno invirtiera 350 millones de dólares?

Tan sólo en el año 2017, la Autoridad Palestina gastó esa cantidad en salarios a presos palestinos en cárceles israelíes, condenados por terrorismo. Pero probablemente usted no esté al tanto de esto, porque es un tipo de información que apenas encuentra su hueco, ya que no encaja en el marco según el cual la ocupación israelí es génesis y causa única del conflicto.

Esta visión habitual presenta una lectura reconfortante de buenos y malos, a la vez que ofrece respuestas 'prêt-à-penser' que en realidad sirven para evitar preguntas incómodas: “Que los israelíes terminen con la ocupación, que le den a los palestinos su país -se postula- y el conflicto habrá terminado”.

No obstante, resulta que antes de que existiera la ocupación ya existía un conflicto entre árabes e israelíes. Es más, antes incluso de que Israel declarara su independencia hubo pogromos y masacres de judíos en la región. De modo que plantear como causa de un conflicto lo que es una consecuencia del mismo, es una primera y trascendental grieta en cualquier análisis o acercamiento.

Obviamente, esto no significa que la ocupación deba pasarse por alto. Sin embargo, por una cuestión de honestidad y rigor intelectual, es esencial ubicarla en su contexto histórico y legal, y no sobredimensionar una de las facetas del conflicto a base de ocultamientos dignos de malabaristas.

Así, la idea generalizada que hay del conflicto entre palestinos e israelíes obvia cualquier información que pueda ir en detrimento de una “narrativa” palestina. Como consecuencia, la amplia mayoría desconoce la corrupción y el desvío de las ayudas internacionales con el objetivo de mantener la confrontación; se pasa por alto la educación en el odio y la incitación a la violencia por parte de los líderes de Fatah y Hamás; y, en este sentido, por ejemplo, sistemáticamente se hacen oídos sordos a manifestaciones del propio presidente Abás como las que bendicen los asesinatos de israelíes, con el fin de no manchar su etiqueta de pretendida “moderación”.

De esta manera, la mirada se centra en la ocupación. Y lo hace a través de aproximaciones emocionales, fundadas mayormente en creencias personales, y desprovistas de la razón objetiva.

Así, se insiste en tildar de frontera la línea de armisticio de 1948, otorgándole una legalidad, una significación política y permanencia que no se aplica en este caso, ya que, explícitamente se decidió, a instancias de Jordania, que no fuera precisamente una frontera. De la misma manera, los territorios que tanto israelíes como palestinos reivindican, se declaran como “territorios palestinos”, apoyando a una de las partes en conflicto, y obviando lo que todos los acuerdos firmados hasta el momento y todas la resoluciones vinculantes de la ONU han acordado: que las partes deberán decidir en negociaciones las fronteras definitivas.

placeholder Palestinas pasan ante una pintada contra Donald Trump en Belén, Cisjordania. (Reuters)
Palestinas pasan ante una pintada contra Donald Trump en Belén, Cisjordania. (Reuters)

Pero probablemente, la mayor omisión, la Gran Omisión, con mayúsculas, a la hora de analizar este conflicto, es aquella que obligaría a cualquiera que busque aproximarse a los hechos, a salirse del guion de la ocupación, para plantearse preguntas que busquen realmente desvelar y explicar la realidad. ¿Por qué hay ocupación y por qué esta dura tanto? Si el único fin que persiguen los líderes palestinos es ver por fin creado su propio Estado, ¿por qué, entonces, lo rechazaron en tres ocasiones?

En 1948, los estados árabes rechazaron el Estado que ahora reclaman, y lanzaron una guerra contra el flamante Estado de Israel ( una “guerra de exterminio y una masacre trascendental, en palabras de Azzam Pasha, entonces Secretario General de la Liga Árabe).

Hace unos 50 años, tras una agresión de los países árabes, Israel se apoderó de Gaza, Cisjordania y el Golán, lo que se ha intentado convertir en acontecimiento clave del conflicto. Pero, Gran Omisión, no se recuerda que inmediatamente tras la ocupación de dichos territorios, Israel ofreció devolverlos a cambio de paz. La respuesta fueron los tres no de Jartum: no a la paz, no al reconocimiento y no a las negociaciones con Israel.

Años más tarde, en el verano de 2000, el presidente de Estados Unidos, Bill Clinton, acogió intensas conversaciones de paz en Camp David, entre el líder palestino, Yasser Arafat, y el líder israelí, Ehud Barak, que culminaron en un plan integral conocido como los Parámetros de Clinton. A pesar de las enormes concesiones que el plan requería de Israel, el primer ministro Barak aceptó la propuesta del presidente Clinton, en tanto que Arafat se negó, regresó a casa y lanzó una nueva campaña terrorista contra los civiles israelíes (Segunda Intifada).

Foto: Israelíes durante el evento "Dos estados, una esperanza", que protesta contra la ocupación, en Tel Aviv. (Reuters)
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Incluso en medio de esta ola de violencia, Ehud Barak continuó negociando hasta el final de su mandato, culminado con una propuesta israelí en Taba, que incluso ampliaba aquella delineada por Clinton. Barak le ofreció a los palestinos la totalidad de Gaza, la mayor parte de Cisjordania, ningún control israelí sobre la frontera con Jordania o adyacente al Valle del Jordán, un anexión israelí menor alrededor de tres bloques de ‘asentamientos' balanceada por un área equivalente de territorio israelí que sería cedido a los palestinos. Pero, nada.

En 2008, tras prolongadas conversaciones, el entonces primer ministro israelí, Ehud Olmert, se reunió con el presidente palestino Mahmoud Abás, y le presentó un plan de paz global. Según el plan de Olmert, Israel habría anexionado los ‘asentamientos' israelíes más importantes y, a cambio, habría entregado territorio israelí equivalente a los palestinos, y habría dividido Jerusalén. Oferta mucho más generosa que la de Barak.

Abás se negó a decir que sí. Tampoco presentó una contra oferta.

La hiperrepresentación del conflicto palestino-israelí en el día a día occidental ha creado, casi impuesto, una golosa demanda, lo que quizás haga que no resulte tan sorprendente que la mayoría se contente con una oferta que sistemáticamente viene con este defecto de fábrica.

La ocupación es un problema. Pero no es el único. Y mucho menos, el problema nuclear. La paz llegará cuando israelíes y palestinos se sienten frente a frente, dispuestos a hacer sacrificios políticos, a comprometerse con el futuro y el bienestar de sus respectivas poblaciones. Centrarse tan sólo en la ocupación, condonando la responsabilidad de los líderes palestinos en la prolongación de dicha situación, acaso contribuya más al conflicto que a dar cuenta del mismo.

*Masha Grabiel es directora de Revista de Medio Oriente.

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