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La realidad sobre la 'vía eslovena' para Cataluña

En los últimos años, medios eslovenos han asistido con perplejidad a la degradación del independentismo catalán

Foto: La bandera eslovena. (EFE)
La bandera eslovena. (EFE)

“La ANC pide hacer como Eslovenia”, titulaba Xavier Rius en e-Notícies. En efecto, la organización reivindicaba “poner la unilateralidad en el centro”, en un congreso en el que se habló del “ejemplo del triunfo de la democracia” en Estonia, Letonia, Lituania y Eslovenia. Sin embargo, en los últimos tres países hubo víctimas mortales, unas setenta y cinco en el caso de Eslovenia durante la llamada Guerra de los Diez Días. Un 88,5% de los ciudadanos con derecho a voto se había pronunciado a favor de la independencia —una situación muy distinta a la catalana, donde los partidarios de la secesión no llegan al 50%—.

En cualquier caso, un trance difícil que la moderna República en la cara soleada de los Alpes, como recordaba el conocido eslogan turístico, ha intentado superar durante décadas. Por eso, cuando la ANC hace un llamado a seguir la “vía eslovena” en un acto destinado a “coger ideas sobre como realizar la independencia”, con 'workshops' que tratan de “desobediencia civil y estrategias de control del territorio”, así como de “seguridad y defensa” o de “aprendizajes en el campo militar, especialmente en lo relativo al rol que jugaron los cuerpos armados durante los respectivos procesos de autodeterminación”, está haciendo un flaco favor a la imagen de Cataluña en Eslovenia. Si una persona retirada desde hace diez años de la política activa como Dimitrij Rupel se presta a participar, ello no significa de ningún modo que el Estado esloveno simpatice con la independencia de Cataluña, sino en realidad todo lo contrario.

Cuando en 2018 el Presidente Borut Pahor recibió a Quim Torra lo hizo meramente por educación. Mladina destacaba que dirigentes de regiones como Carintia o Friül-Venecia Julia también habían sido recibidos. Un año antes, el entonces Primer Ministro Miro Cerar se había distanciado claramente de las aspiraciones catalanas, como recordaba Josep Borrell. Las incendiarias declaraciones de Torra al volver a España, insinuando el uso de la violencia como opción para Cataluña —llamándolo vía eslovena—, causaron un gran malestar en la joven República, y el Ministro Cerar llegó a expresarlo en público. En los últimos años, medios eslovenos han asistido con perplejidad a la degradación del independentismo catalán. En 2020, Delo hablaba de “errores que no pueden repetirse indefinidamente”, en un reportaje centrado en los sinsentidos y la toxicidad de determinada vida política en Cataluña.

Foto: Marjan Sarec junto a Pedro Sánchez. (Reuters)


El socio de Eslovenia en el mundo es España

Como no podía ser de otro modo, el socio de Eslovenia en la Unión Europea y en la OTAN es España, con quien mantiene unas excelentes relaciones. En 2019, Josep Borrell participaba en el Fórum Estratégico de Bled y destacaba la razón de ser de una Europa unida. En su visión, la UE es un “ejemplo a seguir para el futuro de la humanidad”, por la capacidad de ceder soberanía y la voluntad de compartir recursos para hacer frente a los retos globales.

En marzo, la Ministra de Exteriores, Arancha González Laya, visitaba Liubliana. Devolvía la visita que su homólogo esloveno, Anže Logar, había realizado a Madrid en septiembre. Los eslovenos pusieron la alfombra roja a la Ministra, que fue recibida por el Presidente de la República, Borut Pahor, el Primer Ministro Janez Janša y el Presidente de la Asamblea Nacional Igor Zorčič.

Delo destacaría la predisposición española a incluir el país alpino en el llamado Grupo EuroMed. Con ello, “esperemos que el MED7 se llame pronto MED8”, declaraba la Ministra. Este año España será invitada especial en la Feria del Libro de Liubliana, y la nota del Ministerio de Exteriores añadía que nuestro país es el principal destino de los Erasmus eslovenos, “lo que contribuye al conocimiento mutuo”. Eslovenia ejercerá la próxima Presidencia de turno en la Unión.

Foto: El president Quim Torra coloca flores en un panel. (EFE)


España, socio crucial de las Repúblicas Bálticas

Esta primavera, el despliegue de más de 100.000 soldados rusos en Crimea y en la frontera con Ucrania han puesto de manifiesto la importancia de la presencia de fuerzas de la OTAN en las Repúblicas Bálticas. En abril, la Ministra González Laya reafirmaba en Vilna el compromiso español con “la seguridad del flanco oriental de la UE”. Nuestro país está “comprometido con la seguridad y la defensa” de sus socios bálticos, y quiere “paz y estabilidad” en el vecindario de la Unión.

En el marco de la misión disuasoria de la OTAN, España participa con 300 efectivos en la región. Desde el Real Instituto Elcano, Rafael José de Espona destacaba la contribución de nuestro país en la denominada Policía Aérea del Báltico, en la “promoción de la seguridad común bajo el vínculo trasatlántico”. En 2020, la revista Defensa había reportado las “espectaculares interceptaciones” de aeronaves militares rusas por parte de EF-18 españoles, con sede en Zaragoza y estacionados en la base aérea de Siauliai, en Lituania.

Ante una operación de tal calibre, hay que considerar como anecdótica la presencia de Ülo Laanoja, un político retirado estonio, así como de Vents Armands Krauklis, un alcalde letón, en el evento on-line de la ANC. Poco tienen que ver sus simpatías con el agradecimiento de los respectivos Gobiernos a la colaboración de nuestras Fuerzas Armadas en favor de la paz, la democracia y la libertad en dichos países.

"La realidad es que en Europa nadie desea, ni espera, ni apoyaría una hipotética independencia de Cataluña".


Una geoestrategia común para Europa

Si algo pone de manifiesto la acción exterior española es la voluntad de crear una “visión geoestratégica compartida”, en palabras de Ana Palacio en El Mundo. Desde Austria, el expresidente Franz Schausberger afirmaba que “no podemos dar por supuesta la paz en Europa”, animando a utilizar el 9 de Mayo, día de Europa, para “pensar en lo que es importante”.

Además de ser una frivolidad y una grave irresponsabilidad, es absolutamente condenable que una organización como la ANC, que aspira a ser influyente en la gobernabilidad en Cataluña, se dedique a estudiar técnicas de secesión violentas. Sin embargo, más allá de los sueños oníricos de algunos, la realidad es que en Europa nadie desea, ni espera, ni apoyaría una hipotética independencia de Cataluña; tampoco los países que se independizaron hace ahora tres décadas, y cuyo socio preferente es España. Sus historias fueron, y son, completamente distintas a la nuestra; en otro contexto, tiempo y lugar.

*Adam Casals es experto en geoestrategia y en relaciones internacionales.

“La ANC pide hacer como Eslovenia”, titulaba Xavier Rius en e-Notícies. En efecto, la organización reivindicaba “poner la unilateralidad en el centro”, en un congreso en el que se habló del “ejemplo del triunfo de la democracia” en Estonia, Letonia, Lituania y Eslovenia. Sin embargo, en los últimos tres países hubo víctimas mortales, unas setenta y cinco en el caso de Eslovenia durante la llamada Guerra de los Diez Días. Un 88,5% de los ciudadanos con derecho a voto se había pronunciado a favor de la independencia —una situación muy distinta a la catalana, donde los partidarios de la secesión no llegan al 50%—.

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