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Treinta años después de Tiananmen, China avanza hacia el totalitarismo tecnológico
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Treinta años después de Tiananmen, China avanza hacia el totalitarismo tecnológico

Las víctimas de la masacre recuerdan que todavía no se les ha hecho justicia y subrayan que el “milagro chino” se sustenta sobre la barbarie

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Para el Gigante Oriental, 2019 oscila entre lo emblemático y lo problemático. Además de celebrarse setenta años de la proclamación de la República Popular China, cuatro décadas de su reconocimiento diplomático por parte de Estados Unidos y otras tantas del inicio de las reformas económicas, se acaba de conmemorar el centenario del movimiento del 4 de Mayo que en 1919 convirtió Tiananmen en un símbolo popular.

La efeméride casi se ha solapado con el 30º aniversario del activismo prodemocracia que el 4 de junio de 1989 eclosionó asimismo en Tiananmen, y que fue reprimido con extrema violencia por parte de las autoridades del Estado. Estos movimientos sociales resultan particularmente significativos no solo por lo que significaron para la posterior deriva del país, sino porque después de tantos años el partido comunista chino ni siquiera permite un debate abierto sobre el tema.

Foto: Cámaras de vigilancia en la plaza de Tiananmen en Pekín. (EFE)

Sin embargo, ni la propaganda oficial ni el paso del tiempo han logrado que el exsoldado Li Xiaoming olvide el estruendo de las detonaciones. “Millares o centenares de vidas humanas… ¿qué importa la guerra de números? Aunque sólo hubiese existido una víctima, merecería nuestro dolor” –nos dice, sorbiéndose las lágrimas. “Soy el único miembro del Ejército Chino de Liberación Nacional que se ha atrevido a contar lo que sucedió el 4 de junio de 1989”. Li llegó a la plaza de Tiananmen pocas horas después de que se produjera la masacre, pero recuerda con espanto los charcos de sangre y las ropas carbonizadas por la munición. “La gente nos gritaba: ¡Verdugos fascistas!”.

Este antiguo militar ha participado en el congreso conmemorativo que se ha celebrado en Taipéi a finales de mayo. Junto a él han sido convocadas figuras históricas del movimiento chino prodemocracia como Wang Dan, Shao Jiang, Wu Renhua o Fang Zheng, este último en la silla de ruedas que le acompaña desde que fue arrollado por un carro de combate. Entre los pesos pesados se han contado además Albert Ho, exdiputado y Presidente de la Hong Kong Alliance, acompañado por el joven activista hongkonés Alex Chow, del movimiento de los paraguas, y el catedrático Joseph Cheng, de la New School of Democracy.

El Prof. Larry Diamond, de Standford, y uno de los editores de los Tiananmen Papers, Perry Link, de Princeton, encabezaron la representación norteamericana. También nuestro país demostró que hay conciencia de lo que implica el ascenso chino gracias a la participación de Fernando Romeo, coordinador de la plataforma cívica Stop Instituto Confucio.

Aunque en el ambiente fluía esa energía positiva que transmiten los héroes cualesquiera sean sus circunstancias, el balance general fue muy duro. “Debemos recordar, porque tenemos un compromiso moral con las víctimas y porque el olvido refuerza a un régimen abusivo que sigue mintiendo a su pueblo y al mundo sobre lo que sucedió hace treinta años”, dijo Link.

Porque “el ‘milagro chino’ no es tal: está basado en una injusticia social, en una brutal explotación de la clase trabajadora y del medioambiente

Tiananmen detuvo el curso del tiempo, impidiendo que las reformas económicas de los años 80 fueran acompañadas de las transformaciones políticas y sociales que deberían haber propiciado una gestión compartida de los recursos y una distribución equitativa de sus rendimientos. De hecho, los eslóganes de las protestas no pedían el fin del régimen, sino el fin de la corrupción. Porque “el ‘milagro chino’ no es tal: está basado en una extrema injusticia social, en una brutal explotación de la clase trabajadora y del medioambiente. La propaganda del gobierno ha logrado persuadir de que es válido ‘sacrificar’ la vida de algunas personas para promover el desarrollo económico y la ‘estabilidad’ social”, ha explicado Jian Hao, superviviente deTiananmen y catedrático de la Academia del Cine de Pekín.

Foto: El presidente del Gobierno Pedro Sánchez, y el presidente chino Xi Jinping, durante su reunión en el Palacio de la Moncloa. (EFE) Opinión

Teng Biao, prologuista del libro La República Popular de los Desaparecidos, también fue contundente. Al haber sufrido en sus carnes la represión, el secuestro, la desaparición forzada y la tortura, sus palabras resonaron con particular intensidad: “Pasado Tiananmen, China está sufriendo el síndrome post-tanque. La rabia y el miedo se han transformado en silencio, el silencio en indiferencia, y la indiferencia en cinismo. Se ha cedido a la tentación del deseo y el poder. Cada vez más indiferente a los valores éticos, la gente olvida, margina y se mofa de quienes luchan o sufren prisión por ser fieles a su conciencia. Y se produce una paradoja: los supervivientes se convierten en cómplices de los asesinos”.

