Es noticia
El derrumbe del Gobierno de Draghi es una temeridad para Italia, Europa y España
  1. Mundo
  2. Tribuna Internacional
Ramón González Férriz

Tribuna Internacional

Por

El derrumbe del Gobierno de Draghi es una temeridad para Italia, Europa y España

Era casi inevitable que el Gobierno de Draghi acabara así. Pero su apariencia tecnocrática y su talento político hicieron pensar que era posible que llegara al final de la legislatura

Foto: El primer ministro de Italia, Mario Draghi. (Reuters/Guglielmo Mangiapane)
El primer ministro de Italia, Mario Draghi. (Reuters/Guglielmo Mangiapane)
EC EXCLUSIVO Artículo solo para suscriptores

Mario Draghi no ha conseguido mantener unida la coalición de unidad que le llevó al poder en febrero de 2021 y ha presentado su dimisión. Con ello, Italia se aboca a unas elecciones anticipadas en octubre que la mayoría de la población decía no querer. Y quedan profundamente afectadas muchas de las importantes decisiones que están tomando y deben tomar la Comisión Europea con respecto a la ayuda a Ucrania y la crisis energética, por un lado, y el Banco Central Europeo acerca de la política de tipos y adquisición de activos, por el otro. Es una pésima noticia para el país, para Europa y también para España, que una vez más puede verse arrastrada por la desconfianza de los mercados hacia Italia. Si teníamos la sensación de vivir con una incertidumbre difícil de gestionar, sin Draghi al frente de su país, esta aumentará.

Draghi llegó al puesto de primer ministro hace poco menos de un año y medio con un mecanismo perfectamente legal y habitual en Italia, pero con problemas de legitimidad democrática: escogido por el Parlamento sin haber sido votado previamente por la ciudadanía. La coalición que le apoyó abarcaba desde el centro izquierda del Partido Democrático, a la derecha de Forza Italia (el partido de Berlusconi), el populismo cada vez más contradictorio de 5 Estrellas y la derecha autoritaria de la Liga, además de otros partidos menores. Y le hizo un encargo tecnocrático: asumir la gestión de la segunda fase de la pandemia, gestionar los fondos europeos y encarrilar las reformas que permitieran a Italia salir de dos décadas sin apenas crecimiento económico. El gobierno con el que debía hacerlo contaba con ministros de todos los partidos grandes, lo que hacía que su dirección política no tuviera más coherencia que la que le daba Draghi: sobrio, moderado, modernizador, europeísta.

Foto: El primer ministro italiano, Mario Draghi. (Reuters/Albert Gea)

Pero el día a día era cada vez más difícil. Y la inestabilidad y las tendencias 'antiestablishment' que han dominado la política italiana desde los años noventa reaparecían una y otra vez. Hace unas semanas, por ejemplo, la Liga apoyó una huelga de taxis contra una nueva ley de la competencia ya acordada por el Gobierno. 5 Estrellas se la tenía jurada al resto del Gobierno por la ya aprobada construcción de una incineradora de residuos cerca de Roma, a la que se oponía. Cuando este último partido le retiró su confianza, la semana pasada, Draghi presentó su dimisión: al no ser un primer ministro surgido directamente de las elecciones generales, sentía que su única legitimidad procedía de tener el apoyo de todos los partidos importantes. Y, al no ser político de partido, no tenía ningún interés en mantenerse en el cargo sin la capacidad de sacar adelante las reformas que sentía que eran su cometido. Pero el presidente, Sergio Mattarella, la rechazó. Draghi tenía una semana para revalidar los apoyos. No lo ha conseguido. En realidad, los ha perdido: no solo 5 Estrellas y la Liga, sino también Forza Italia, le han abandonado, aunque formalmente Draghi haya conseguido más votos a favor que en contra en la moción de confianza. La inestabilidad de la política italiana es citada en ocasiones como una muestra de frivolidad y genialidad, maquiavelismo y capacidad de supervivencia. Hacer caer este Gobierno en este momento parece algo casi peor.

Y no será porque Mario Draghi no tuviera capacidad de supervivencia o talento político. Este no se ganó el apodo de Super Mario siendo el presidente del Banco Central Europeo. Fue mucho antes, en la década en la que desempeñó un oscuro cargo para el que le nombró en 1991 el primer ministro Giulio Andreotti: director general del Tesoro italiano.

Foto: El primer ministro italiano, Mario Draghi. (EFE/Angelo Carconi)

Allí sobrevivió durante 10 gobiernos distintos —un chiste de la política italiana dice que fueron 10 los ministros de Finanzas que estuvieron a sus órdenes, y no al revés— y llevó a cabo una tarea formidable, cuenta su biografía ' Mario Draghi. El artífice' (editorial Deusto). Dentro de la élite italiana fue considerado una de las figuras cruciales cuyo trabajo permitió al país formar parte del euro en 1999. La biografía resume su tarea de manera impecable: “El papel de Draghi, a pesar de su apariencia tecnocrática, era exquisitamente político”.

Y así ha sido también su trabajo como primer ministro. Su gestión no ha sido tecnocrática, en el sentido de buscar una mera neutralidad técnica o la gestión cotidiana de los asuntos administrativos, sino que ha sido abiertamente política y ha sabido, la mayor parte de las veces, imponérsela a sus socios. Su empeño principal ha consistido en alinear Italia con la ortodoxia europeísta de los gobiernos de Alemania, Francia o España, e intentar poner de nuevo orden en las cuentas de un país crónicamente sobreendeudado, con una burocracia ineficaz y un desempeño económico muy por debajo de sus posibilidades. Draghi quiso también modernizar las estructuras sociales complejas y, a pesar de ser un hombre católico formado en los jesuitas, con los fuertes instintos conservadores del norte del país, planteó cuestiones como la de la paridad salarial o las políticas de conciliación, menos presentes en Italia que en nuestro país.

Que la vida política de un primer ministro quede interrumpida por caprichos partidistas no tiene nada de raro en Italia

Por sus propias características, era casi inevitable que el Gobierno de Draghi acabara así. Pero su apariencia tecnocrática y su talento político hicieron pensar que era posible que llegara al final de la legislatura, en abril de 2023, y se retirara entonces con su aura de hombre honesto y eficaz. Que la vida política de un primer ministro quede interrumpida por caprichos partidistas no tiene nada de raro en Italia. Que haya sucedido de nuevo esta vez es una temeridad para Italia y Europa. Y también para España.

Mario Draghi no ha conseguido mantener unida la coalición de unidad que le llevó al poder en febrero de 2021 y ha presentado su dimisión. Con ello, Italia se aboca a unas elecciones anticipadas en octubre que la mayoría de la población decía no querer. Y quedan profundamente afectadas muchas de las importantes decisiones que están tomando y deben tomar la Comisión Europea con respecto a la ayuda a Ucrania y la crisis energética, por un lado, y el Banco Central Europeo acerca de la política de tipos y adquisición de activos, por el otro. Es una pésima noticia para el país, para Europa y también para España, que una vez más puede verse arrastrada por la desconfianza de los mercados hacia Italia. Si teníamos la sensación de vivir con una incertidumbre difícil de gestionar, sin Draghi al frente de su país, esta aumentará.

Mario Draghi Comisión Europea Banco Central Europeo (BCE)
El redactor recomienda