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Lecciones urgentes de riesgo político ante la guerra de Rusia
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Juan Luis Manfredi

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Lecciones urgentes de riesgo político ante la guerra de Rusia

El poder ya no reside solo en la capacidad militar rusa, sino en otros dos pilares: el liderazgo y la confianza. Putin está aislado y su final no será pacífico, ni rápido, ni voluntario

Foto: El presidente de Rusia, Vladímir Putin. (EFE/Joédson Alves)
El presidente de Rusia, Vladímir Putin. (EFE/Joédson Alves)

El riesgo político consiste en el impacto de los hechos y las decisiones de naturaleza política en las decisiones empresariales, las operaciones y la cuenta de resultados. No es un complemento cosmético, sino que se incardina en las compañías multinacionales. En estos días de oscuridad y guerra, el riesgo político se concreta en tres niveles corporativos: poder, riesgo y rendición de cuentas.

El poder es contextual y se revisa a cada instante. En las últimas dos semanas, el mundo ha cambiado a gran velocidad. Rusia ha lanzado una ofensiva militar que no tiene marcha atrás y que afecta a los mercados energéticos y de materias primas. Es una acción definitiva: no es posible la vuelta atrás a un escenario prebélico y, más aún, las sanciones económicas no se levantarán en el corto plazo. Las huellas son profundas: caída del rublo, ruina de la bolsa de Moscú, el bono ruso se califica como basura, los inversores huyen y los depósitos se desvanecen.

La Unión Europea ha despertado del letargo y aspira a ser, de verdad, fuerza geopolítica. Alemania anuncia la inversión del 2% del PIB en industria militar para afrontar este desafío y envía armas al exterior por primera vez desde 1945. Más aún, Suiza, Finlandia o Suecia manifiestan su interés por cambiar su estatus: malos tiempos para el perfil bajo. En Asia-Pacífico, el bloqueo es doctrina: Japón, Corea del Sur, Australia o Singapur apoyan las medidas. China está incómoda, porque no quiere cargar con el peso del oso ruso, cuya economía aporta poco valor añadido a su sueño internacional. La amistad y los acuerdos serán duraderos, pero no tiene sus propios problemas geográficos (Tíbet, Hong Kong, Xinjiang) o la controversia por Taiwán.

Foto: El canciller alemán, Olaf Scholz, durante su discurso. (Reuters/Michele Tantussi)

El poder ya no reside solo en la capacidad militar rusa, sino en otros dos pilares: el liderazgo y la confianza. Putin está aislado y su final no será pacífico, rápido ni voluntario. Estas tesis avalan la teoría de la desglobalización política, cuyo impacto es económico y social. El aislamiento de Rusia principia en la política, pero se extiende al comercio, los vuelos, los transportes, la tecnología, los medios de comunicación o la industria del lujo. Rusia está fuera del sistema y su concepción del poder, basada en armamento nuclear, es insuficiente para entender la complejidad del mundo que viene. La duda que emerge no es si Putin puede ganar y conquistar Ucrania 'manu militari', sino cómo podrá actuar en la esfera global como una potencia desgastada y arruinada.

La segunda clave es la propia definición de riesgo. El conflicto bélico tiene una fecha de inicio, pero no sabemos cuándo acabará, en qué condiciones de pacificación, qué grado de destrucción dejará o qué consecuencias políticas legará en Rusia y la Unión Europea. Estas incógnitas son principales, pero hay otras cuestiones de fondo que afectan a la empresa. Las sanciones económicas anticipan un escenario de caos y desinversión en una ventana de cinco a siete años. Aunque Rusia es una economía en desarrollo (materias primas, energías fósiles y escaso valor añadido), sin inversiones estos activos también se devalúan. El colapso ruso y la guerra financiera que anuncian no es gratis para la Unión Europea: inflación, crecimiento del precio del gas y petróleo, ralentización de la transición energética, desempleo y oleadas de refugiados, con sus efectos en la demanda populista.

La paradoja de la globalización consiste en que esta crisis que viene tendrá menor impacto en las cifras globales de crecimiento. En la crisis de 1998, el peso y la relevancia rusa eran mayores en términos comparativos. Entonces, el riesgo y la exposición eran mayores para la economía global. El colapso que se avecina está identificado. Así hemos aprendido a pasar del riesgo —controlado, cuantificado, descontado— a la incertidumbre —incapacidad de valorar o calcular escenarios en el medio plazo—. Crece la incertidumbre cuando no se conoce la naturaleza del conflicto (ciberseguridad, ataque a la población civil, amenaza del uso de poder nuclear), el límite de las ambiciones del gobierno de Putin (¿serán Estonia y Letonia con una población autodefinida como rusa del 24%?, ¿son serias las amenazas a Suecia, Finlandia o Francia?) o las ramificaciones del conflicto cuando este se estanque.

Foto: El presidente de Rusia, Vladímir Putin. (Reuters/Mikhail Klimentyev)

La rendición de cuentas es una tendencia al alza, que incluye una revisión profunda de la responsabilidad empresarial, la licencia para operar y otra palabrería que conviene aterrizar. La novedad consiste en que la demanda de transparencia proviene de los empleados, los consumidores y los accionistas. Los empleados reclaman políticas "justas" para asuntos medioambientales, de género o cambio climático. Una guerra en ciernes puede animar el debate político interno y forzar decisiones empresariales: abandonar proyectos y mercados, bloquear a proveedores o distribuidores, revisar alianzas o renunciar a inversiones. Los consumidores pueden emprender campañas de boicot, mientras que las empresas pueden retirar de su oferta el producto o servicio ruso por temor al coste reputacional. Es la lógica que subyace en las decisiones de las organizaciones culturales y deportivas que han expulsado a artistas, deportistas o clubes. No quieren vincular su nombre al declive del imperio ruso, aunque hayan mirado para otra parte en las dos últimas décadas. Hoy, con redes sociales y consumidores políticos, ninguna compañía quiere esa exposición, fuente segura de crisis de comunicación.

Desde la óptica realista, los inversores se retiran del riesgo y la incertidumbre de un periodo largo de sanciones. Se ha descontado una contracción de doble dígito en la economía rusa, un desastre sin precedentes para el PIB, y una inflación por encima del 10%. Rendir cuentas principia en justificar bien las decisiones de inversión. En esta situación, estos tres decisores de la estrategia empresarial han entendido que la rendición de cuentas no es una campaña de relaciones públicas, sino un conjunto de acciones que afecta a las operaciones, los mercados y los consumidores. La incertidumbre rusa es inasumible para la cuenta de resultados y la reputación.

En síntesis, las empresas han aprendido de manera súbita la relevancia del riesgo y la incertidumbre, vocabulario que viene para quedarse en los consejos de administración.

*Juan Luis Manfredi es Catedrático Príncipe de Asturias en Georgetown University.

El riesgo político consiste en el impacto de los hechos y las decisiones de naturaleza política en las decisiones empresariales, las operaciones y la cuenta de resultados. No es un complemento cosmético, sino que se incardina en las compañías multinacionales. En estos días de oscuridad y guerra, el riesgo político se concreta en tres niveles corporativos: poder, riesgo y rendición de cuentas.

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