Tribuna Internacional
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Las elecciones más extrañas de la historia de la Alemania federal
La campaña alemana ha sido aburrida, pero ese aburrimiento es y seguirá siendo el motor económico y político de la UE
El que siga la campaña electoral para las elecciones al Parlamento federal de Alemania, el Bundestag, no puede esperar propuestas sensacionales, ni siquiera interesantes; ni imágenes de líderes carismáticos, ni por asomo simpáticos. Nada de nada. No convencen ni los partidos ni los candidatos. Lisa y llanamente, estos son de segunda clase, reconoce la prensa alemana. Quizás hubieran sido mejor otros, pero es tarde.
La estrategia de pasar de puntillas y dejar que los rivales se caigan, refiriéndose a quien lidera los sondeos, el socialdemócrata Olaf Schloz, puede estar bien, se dice, pero así no se puede ser canciller, con esos silencios, con esa indefinición. Ganará el que menos errores cometa. No es eso, no es eso. Y los otros dos rivales, el de la CDU, Armin Laschet, y la verde Annalena Baerbock, cometen bastantes. El democristiano habla en la tele con niños que le preguntan si ha fumado. Hachís, se entiende. Y la verde habla solo “del clima”, sin concretar propuestas. Lamentable.
Por primera vez en la historia de la República Federal habrá una coalición de tres partidos. Hasta ahora, han gobernado los dos grandes, SPD o CDU/CSU, apoyados por verdes o liberales, o coaligados entre ellos. Aquello se ha acabado. Lo que se apunta como más probable es una coalición semáforo entre los primeros, los socialdemócratas-antiguos rojos, los terceros, los verdes, y los cuartos, los liberales-amarillos. Estos dos últimos tienen posturas antagónicas en cuestiones como el clima o la economía, por lo que las conversaciones van a ser muy duras y se prolongarán durante meses. Fijo. La otra coalición posible, la roji-roji-verde, con La Izquierda, levanta espanto entre el centro y la derecha por la oposición de los neo o poscomunistas al Ejército y a la OTAN. La democracia cristiana espera sacar más votos por el miedo que mete.
Estamos hablando de Alemania, la gran potencia de la Unión, la locomotora en lo político y en lo económico se decía hace tiempo, pero que en periodo electoral se instaló hace tiempo en el aburrimiento, la falta de chispa, de emoción y, sobre todo, de ideas. No se habla ni de impuestos, ni de pensiones, ni de Europa, ni de la defensa europea ni de Afganistán. 'Nichts'.
El despiste es enorme. Esta campaña, que culmina en las elecciones del próximo domingo día 26, bate todas las marcas. Si hace semanas los indecisos eran el 30%, a unos días de la cita la cifra sube al 40%. La participación va a ser alta, va a haber mucho voto por correo y los electores van a tomar la decisión en el último momento. Las encuestas han estado bailando, dando como ganadores primero a los Verdes, más tarde a la democracia cristiana y ahora a los socialdemócratas. Hay un centro amplio, sin radicalismos, por el que se mueven los electores. Aunque los perfiles son claros: los jóvenes votan sobre todo verde, los de de 50 a 60 años, rojo SPD, y los más mayores, negro CDU/CSU.
En los últimos días, se ha estabilizado la tendencia. El SPD, primero, ha dejado de subir y la CDU/CSU, segunda, ha dejado de caer. Puede haber sorpresas, porque la reserva de voto democristiano es todavía fuerte. Se trata de suceder en la cancillería nada menos que a Angela Merkel, con una imagen excelente, más fuera que dentro del país, una figura con luces y sombras. Unas, la serenidad, la moderación. Otras, la falta de cambios en una era de retos gigantescos.
Hay que recordar que Merkel no se va por voluntad propia, sino que renunció a la presidencia de la CDU y a presentarse a otro mandato por los sucesivos fracasos democristianos en las regionales de hace tres años. Y sigue la ronda. En un antiguo feudo de la CDU, en el estado de Sajonia, el más rico y pujante de la ex RDA, va a quedar primera en estas generales la ultra Alternativa para Alemania, con batacazo para los correligionarios de la canciller, según las encuestas.
El influyente semanario 'Der Spiegel' despidió a Merkel con una portada en la que se ve a la mítica dirigente en una desvaída foto antigua en blanco y negro y sin relieve, no en otra a todo color de la mujer más poderosa del mundo rodeada de líderes internacionales.
La enigmática señora Merkel lucía de joven con orgullo su camisa azul de las Juventudes Comunistas, las FDJ de la DDR. Imperturbable, se fue a la sauna con sus amigos el día que cayó el Muro. Después dio un salto político y se afilió a un grupo político que se integró en la democracia cristiana; no se fue a la socialdemocracia. Ahora, no se retira amargada, sino encantada, ha dicho, de no hacer nada. Lo que más le gustaba en su vida ultramodesta y discreta, aseguraba, era llegar a su piso del centro de Berlín (no vive en la cancillería) y hacer sopa de patata para cenar con su marido, el químico Joachim Sauer, todavía más discreto. Eso sí, tienen divididas las tareas: él se encarga de la lavadora.
Pero, aunque no se presente ni participe en la campaña electoral, sí tiene o debe tener responsabilidad en el retroceso de su partido como indican las encuestas, por detrás de la socialdemocracia. Adiós al partido de masas de Adenauer, Erhard o Kohl.
