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La revelación de la derecha francesa: dos tercios Merkel, un tercio Thatcher
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Ramón González Férriz

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La revelación de la derecha francesa: dos tercios Merkel, un tercio Thatcher

La candidata conservadora a las elecciones presidenciales francesas representa la derecha clásica, dura, pero alejada del populismo autoritario

Foto: Valérie Pécresse en un mitin en París. (Reuters/Tessier)
Valérie Pécresse en un mitin en París. (Reuters/Tessier)

En los últimos años, nos hemos acostumbrado a interpretar la política francesa como una lucha entre las fuerzas del 'establishment' y la insurgencia autoritaria. Las elecciones presidenciales de 2017 escenificaron ese conflicto: la segunda vuelta enfrentó a Marine Le Pen, que tuvo que financiar sus campañas con préstamos rusos porque ningún banco francés quiso prestarle dinero, y Emmanuel Macron, ex banquero de inversión en Rotschild & Co y antiguo ministro de Economía con el Partido Socialista, que se presentaba como un hombre de centro.

Aunque mucho ha cambiado desde entonces, era plausible imaginar que las elecciones de abril de 2022 serían una repetición de ese escenario, aunque Le Pen fuera sustituida por un candidato más radical, Eric Zemmour. Zemmour es un reaccionario en el sentido más filosófico del término que, aunque podría obtener votos del conservadurismo tradicional por sus posturas nacionalistas y natalistas, es visto con espanto por el 'establishment' tradicional francés y, como Le Pen, está condenado a perder en la segunda ronda, si es que llega a ella, frente a Macron.

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Pero es posible que no llegue. A principios de mes, el partido conservador, Les Republicains, celebró las primarias para escoger a su candidato y, contra todo pronóstico, la elegida fue el más viable: Valérie Pécresse. Tras varios descartes, Pécresse venció a Eric Ciotti, un diputado que pertenece al ala más derechista del partido y es conocido por su firme postura contra la inmigración. Justo después de convertirse en candidata, Pécresse se disparó en las encuestas, por delante de Le Pen y Zemmour. Según algunas, en caso de enfrentarse a Macron en la segunda ronda, podría vencer. El actual presidente, sin duda, habría preferido la situación que todos dábamos por sentada hace apenas unos meses: enfrentarse a un radical y encarnar él solo todo el espectro ideológico convencional. Es muy probable que ya no sea así.

Una mujer del 'establishment'

Pécresse, nacida en 1967, es cualquier cosa menos una 'outsider'. Como Macron, y buena parte de la élite política tradicional francesa, estudió en la École Nationale d’Administration, fue asesora de Jacques Chirac y se convirtió, con 35 años, en diputada de la entonces Unión por un Movimiento Popular. Luego fue ministra —primero de Universidades, luego de Hacienda y portavoz— en el Gobierno de Nicolas Sarkozy y más tarde presidenta de Île-de-France, la región metropolitana de París. Sería un error considerarla una mujer centrista: es católica, votó en contra del matrimonio homosexual (aunque más tarde dijo aceptarlo sin mayores problemas), es dura en materia de inmigración (en su momento defendió no dar la nacionalidad a todos los nacidos en suelo francés y endurecer las penas para los delitos cometidos en los barrios conflictivos de la región que preside, con gran presencia musulmana) y partidaria de la reducción del gasto público, empezando por la reducción del Estado y el cuerpo de funcionarios.

Opera dentro del conservadurismo tradicional, pero tiene fuertes instintos reformistas y preferencia por las soluciones de mercado

Se ha definido a sí misma como “dos tercios Merkel y un tercio Thatcher”: es decir, alguien que busca el consenso y opera dentro del conservadurismo tradicional, pero que tiene fuertes instintos reformistas y preferencia por las soluciones de mercado. Es, en definitiva, una mujer de derechas de toda la vida.

Y eso es indicativo del contexto político europeo actual. Tras una sucesión de derrotas y la práctica expulsión del poder en la UE, la derecha tradicional está buscando una identidad perdida. Es probable que lo esté haciendo en el lugar que parecería resultarle más propicio: el pasado. Friedrich Merz, el nuevo líder de la CDU alemana, considera que, durante sus 16 años como canciller, Merkel casi no se distinguió de los socialdemócratas y que ahora el partido conservador alemán debe recuperar sus señas de identidad tradicionales, como los impuestos bajos, el conservadurismo cultural y una política migratoria más dura. Pablo Casado, de un modo semejante, parece considerar que el liderazgo de Rajoy fue demasiado blando y acomodaticio, y su agenda política pasa obsesivamente por la rebaja fiscal, una política exterior basada en dos fijaciones de la derecha española, Cuba y Venezuela, y un patriotismo fundamentado en los símbolos tradicionales de la nación. En Reino Unido, Boris Johnson está siendo acosado por la parte de su partido, que no quiere oír hablar de seducir a los tradicionales votantes de izquierdas del norte de Inglaterra ni de aumentar el gasto público, y reivindica volver a un thatcherismo de austeridad en el gasto, libertad individual aun en tiempos de pandemia y reivindicación del mundo rural frente al londinense.

Foto: Jonas Gahr Store. (EFE) Opinión

Todos estos movimientos suponen el regreso a una derecha fibrosa, que cree que los valores cristianos y tradicionales generan eficiencia económica, un poco menos centrada en lo moral y sexual que en el pasado, pero convencida de que una de sus principales tareas es luchar contra lo que percibe como la dominación progresista del debate público. Al mismo tiempo, es una derecha alejada de toda clase de populismo y extremismo (Casado es, de todos estos líderes, el único que parece resignado, si no cómodo, con la idea de gobernar con el apoyo de la derecha autoritaria). En muchos sentidos, es una buena noticia: quizás un indicio de que, con la salvedad parcial de España, las derechas europeas están encontrando la manera de sacudirse la tutela de los partidos que se encuentran a su derecha y saben diferenciarse de ellos volviendo a sus orígenes ideológicos.

Normalidad o espejismo

¿Puede Pécresse ser la próxima presidenta de Francia? Es perfectamente posible: los electores de derechas consideran a Macron demasiado laxo por lo que respecta al gasto público e incapaz de hacer las reformas del Estado que prometió. Para los de izquierdas es un mero derechista, solo que algo más moderno y joven. Sin embargo, más allá de la viabilidad electoral de la nueva apuesta de Les Republicains, la candidatura de Pécresse puede significar que la derecha europea está encontrando un camino de vuelta a sus orígenes y sacándose el complejo, que ha tenido durante demasiado tiempo, de que solo puede derrotar a la derecha autoritaria imitándola. Una segunda vuelta presidencial francesa con un representante del centro y otro de la derecha sería la demostración de que, poco a poco, la política europea vuelve a la normalidad. Aunque también podría ser un espejismo.

En los últimos años, nos hemos acostumbrado a interpretar la política francesa como una lucha entre las fuerzas del 'establishment' y la insurgencia autoritaria. Las elecciones presidenciales de 2017 escenificaron ese conflicto: la segunda vuelta enfrentó a Marine Le Pen, que tuvo que financiar sus campañas con préstamos rusos porque ningún banco francés quiso prestarle dinero, y Emmanuel Macron, ex banquero de inversión en Rotschild & Co y antiguo ministro de Economía con el Partido Socialista, que se presentaba como un hombre de centro.

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