Es noticia
Después de Ucrania, la derecha autoritaria necesita un plan B
  1. Mundo
  2. Tribuna Internacional
Ramón González Férriz

Tribuna Internacional

Por

Después de Ucrania, la derecha autoritaria necesita un plan B

La agresión de Putin ha derribado muchos argumentos de la nueva derecha radical. El más importante: que las guerras son fruto del choque entre civilizaciones

Foto: Encuentro de Orbán y Abascal en Madrid en enero pasado. (Reuters)
Encuentro de Orbán y Abascal en Madrid en enero pasado. (Reuters)
EC EXCLUSIVO Artículo solo para suscriptores

Imagine que tiene un amigo que le ha servido de modelo de conducta: no solo le convencen sus ideas, sino que le gustaría compartir algunos rasgos de su carácter: la fortaleza, la osadía, el temple. Ese amigo, cree usted, ha sabido ver cosas que los demás no ven: los errores que cometemos, las debilidades ajenas, la cobardía. Es cierto que ese amigo le ha dado algo de dinero y muchos recursos, por lo que la amistad, claro, también es interesada. Pero después de mucho tiempo de relaciones afectuosas e incluso íntimas, ese amigo ha hecho algo escandaloso a la vista de todos y ha quedado de manifiesto que no es fiable, que sus subordinados le han engañado de manera sistemática y que su aparente vigor era en realidad un exceso de confianza. Nadie quiere saber nada de él. ¿Qué hace usted con su amigo?

Eso es lo que les está pasando ahora a un buen puñado de políticos occidentales con Vladímir Putin. En 2014, Matteo Salvini, el líder de la Liga italiana, llevaba camisetas con la cara de su héroe y posó con una de ellas en la Plaza Roja de Moscú. Marine Le Pen recibió dinero de bancos rusos para pagar campañas electorales que los bancos de su país no quisieron financiar y, poco antes de las elecciones presidenciales de 2017, acudió al Kremlin para reunirse con Vladímir Putin, con quien se fotografió (“Rusia en ningún caso desea influir en las elecciones presidenciales de Francia”, dijo Putin en esa ocasión). Hace mucho menos tiempo, con la guerra ya iniciada, Donald Trump llamó “genio” a Putin. “Es muy listo. Se está apoderando de un país, una zona muy, muy grande, un gran territorio con un montón de gente, entrando como si nada”, dijo.

Foto: Vladímir Putin, durante una rueda de prensa. (Reuters/Camus) Opinión
TE PUEDE INTERESAR
No debemos ayudar a Putin a salvar la cara
Ramón González Férriz

En España, el Gobierno del expresidente de la Generalitat Carles Puigdemont buscó activamente la colaboración del Gobierno de Putin y su entorno empresarial para conseguir la independencia; los rusos, además, llevaron a cabo una de sus habituales campañas de desinformación en favor del bando independentista. Vox se ha mostrado ambivalente: si bien el hoy eurodiputado Hermann Tertsch ha sido siempre muy crítico con Putin, Rafael Bardají, uno de los principales ideólogos del partido, le dijo hace unos años a Anne Applebaum que “no creía tener mucho en común con una OTAN que estaba preparándose para defender a la Europa oriental frente a Rusia”. Y, si bien Vox no ha sido un aliado explícito de Putin, sí lo ha sido de todos sus socios —Trump, Bannon, Orbán, Le Pen y Bolsonaro— y sin duda ha compartido versiones “light” de su nacionalismo antiliberal, su aversión a la idea de la Unión Europea y la reivindicación de la civilización cristiana.

Fuera del ámbito de la derecha nacionalista, durante sus años como canciller alemán, el socialdemócrata Gerhard Schröder entabló amistad con Putin; se caían bien y Schröder, además, quería resarcir la culpa histórica de Alemania por la matanza de rusos que su país llevó a cabo en la Segunda Guerra Mundial. Cuando se retiró, el excanciller empezó a aceptar cargos en empresas rusas. Según el 'Financial Times', gana 600.000 euros al año de la petrolera Rosneft, ingresaba hasta ahora otros 250.000 de la empresa de canalizaciones Nord Stream y una cantidad desconocida por ser miembro del consejo de Gazprom.

Una creciente incomodidad

Hoy todos ellos se revuelven con mayor o menor incomodidad. Salvini se hace fotos con carteles que dicen 'SOS Ucrania' y aguantó como pudo cuando un alcalde polaco le mostró condenatoriamente la misma camiseta de Putin con la que había posado en el pasado. Los trumpistas afirman que con su líder la guerra de Ucrania no habría tenido lugar porque Trump, un líder aún más fuerte y más listo que Putin, le habría parado los pies. Le Pen tuvo que destruir millones de ejemplares de un folleto de campaña para las elecciones francesas porque en él aparecía una foto suya con Putin. Carles Puigdemont y su entorno han asegurado una y otra vez que todo forma parte de la intoxicación de la “caverna mediática” española.

