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La UE, ante la guerra de Ucrania: política de apaciguamiento y de los órdagos peligrosos
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Miguel Otero

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La UE, ante la guerra de Ucrania: política de apaciguamiento y de los órdagos peligrosos

Se diría que los líderes comunitarios han olvidado las lecciones del arte del 'brinkmanship' o de cómo tensar la cuerda hasta el límite en los enfrentamientos con potencias nucleares

Foto: El responsable de Política Exterior de la Unión Europea, Josep Borrell. (EFE/EPA/Stephanie Lecocq)
El responsable de Política Exterior de la Unión Europea, Josep Borrell. (EFE/EPA/Stephanie Lecocq)

Como actor principal en la escena internacional, se ha acusado a la UE durante décadas de defender políticas de apaciguamiento y de transigir con los dictadores. Convencida de que el acuerdo es preferible al conflicto, se ha preocupado ante todo de defender sus diferentes intereses económicos y de cultivar una imagen de potencia blanda que se sirve de la persuasión y el intercambio de ideas. La incapacidad de la UE de acordar la adopción de medidas políticas contundentes y eficaces ha sido objeto de burlas despiadadas, como la famosa cuenta de Twitter en que se ridiculizan las innumerables formas de expresar preocupación y condena sin pasar a la acción (@ISEUconcerned).

Hasta hoy, porque el ataque de Putin sobre Ucrania ha impulsado a la UE y sus Estados miembros a actuar.

Muchos han iniciado el envío de armas, que, según anunció el responsable de Política Exterior de la Unión, Josep Borrell, incluirá aviones de combate (aunque esto no se ha concretado). Alemania ha renunciado a su sacrosanta política de diplomacia y pactos económicos frente a Rusia; el Centro de Satélites de la UE en Madrid está suministrando información a Ucrania sobre los movimientos de las tropas rusas, e incluso la pequeña Luxemburgo aporta cañones antitanques, entre otros equipos. Además, los países miembros han acordado imponer sanciones muy severas a la economía rusa, a las que también se ha sumado Suiza. Se alzan voces proclamando que la UE ha demostrado por fin ser algo más que un tigre sin dientes.

Con todo, estamos entrando en una dinámica peligrosa. El envío de cascos y misiles antiaéreos y la expulsión de los bancos rusos del Swift han dado paso a los posibles aviones de combate y a la congelación de activos del Banco Central de Rusia en lo que el líder de la CDU, Friedrich Merz, y muchos analistas califican de "opción nuclear financiera". Si en un principio Alemania y otros países miembros eran reacios a enviar armas a Ucrania para evitar un conflicto con una potencia nuclear como Rusia, pocos días después, alentados por la valerosa resistencia ucraniana, hemos pasado de ayudar al país a defenderse a aplicar sanciones económicas e intervenciones militares —las cuales, de un alcance y escala inéditos, se han visto jaleadas por una ola de euforia colectiva ante la supuesta derrota provisional de Putin— que podrían interpretarse en Moscú como un 'ataque' a sus intereses nacionales. De modo que lo que empezó como una guerra de Rusia contra Ucrania se está convirtiendo en una guerra de Occidente, en concreto la UE, y Rusia.

Foto: El presidente de Rusia, Vladímir Putin. (Reuters/Mikhail Klimentyev)

Se multiplican las demandas para que la OTAN imponga una zona de exclusión aérea y se especula con la posibilidad de desplegar grupos de operaciones especiales de países de la Alianza Atlántica como Francia para proteger a Zelenski, el presidente ucraniano. Asimismo, a medida que la animosa resistencia de Ucrania frena el avance de Rusia, los analistas pronostican el final de Putin y empiezan a pedir un cambio de régimen, así como el ingreso de Ucrania en la OTAN y en la UE, en esta última por vía de urgencia.

Si bien es cierto que el ataque de Putin no debe quedar sin respuesta, muchos olvidan una de sus cualidades abominables: hasta ahora ha cumplido sus amenazas, por descabelladas que estas fueran. Además de afirmar en repetidas ocasiones que un mundo sin Rusia es inconcebible, el domingo ordenó elevar el estado de alerta de sus fuerzas nucleares. De hecho, en la rueda de prensa posterior a las conversaciones con el presidente francés, Emmanuel Macron, el 7 de febrero ya amenazó con la guerra nuclear en caso de que Ucrania se uniera a la OTAN o se intentara recuperar Crimea para el país: "Seréis arrastrados a este conflicto contra vuestra voluntad. No tendréis tiempo ni de parpadear si invocáis el artículo 5".