La caída puede ser importante incluso en la muy católica y conservadora Baviera, donde el partido hermano, la CSU, ha sido la columna vertebral sobre la que ha crecido el Estado libre asociado al Bund, con gigantes como Franz Joseph Strauss. Este ya había advertido de que a la derecha de la democracia cristiana no debía haber ningún partido y Merkel dejó una rendija cuando abrió la puerta a los refugiados sirios en 2015 bajo la consigna: '¡Lo vamos a encajar!'. La llegada de cientos de miles de personas dio alas a la xenofobia y al crecimiento de la radical Alternativa para Alemania. Ahora, con la amenaza afgana en el horizonte, el candidato democristiano, Laschet, ha dicho escuetamente: "Lo de 2015 no se puede volver a repetir".
En las últimas cuatro campañas, los ciudadanos iban a las urnas con una tranquilidad absoluta porque Angela Merkel se encargaba de todo, de formar una coalición con los liberales o, si había problemas, una gran coalición con los socialdemócratas. El mundo estaba en orden. O no, como sabemos. Había y hay grandes problemas: el cambio climático, otra pandemia posible en el horizonte, el envejecimiento de la población, el reto chino, las amenazas rusas, la decadencia de Occidente.
Y se hacía poco. Todo el día, sobre todo en Alemania, se habla del cambio climático, pero la coalición gobernante con la prudente Merkel a la cabeza acordó que hasta dentro de 17 años (¡17!), no se cerrará la última de las centrales central de carbón, muy, muy contaminantes, sosteniendo los puestos de trabajo con impuestos.
Los Verdes, en sus inicios eco-pacifistas y ahora solo eco, eran un bluf, un globo que se deshincha. Si hace meses encabezaban las encuestas, ahora han vuelto a su nicho, en torno al 16% de los votos, tercer partido. Llevan meses hablando solo “del clima”, pero no hacen propuestas concretas, radicales, no sea que se espanten los votantes.
La frase más brillante de Annalena Baerbock ha sido: “Prohibir puede ser motor de innovación”. ¿Prohibir, qué? ¿Prohibir los coches contaminantes, limitar la velocidad en autopista, el tráfico aéreo regional, las centrales de carbón? A los jóvenes, encantados con 'lo verde', les gustaría saber cómo se hace eso.
Lo decía hace décadas el canciller Helmut Kohl, antes de la ascensión de China: el problema no es que nosotros seamos peores, sino que otros son mejores. Hoy, como sabemos, dependemos del Extremo Oriente para casi todo, desde los famosos chips al paracetamol.
Gastamos más para hacer frente a la pandemia en costos directos y en sostener el empleo, y Alemania, ¡noticia!, ha gastado en los últimos meses más de lo que ha ingresado debido a la pandemia. Se acabó lo del 'schwarze Null', el presupuesto equilibrado sin números rojos. En algún momento habrá que pagar la orgía de dinero que vivimos gracias al bombeo del Banco Central Europeo y el consiguiente endeudamiento.
Si le preguntan al candidato del SPD por los impuestos, si se van a subir o reorganizar, responde que eso… mañana, que es muy pronto porque habrá que negociarlo en la coalición y con los estados federados. Y el copresidente de los Verdes, Robert Habeck, está totalmente de acuerdo con su futuro socio y dice que lo de las pensiones también que… 'Morgen'. Es decir, en campaña electoral nada de propuestas, nada de sustos.
Otro problema gravísimo: el envejecimiento de la población y el futuro de las pensiones. Este año van a votar menos alemanes porque la población se ha reducido. Olaf Scholz asegura en los carteles algo así como que está manos a la obra y promete a los jóvenes que dentro de 50 años, ¡medio siglo!, van a tener una renta segura. ¿Segura, en estos tiempos digitales y robóticos? Al menos hay algo de humor en la campaña.
Alemania fue y es foco de atracción para inmigrantes que llegan para trabajar en su muy poderosa industria, pero, a pesar de la fama de sus fábricas, de sus productos, la fosa social, la diferencia entre pobres y ricos, es más grande que en países vecinos como Francia o Reino Unido. Nada menos que ocho millones de personas, una décima parte de la población, tienen salarios mínimos.
Y para resolver todos estos problemas, nos encontramos con la campaña más rara que ha visto la República Federal, nacida en 1949. Ni la ultraderecha tiene un asunto como el de los refugiados, que le sirvió para entrar en el Bundestag por primera vez hace cuatro años. Incluso ha bajado.
Así que, si no hay terremotos políticos u otros debidos al cambio climático, tendremos un canciller, Olaf Scholz, exalcalde-presidente de la muy hanseática ciudad-estado de Hamburgo, serio, muy serio, digno sucesor de Merkel. Dicen los fotógrafos que en media hora de sesión no consiguen una imagen en la que aparezca simpático. Y los que le preguntan, que cuesta arrancarle las palabras.
Bien, quizá todo esto sea aburrido, pero en Alemania se dedican, al menos, a hacer productos que encantan a todo el mundo y no pierden el tiempo en mesas redondas o cuadradas y son sinceros cuando hablan de Afganistán, no dicen misión cumplida, sino desastre. Ellos cabalgan, mientras nosotros ladramos. Pues viva el aburrimiento.
*Daniel Peral es periodista y fue corresponsal de TVE en Berlín y Nueva York.
El que siga la campaña electoral para las elecciones al Parlamento federal de Alemania, el Bundestag, no puede esperar propuestas sensacionales, ni siquiera interesantes; ni imágenes de líderes carismáticos, ni por asomo simpáticos. Nada de nada. No convencen ni los partidos ni los candidatos. Lisa y llanamente, estos son de segunda clase, reconoce la prensa alemana. Quizás hubieran sido mejor otros, pero es tarde.
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