Nadie sabe qué pasó

El gobierno chino está logrando diluir y reescribir la narrativa de lo que sucedió el 4 de junio. Se ha desatado una larvada guerra entre la memoria histórica que promueven las autoridades y la memoria de los testigos de los hechos. Se han censurado los libros de Historia, los sitios de internet y las redes sociales, con más de 3.000 sinónimos de Tiananmen bloqueados. La mayoría de jóvenes chinos no conocen las injusticias sobre las que se sustenta el actual régimen.

Los pocos que en este contexto se atreven a movilizarse, sufren las represalias del poder y de su entorno cómplice, lo cual les acarrea severos problemas económicos, sociales y psicológicos: aislamiento, marginación, depresión, ansiedad, síndromes postraumáticos. El demoledor informe que presentó durante el congreso un colectivo de apoyo a las nuevas generaciones de activistas, confirmó este retrato con numerosas evidencias.

China está gestando un totalitarismo tecnológico sin precedentes en la Historia de la humanidad. El régimen quiere utilizar su liderazgo en inteligencia artificial para completar su control sobre la sociedad. “Cuando haya culminado su proyecto, cualquier resistencia podrá ser fácilmente vencida” –ha enfatizado Teng Biao. A través del Gran Cortafuegos, las redes sociales, los big data, el comercio electrónico y los sistemas de telecomunicaciones, el partido comunista chino está pergeñando un panóptico similar al que describieron Bentham y Foucault, donde nadie puede estar seguro de no ser en todo momento observado.

Foto: (iStock)

Las tecnologías de reconocimiento facial, de la voz, del iris, de la postura y el movimiento corporales, la recolección y control de datos biométricos, incluidos los genéticos, van a superar lo que Orwell describió en 1984.

Sería un grave error pensar que esta pesadilla tecnopolítica afecta únicamente a los chinos. El coloso asiático es ahora el Gran Hermano de buena parte de la comunidad internacional: mentor, valedor, financiador y socio comercial estratégico para numerosos países, incluida España. Además, es el principal bazar del llamado "crony capitalism", un capitalismo basado en el tráfico de influencias y en el panóptico de la vigilancia inteligente 'high-tech' que ya ha comenzado a corromper el mundo con su metástasis. Porque los protagonistas de este esperpéntico escenario no son solo Huawei y sus afines chinos.

Quienes han ayudado al Gigante Oriental a desplegar sus sistemas de vigilancia y censura son compañías occidentales: Cisco, Nortel Networks, Microsoft, Intel y Websense proporcionaron equipos y asistencia para la construcción del Gran Cortafuegos. Yahoo cedió al gobierno chino datos personales de sus usuarios, contribuyendo a la identificación de varios escritores clandestinos. Y Google ha estado a punto de lanzar un motor de búsqueda sometido a los criterios censuradores del régimen. Todo esto por no hablar de la hipocresía de muchos de nuestros políticos, empresarios y expertos.

Foto: Qué son las tierras raras, el nuevo caballo de batalla de la guerra entre EEUU y China. (EFE)

Poco a poco estamos comenzando a cosechar lo que hemos sembrado: China se adentra en nuestras sociedades a través de un sharp power que busca penetrar de modo “encubierto, coercitivo y corruptor” nuestras instituciones democráticas. Así lo ha denunciado Larry Diamond, coeditor de un inquietante informe sobre el tema, que abunda sobre cuestiones ampliamente documentadas en varios países occidentales como Reino Unido, Australia, Nueva Zelanda o Canadá. El Gigante Oriental proyecta cada vez más descaradamente sus ambiciones hegemónicas, en esto han coincidido todos los ponentes. “El régimen posee una fuerte motivación y pretende que el país siga desarrollándose para intentar modificar el orden político y económico mundial”, ha puntualizado Jian Hao.

Este proyecto no está pensado para un futuro lejano: ya ha empezado a implementarse. El mismo régimen que ha hecho desaparecer hipócritamente las huellas de sus crímenes, apagando la voz de su ciudadanía en centros de detención extrajudiciales, está ahora llamando a nuestra puerta para brindarnos su “amistad”. Basta ver a la plana mayor de los gigantes chinos Alibabá, Wanda, Fosun… en la final de la Champions League para comprender que esto va en serio. Y basta saber que el mismo gobierno que diluye la memoria de Tiananmen a golpe de talonario, está subvencionando más de treinta aulas Confucio solo en Andalucía.

Quizá por ello este curso en un colegio de Sevilla los más pequeños no han celebrado la Navidad, pero sí el Año Nuevo chino. En nuestro país se están empezando a censurar actividades culturales, académicas y periodísticas para que no se deterioren nuestras relaciones con China, pues esperamos ganar mucho dinero vendiendo jamones… y comprando alta tecnología.

No cabe duda de que están tratando de comprar nuestra libertad con calderilla. Ahora son más sofisticados que en Tiananmen. Menos mal.

Mar Llera*, Profª Titular Univ. Sevilla y Directora de Estudios en Asia Oriental (Grupo Compolíticas). Activista de Amnistía Internacional.

Para el Gigante Oriental, 2019 oscila entre lo emblemático y lo problemático. Además de celebrarse setenta años de la proclamación de la República Popular China, cuatro décadas de su reconocimiento diplomático por parte de Estados Unidos y otras tantas del inicio de las reformas económicas, se acaba de conmemorar el centenario del movimiento del 4 de Mayo que en 1919 convirtió Tiananmen en un símbolo popular.

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