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La próxima coalición alemana será un camello de tres jorobas
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La próxima coalición alemana será un camello de tres jorobas

Lo decíamos aquí hace unos días: estas eran las elecciones más extrañas de la historia federal. Por la falta de imagen de los candidatos, que subían y bajaban en las encuestas

Foto: Foto: EC Diseño.
Foto: EC Diseño.

"Dies hätte nicht sein müssen", no tendría que haber sido así, se dice en el muy complicado idioma alemán. El comentarista de la televisión se refería a Armin Laschet, el candidato de la democracia cristiana a la cancillería que dejaba ver la papeleta ante la urna sin cerrar el sobre. Otro error, después de sus risas cuando el presidente alemán visitaba la zona devastada por las inundaciones de julio. Un nuevo error para un candidato flojo que no ha mostrado en ningún momento la talla para reconducir a Alemania y, por ende, a la Unión Europea. Las dos cuestiones van siempre unidas.

Pero Laschet, a pesar de la bofetada, de haber perdido casi nueve puntos, de los peores resultados de la historia de la democracia cristiana alemana, se muestra dispuesto a formar un Gobierno tricolor con verdes y liberales. Bien. El ánimo siempre es bueno. Y antes de Navidades, asegura. El optimismo es bueno.

Foto: EC Diseño

No, no tendría que haber sido así, pensará sobre todo Angela Merkel ante los resultados de la CDU/CSU (en alemán, partido político es femenino), la vieja dama de la política alemana y europea, la de Adenauer, la reconstrucción de la posguerra, o la de Kohl, la unificación. El partido negro es ahora gris, muy gris.

Los de Merkel han perdido votos a chorros, millón y medio se han ido al SPD, un millón a los Verdes y más de 300.000 a los liberales. La rama bávara, la CSU, vuelve a marcar un nuevo fondo, el 33%.

El declive comenzó, hay que recordar una vez más si es necesario, en las anteriores elecciones, en las que ya habían llegado a mínimos históricos. De ahí en adelante, todo fueron sucesivos retrocesos en varias regionales. La figura tan admirada fuera del país tiró la toalla, ni presidencia del partido, ni nueva candidatura.

Merkel ha sido como una presa que contiene las aguas, pero sin turbinas para producir energía. Su lado positivo ha sido la serenidad cuando todo estaba agitado. Su lado negativo, un exceso de serenidad cuando todo se mueve. Y se mueve mucho. Son años perdidos en la renovación, en la modernización y en dar a la Unión Europea un nuevo rumbo en el confuso orden internacional.

Lo decíamos aquí hace unos días: estas eran las elecciones más extrañas de la historia federal. Por la falta de imagen de los candidatos, de segunda clase se comentaba en la prensa alemana, que subían y bajaban en las encuestas. Aburrían al electorado por la falta de definición de los programas, lo que mantenía la cifra de indecisos, a unos días de las elecciones, en el 25%. ¿A quién votar, si todos, excepto la ultraderecha y los poscomunistas, ofrecían algo similar? Mucha preocupación por el clima, pero pocas medidas concretas.

Foto: La canciller alemana, Angela Merkel, y el candidato socialdemócrata, Olaf Szcholz. (EFE) Opinión

¿Que ahora se ha salvado la democracia cristiana porque consigue el 25% cuando las encuestas le daban menos del 20 hace unas semanas? Sí, se ha movilizado probablemente el voto oculto de los de más de 60 años, que votan sobre todo a los negros, ante una posible coalición en la que entraran los rojos de La Izquierda. Pero ha sido insuficiente. El resultado no deja de ser muy amargo.

Este año se han incorporado tres millones de nuevos votantes, preocupados por su futuro, por el cambio climático. Pero este grupo no ha podido influir en el insuficiente resultado de los Verdes. Los ecologistas son realistas. Su candidata, Annalena Baerbock, ha reconocido que la subida de cinco puntos hasta el 14% no es para dar botes. En primavera estaba en cabeza. Hemos cometido errores, ha dicho, sobre todo yo. Pero no pasa nada. Hay que conseguir un Gobierno-clima. ¿Cómo se hace eso? En la ronda de negociaciones de la coalición.

Porque, por primera vez en la historia de la Alemania Federal, será necesaria una coalición de tres partidos. Se dice que un camello es un caballo diseñado por una comisión. Ahora, el caballo de tiro de Alemania y de la Unión va a salir no con una, ni con dos, sino con tres jorobas.

En cualquier caso, los liberales van a ser los árbitros de la situación. Habían desaparecido en las elecciones de 2013 al no superar la barrera del 5%. Christian Lindner devolvió a su partido al Bundestag hace cuatro años y ahora se consolida en el 11%.

