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La incapacidad de la ONU para ponerse de acuerdo sobre las medidas que se necesitan para mantener la paz y la seguridad durante la pandemia ha puesto en evidencia su debilidad

Foto: Imagen de Gerd Altmann en Pixabay.
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El 75 aniversario de la firma de la Carta de las Naciones Unidas llega en un contexto de dudas dentro del sistema multilateral, que se creó el 26 de junio de 1945 en San Francisco. Con frecuencia, se dice que la situación mundial actual es el inicio de una nueva Guerra Fría, esta vez teniendo a Estados Unidos y China como principales contendientes. El Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, que es su principal órgano en la esfera de la paz y la seguridad, ya lleva varios años al borde de un estado de parálisis. Su incapacidad para ponerse de acuerdo sobre las medidas que se necesitan tomar para mantener la paz y la seguridad internacional durante la pandemia del covid-19, así como para apoyar el llamamiento del secretario general a decretar un alto el fuego global, ha puesto en evidencia su debilidad. Y es que este no es más que uno de los muchos signos de flaqueza que presenta el sistema multilateral de nuestra época.

Al mismo tiempo, el covid-19 y sus consecuencias económicas, sociales y políticas han hecho que una cooperación internacional y gobernanza mundial eficaces sean hoy más necesarias que nunca. No podremos vencer esta pandemia sin una colaboración multilateral eficaz. Es necesaria para elaborar vacunas que sean adecuadas y asequibles, y para estabilizar la economía mundial, que actualmente se enfrenta a una profunda y posiblemente larga crisis que podría traer consecuencias imprevistas para la paz y la seguridad internacional. Se requiere la acción del Fondo Monetario Internacional y el G-20, una acción que por el momento no ha sido suficiente. El sistema de las Naciones Unidas deja así mucho que desear.

¿Qué habría que hacer entonces? La mayoría de los líderes cree que la respuesta yace en priorizar los intereses nacionales. No hay nada malo con apostar por este planteamiento, siempre y cuando se tenga presente que el interés nacional debe incorporar la necesidad de una cooperación internacional, la cual, a su vez, precisa moderación y buscar un terreno común con otros. La cuestión es cómo conseguimos esto. Apostar por un enfoque descendente, que implique una cooperación eficaz entre las grandes potencias, no parece una opción prometedora en estos momentos. ¿Existe un plan alternativo a la gobernanza mundial que pueda proponerse, uno que vaya de abajo hacia arriba? ¿Y dónde exactamente deberíamos empezar a buscarlo?

La carta sentó las bases de la cooperación internacional para todas las áreas. Una de estas aborda la elaboración de "acuerdos regionales"

Un camino prometedor es aquel que se indica en la misma Carta de las Naciones Unidas. La carta sentó las bases de la cooperación internacional para todas las áreas. Una de estas áreas aborda la elaboración de “acuerdos regionales”, un aspecto que se describe en el capítulo VIII de la carta en términos muy generales, dejando así suficiente espacio para su posterior desarrollo.

Hoy en día, la clave para el progreso de la cooperación multilateral y, en consecuencia, para avanzar hacia una gobernanza mundial más acorde con los tiempos se encuentra a nivel regional. El covid-19 ha causado una crisis de la globalización que hemos conocido en las últimas cuatro décadas: La economía globalizada ha quedado conmocionada por una bajada simultánea de la oferta y la demanda. Las vías de suministro mundiales han quedado muy afectadas. No es sorprendente que los Estados hayan buscado soluciones a la crisis dentro de sus propios territorios y en la colaboración con sus vecinos más inmediatos. Se necesita una mayor autosuficiencia que no desemboque en un proteccionismo tóxico.

Los procesos regresivos y de desintegración que se han estado llevando a cabo a nivel mundial ya están siendo contrarrestados por una creciente demanda a favor de la integración a nivel regional. Este fenómeno debe ser plenamente apreciado. Las propuestas en torno al presupuesto y al fondo de recuperación de la UE son actualmente las que están más desarrolladas, por eso representan la expresión más visible de la tendencia hacia el fortalecimiento de la cooperación regional. Estas tendencias también se manifiestan en otras partes del mundo.