Foto: Imagen: L. M.
TE PUEDE INTERESAR
Los últimos amigos españoles de Rusia: "Putin no es un maricomplejines"
Alfredo Pascual Carlos Prieto Ilustración: Laura Martín

Después de que Vox condenara explícitamente la invasión de Ucrania, hace pocos días, en uno de los giros más estupefacientes de la retórica política reciente, Ortega Smith llamó en el Congreso de los Diputados “comunista” a Putin, un gobernante nacionalista, religioso y conservador. Orbán y Bolsonaro se han declarado más o menos neutrales en el conflicto. Schröder se limitó a publicar un artículo en LinkedIn en el que decía que “la guerra y el sufrimiento del pueblo ucraniano deben terminar cuanto antes. Eso es responsabilidad del Gobierno ruso”, pero no renunció a ningún cargo.

Argumentos que caen

No todos los admiradores de Vladímir Putin, pues, eran autoritarios y de derechas, pero los partidos autoritarios de derechas no saldrán indemnes de esta guerra. Lo cual no significa que sufran debacles electorales (es probable que este domingo Orbán gane las elecciones húngaras y que Marine Le Pen pase a la segunda vuelta de las francesas la semana que viene). Es muy posible que la política internacional no afecte tanto a los votantes como podríamos pensar quienes prestamos atención a ella.

Pero lo cierto es que la guerra de Ucrania ha destruido la mayoría de las reivindicaciones de esa derecha: los hombres fuertes y los regímenes autoritarios no son más sólidos y eficaces que los líderes y los gobiernos democráticos (ya se puede decir que Putin es un mal estratega y que el grado de corrupción que permitió es una de las causas de la debilidad de su EEjército); el nacionalismo no es una ideología pacífica puesta al servicio del pueblo, sino un arma de agresión, que además suele ocultar un enorme y deliberado clasismo; y, al parecer, la reivindicación del cristianismo y de su moral no parece impedir el asesinato de miles de civiles inocentes. También sabemos ahora que su conservadurismo no es incompatible con que, como hemos ido recordando estos días, muchos miembros de la élite política rusa, empezando por el propio Putin o su ministro de Exteriores, Sergei Lavrov, tengan dos familias: la oficial y la formada, por lo general, con una amante más joven.

Foto: Vladímir Putin, en un reciente homenaje al soldado desconocido. (EFE/Nikolsky) Opinión
TE PUEDE INTERESAR
Los 'tontos útiles' de Putin en Europa
Ramón González Férriz

Pero la lección más importante que pueden aprender estos partidos obsesionados con la lucha contra el islam es que los grandes conflictos no siempre se dan entre civilizaciones —independientemente de qué consideremos una civilización—; a todos los efectos, según ellos Ucrania y Rusia no solo forman parte de la misma civilización, son casi el mismo pueblo. Y Putin lo ha agredido sin ninguna consideración. Pese a su retórica contra países y civilizaciones de fuera, los nacionalistas siempre agreden primero a sus enemigos internos.

Después de haberles financiado, mimado y promocionado, Putin ha dejado a una parte relevante de los políticos occidentales en una situación muy incómoda. Si es lo bastante incómoda como para impulsar el cambio de sus principios ideológicos, es algo que está por ver. Pero sin duda la derecha autoritaria necesita un plan B: uno que al menos reescriba el pasado de su relación con Putin.

Imagine que tiene un amigo que le ha servido de modelo de conducta: no solo le convencen sus ideas, sino que le gustaría compartir algunos rasgos de su carácter: la fortaleza, la osadía, el temple. Ese amigo, cree usted, ha sabido ver cosas que los demás no ven: los errores que cometemos, las debilidades ajenas, la cobardía. Es cierto que ese amigo le ha dado algo de dinero y muchos recursos, por lo que la amistad, claro, también es interesada. Pero después de mucho tiempo de relaciones afectuosas e incluso íntimas, ese amigo ha hecho algo escandaloso a la vista de todos y ha quedado de manifiesto que no es fiable, que sus subordinados le han engañado de manera sistemática y que su aparente vigor era en realidad un exceso de confianza. Nadie quiere saber nada de él. ¿Qué hace usted con su amigo?

Vladimir Putin OTAN Unión Europea Conflicto de Ucrania
El redactor recomienda