La mitad de la población prefería a Schloz para formar Gobierno. Ha conseguido subir a su partido al primer puesto, cuando las encuestas le daban apenas el 15% hace meses. Flotaba mientras los demás se hundían por errores propios. El ministro de Hacienda en la Gran Coalición es serio, seco, merkeliano, pero no ha mostrado, tampoco, la potencia, las ideas necesarias para dinamizar a su país y a los socios europeos. Las negociaciones con verdes y liberales, sobre todo entre estos, pueden ser muy duras, muy complicadas. Un ejemplo: los Verdes llegarán en tren, eléctrico por supuesto, y el liberal Lindner conduce un Porsche. Es algo muy respetable, pero contamina mucho y eso no se lleva. Los ecologistas están por más Estado, subidas de impuestos y los amarillos por más mercado y están más cerca de la democracia cristiana que de la socialdemocracia. Si no funciona la coalición semáforo con SPD y Verdes se pueden ir al Caribe, a Jamaica, con la CDU y los ecologistas.

Foto: Christian Lindner, líder del FDP, en la convención del partido el pasado 19 de septiembre. (Reuters)

Hace cuatro años los liberales fracasaron en sus negociaciones con democristianos y Verdes, por lo que se tuvo que llegar a la Gran Coalición, que ha gobernado los últimos años. En resumen, para el mensaje de fin de año, con toda probabilidad, Merkel seguirá siendo canciller en funciones.

El mapa electoral alemán se ha ido fragmentando con el paso de tiempo. El último jirón, hace cuatro años, con la entrada en el Bundestag de la Alternativa para Alemania.

Quedan atrás los tiempos de esplendor económico y político de la República Federal, los años 70 del siglo pasado, el 'made in Germany', aquella milagrosa economía que asombraba al mundo, su estado de bienestar, su democracia tan robusta, la acogida de inmigrantes.

El mundo estaba en orden: a este lado del Muro, los buenos, Occidente, los federales. Al otro, los malos, los rojos. Resultado: las dos grandes formaciones, SPD y CDU/CSU se repartían el 90% de los votos. Quedaba el 10% para la bisagra liberal que, a veces, se convertía en puñal político. Era una época de gigantes. Genscher abandonó a un Helmut, Schmidt, para apoyar a otro Helmut emergente, nada menos que Kohl.

Hoy, las dos viejas damas de la política alemana apenas suman el 50%. Surgieron los Verdes en los 80, preocupados entonces por la lluvia ácida y la carrera nuclear (Pershing-2 y Crucero contra SS-20 soviéticos). Con la unificación entraron los poscomunistas del Este, el PDS, que recogían el voto del descontento por la absorción de la RDA, agrupado más tarde con disidentes socialdemócratas en La Izquierda que roza su salida del Bundestag, el límite del 5%. La crisis de 2008 y la llegada de refugiados en 2015 auparon a la ultraderechista Alternativa para Alemania. Ahora no hay crisis a la que agarrarse y se estanca en el 11%.

Estos días, estas últimas semanas, Europa y el mundo han mirado hacia Berlín para intentar conocer el rumbo que pueden tomar Alemania y la Unión. Pero los candidatos apenas han hablado de política exterior, de Afganistán, de China, de Rusia o de la OTAN. Francia se ha sentido traicionada por norteamericanos y británicos y Berlín ha guardado silencio. No se puede criticar a China porque un tercio de las exportaciones alemanas van al país de doble sistema.

"Ya me conocen", decía escuetamente Merkel en una campaña electoral. Pues sí, sabíamos que era muy seria en público y muy simpática en lo privado. Lo que no sabía ella o no quería saber era que su corriente política se hundía mientras que el país quedaba anticuado en varios sectores y que la política nacional se iba complicando seriamente.

Ahora, el gran salto adelante, los próximos pasos, los tiene que dar un camello de tres jorobas, que se van a molestar unas a otras. Y, además, es un animal muy lento…

"Dies hätte nicht sein müssen", no tendría que haber sido así, se dice en el muy complicado idioma alemán. El comentarista de la televisión se refería a Armin Laschet, el candidato de la democracia cristiana a la cancillería que dejaba ver la papeleta ante la urna sin cerrar el sobre. Otro error, después de sus risas cuando el presidente alemán visitaba la zona devastada por las inundaciones de julio. Un nuevo error para un candidato flojo que no ha mostrado en ningún momento la talla para reconducir a Alemania y, por ende, a la Unión Europea. Las dos cuestiones van siempre unidas.

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