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Este es un punto de partida prometedor. En el caso de la UE, por ejemplo, esta situación presenta una oportunidad para fortalecerse internamente y conseguir un posicionamiento más consolidado a nivel global. Una vez embarcada en el camino de la recuperación total, la UE podrá redefinir sus relaciones bilaterales con otros centros importantes de poder económico, principalmente con China y Estados Unidos, y también con otros socios como Rusia y los países en vías de desarrollo. La futura agenda global de la UE deberá integrar las prioridades que se incluyen en los Objetivos de Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas de 2015 y en el Acuerdo de París para el Cambio Climático de 2016.

Un proceso de cambio que parta desde abajo hacia arriba tendrá la capacidad de fortalecer las Naciones Unidas y de revitalizar el multilateralismo a nivel mundial. Decididamente, el grado de ambición dentro de la UE es bajo y no permite una visión a largo plazo. No obstante, no hay motivos para que la UE huya de la oportunidad de poder asumir en el futuro un puesto de vanguardia en el plano internacional. De hecho, debería entender las oportunidades que surgen ahora y empezar a prepararse de inmediato.

Un proceso de cambio que parta desde abajo hacia arriba tendrá la capacidad de fortalecer la ONU y de revitalizar el multilateralismo a nivel mundial

El 75 aniversario de las Naciones Unidas exige un pensamiento innovador. No habrá un segundo 'momento San Francisco'. No obstante, sí se darán oportunidades nuevas que permitirán que la UE y otros actores regionales ayuden a reconstruir las Naciones Unidas y la gobernanza mundial de manera ascendente. Es importante entender estas oportunidades pronto. El futuro no es algo que esperamos sino algo que creamos.

*Danilo Türk. Presidente de Eslovenia (2007-2012). Presidente del World Leadership Alliance-Club de Madrid.

World Leadership Alliance-Club de Madrid es la mayor asamblea mundial de líderes políticos que trabajan para fortalecer los valores democráticos, el buen gobierno y el bienestar de los ciudadanos de todo el mundo.

Como organización internacional sin fines de lucro, no partidista, su red está compuesta por más de 100 expresidentes y primeros ministros democráticos de más de 70 países, junto con un cuerpo global de asesores y profesionales expertos, que ofrecen su voz y consejo en de manera gratuita, a los líderes políticos, de la sociedad civil y a los encargados de formular políticas. WLA-CdM responde a una creciente demanda de asesoramiento confiable para abordar los desafíos involucrados en lograr una democracia que brinde, construya puentes, derribe los silos y promueva el diálogo para el diseño de mejores políticas para todos.

Esta alianza, que proporciona la experiencia, el acceso y el poder de convocatoria de sus miembros, representa un esfuerzo independiente hacia el desarrollo sostenible, la inclusión y la paz, no limitada por el interés o las presiones de las instituciones y los gobiernos.

El 75 aniversario de la firma de la Carta de las Naciones Unidas llega en un contexto de dudas dentro del sistema multilateral, que se creó el 26 de junio de 1945 en San Francisco. Con frecuencia, se dice que la situación mundial actual es el inicio de una nueva Guerra Fría, esta vez teniendo a Estados Unidos y China como principales contendientes. El Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, que es su principal órgano en la esfera de la paz y la seguridad, ya lleva varios años al borde de un estado de parálisis. Su incapacidad para ponerse de acuerdo sobre las medidas que se necesitan tomar para mantener la paz y la seguridad internacional durante la pandemia del covid-19, así como para apoyar el llamamiento del secretario general a decretar un alto el fuego global, ha puesto en evidencia su debilidad. Y es que este no es más que uno de los muchos signos de flaqueza que presenta el sistema multilateral de nuestra época.

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