Estas amenazas no se refieren solo a la controvertida adhesión de Ucrania a la OTAN. Podemos imaginar la reacción de Putin ante la aceleración de las negociaciones de adhesión a la UE, un paso que situaría Ucrania definitivamente en el bloque occidental, si nos retrotraemos a la reacción rusa ante el proyecto de asociación de 2014; además de que se debería consultar a los Estados miembros y a los parlamentos de la UE. Si bien los líderes comunitarios parecen haber tomado nota de lo sucedido en Múnich en 1938, cuando el Reino Unido y Francia alcanzaron un acuerdo con Hitler que sentenció el destino de Checoslovaquia y no evitó la guerra mundial, desatada un año más tarde, se diría que han olvidado las lecciones del arte del 'brinkmanship' o de cómo tensar la cuerda hasta el límite en los enfrentamientos contra potencias nucleares.

La crisis de los misiles de Cuba suele considerarse un modelo con buenos resultados.

Sin embargo, investigaciones recientes han demostrado que la estrategia de Kennedy fue sumamente arriesgada y que podría haber desencadenado una guerra nuclear por accidente. Así habría sido si el Gobierno de EEUU no hubiese mantenido un frente unido mientras negociaba en secreto con sus homólogos soviéticos, y no con un coro de voces posiblemente discordantes como el que hoy representa la UE. Al final se logró un acuerdo para preservar la dignidad de todos por el que EEUU se comprometió a retirar discretamente sus misiles de Turquía a cambio de que la URSS diera marcha atrás en sus planes, lo que permitió a Kruschev jactarse de una victoria relativa en su círculo íntimo. Aunque ambas partes siguieron suministrando armas a innumerables ejércitos llamados a integrarse en la lucha contra el enemigo ideológico, esto se hizo veladamente, asegurándose de que el asunto no se les fuera de las manos. Es más, el establecimiento del famoso botón rojo se hizo para impedir una guerra nuclear por accidente.

Foto: Tupolev Tu-160. (Vitaly Kuzmin)

En el contexto actual, cuesta imaginar un acuerdo que preserve la dignidad de los dos rivales, sobre todo por la implicación creciente de Occidente en el conflicto, pero un acuerdo se hace indispensable si queremos evitar la escalada a un conflicto nuclear. Pese a que en Occidente muchos confían en que los reveses militares en Ucrania y las dificultades económicas en Rusia abocarán a la destitución de Putin, buena parte de las actuaciones previstas no solo convertiría al presidente en un paria, sino también a la población rusa. Existe el firme convencimiento de que, si Putin pretendiera irracionalmente activar sus armas nucleares, sus colaboradores 'más sensatos' lo disuadirían de hacerlo. La opinión general es que se trata de un dictador desagradable (y lo es), por lo tanto, cuanto más se debilite Rusia, antes se volverá su pueblo contra él. Esta es una apuesta peligrosa, demasiado peligrosa.

La UE debe encontrar un equilibrio entre distanciarse de su política de apaciguamiento y tensar la cuerda hasta el límite. Como señaló acertadamente Adam Tooze al pedir sanciones contra Rusia similares a las impuestas a Irán, se nos olvida que el objetivo es impedir que Irán disponga de un arsenal nuclear; pero Rusia ya tiene ese arsenal. La UE debe pensarse muy bien si realmente quiere sumarse al conflicto armado y cómo puede transmitir un mensaje contundente sin precipitarse hacia un desastre inimaginable hace solo una semana.

*Miguel Otero Iglesias es investigador principal del Real Instituto Elcano y profesor de Economía Política Internacional en la IE University. Hubert Zimmermann es profesor de Relaciones Internacionales en la Universidad de Marburgo (Alemania).

Como actor principal en la escena internacional, se ha acusado a la UE durante décadas de defender políticas de apaciguamiento y de transigir con los dictadores. Convencida de que el acuerdo es preferible al conflicto, se ha preocupado ante todo de defender sus diferentes intereses económicos y de cultivar una imagen de potencia blanda que se sirve de la persuasión y el intercambio de ideas. La incapacidad de la UE de acordar la adopción de medidas políticas contundentes y eficaces ha sido objeto de burlas despiadadas, como la famosa cuenta de Twitter en que se ridiculizan las innumerables formas de expresar preocupación y condena sin pasar a la acción (@ISEUconcerned).

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