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Europa necesita una segunda temporada

Queremos cambiar la historia que contamos sobre Europa. Queremos que salga de los pasillos de Bruselas, que abandone su jerga elitista y sus acrónimos complicado

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Otro 9 de mayo más. Día de Europa en el que se conmemora la declaración Schuman de 1950. Una fecha en la que los europeos, después de muchos siglos de conflictos, deciden dejar las armas. Los libros de Historia la recordarán siempre con la creación de la Comunidad Europea del Carbón y el Acero, concebida para impedir que Francia y Alemania siguiesen en guerra el uno con el otro y comenzaran a trabajar juntos. Pero, ¿qué os vamos a contar a vosotros? Esta historia ya la conocéis.

Aquel 9 de mayo de 1950, Europa tenía mucho de lo que enorgullecerse. Por entonces se apoyaba en sueños gloriosos, en grandes relatos y en personajes ilustres. Acababa de salir de una guerra atroz pero lo hacía fuerte, cargada de ideales y buenas intenciones. A sus espaldas llevaba una historia marcada por el esplendor de un Viejo Continente en el que las instituciones no existían todavía. Europa era como una novela. En su libro de 1961, 'History of the idea of Europe', el político italiano Federico Chabod examinaba la noción de 'conciencia europea', una mezcla entre cánones grecorromanos e ideas francesas, italianas, alemanas, británicas... Burke, Guizot, Maquiavelo, Montesquieu, Rousseau, Voltaire... Ya sabes el resto.

Claro que ahora las cosas han cambiado. Europa ya no tiene mucho de histórica. Medio siglo después de los cimientos de Schuman, Monnet o Chabod, no es más que un concepto intangible que se ha vuelto extremadamente difícil de comprender. Mientras se celebran eventos europeos de gran envergadura, basta con encender la tele, el ordenador o el móvil para darse cuenta de que mucha gente la odia, por lo que se ha alejado de ella. Y nosotros, jóvenes soñadores, hemos aparecido justo al final de un libro que algunos quieren cerrar de golpe. En algún punto entre el 2000 y el año en el que vivimos, Europa ha dejado de escribir su propia historia. No habíamos empezado apenas nuestros estudios y ya nos estaban contando que vivíamos en una desilusión. Hemos crecido en un mundo que parece derrumbarse, rodeados de palabras que provocan ansiedad y angustia, como crisis y austeridad, y de acrónimos como BCE o FMI. Quisimos empezar un nuevo capítulo, pero lo que heredamos fue una deuda que vamos a tener que pagar durante mucho tiempo. Tenemos 20 años y ya estamos jodidos. Algo que el día a día nos recuerda sin parar al definir nuestra generación como "perdida", "consentida" o "sacrificada". Un conjunto demográfico que, además, está asociado a las últimas letras del abecedario: 'XYZ'. Difícil imaginar qué viene después cuando parece que hemos abierto el libro justo al final.

Espabilemos. Si no, quedaremos atrapados en un círculo maniqueo y dicotómico sin alternativas. Una historia sin fin en la que no hay punto medio

Pero entonces, ¿qué es lo que ha pasado? Nada y todo. Nada, porque Europa está escrita en espacios incorpóreos donde ya no se habla de ella sino que se defiende con armas que parecen rifles de corcho. Y todo porque en el vacío narrativo han brotado otras formas de contar las cosas: apasionadas pero también crudas y extremas. Olvidamos que Europa es mucho más que la UE, una torre de marfil cargada de fantasmas y palabras vacías. ¿De veras que un discurso elocuente ante el Parlamento Europeo puede cambiarlo todo? Espabilemos. De lo contrario, quedaremos atrapados en un círculo maniqueo y dicotómico sin muchas alternativas. Una historia sin fin en la que parece que no hay punto medio. Estás con ella o contra ella.

A estas alturas de la lectura, seguro que ya lo habréis comprendido. Queremos cambiar la historia que contamos sobre Europa. Queremos que salga de los pasillos de Bruselas, que abandone su jerga elitista y sus acrónimos complicados. Queremos que le hable a todo el mundo, que la veamos por todos lados, que deje de ser un concepto abstracto para convertirse en una realidad concreta. ¿Cómo? Muy fácil. Acercándose a los ciudadanos. Estamos en 2018 y, pese a lo que pueda parecer, aún quedan grandes historias por vivir y escribir. En CaféBabel se nos vienen ideas concretas a la cabeza. Esos nómadas digitales que desde lugares como Lisboa dominan el mundo. La odisea de un joven combatiente kurdo refugiado en Escandinavia. La de la italiana treintañera sin la que Macron no habría llegado a la presidencia de la República. O, por ejemplo, el relato de la joven eslovaca que gracias a sus investigaciones y revelaciones de secretos ha sido capaz de poner al Gobierno patas arriba.

Para que una historia tenga sentido ha de contar con muchas voces. Nuestros intelectuales europeos del futuro deberían poder hablar y leer en varias lenguas. Pero eso, todavía hoy, no está al alcance de todos. Estamos dispuestos a construir un lugar en el que los jóvenes puedan encontrar su sitio. Una nueva experiencia, creativa y positiva que impacte tanto en la esfera política como en la mediática. Un movimiento que tome lo mejor del espíritu de nuestra generación y que anime al conjunto de jóvenes europeos de todos los rincones, desde las estepas rusas a los acantilados del Algarve, a compartir sus vivencias, sus expectativas, sus miedos y sus ilusiones. Que nadie nos diga que la historia de Europa acaba aquí. Porque no ha hecho más que empezar.

*Tribuna escrita por el equipo de CaféBabel, la primera revista multilingüe y participativa de Europa, creada en 2001 por y para los jóvenes. Traducción del francés por Ana Valiente

Otro 9 de mayo más. Día de Europa en el que se conmemora la declaración Schuman de 1950. Una fecha en la que los europeos, después de muchos siglos de conflictos, deciden dejar las armas. Los libros de Historia la recordarán siempre con la creación de la Comunidad Europea del Carbón y el Acero, concebida para impedir que Francia y Alemania siguiesen en guerra el uno con el otro y comenzaran a trabajar juntos. Pero, ¿qué os vamos a contar a vosotros? Esta historia ya la conocéis.

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