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¿Quedan en Europa países inconscientes de la precariedad de su tamaño?
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¿Quedan en Europa países inconscientes de la precariedad de su tamaño?

El cambio de eje cardinal desde la derecha-izquierda al de democracia liberal frente a autocracias es una mera cuestión inmunológica

Foto: Giorgia Meloni. (Reuters/Guglielmo Mangiapane)
Giorgia Meloni. (Reuters/Guglielmo Mangiapane)

La emergencia de derechas radicales en Europa los últimos años tiene en Italia, con la coalición Meloni, el último exponente. Siguen los pasos de Suecia y Francia, y otras derivas abiertamente díscolas con la UE, en Polonia y sobre todo Hungría. España, quizás a la vuelta de la esquina con algún acomodo, PP-Vox. Llegó a Italia, miembro fundador de la UE, y de los cordones sanitarios se pasa a un proceso de pseudo-asimilación. Tras el reajuste mediático, el destilado con la prueba crítica del Estado de derecho sigue su curso. “Tenemos nuestros mecanismos”, dijo Von der Leyen.

El cambio de eje cardinal, desde la derecha-izquierda al de democracia liberal frente a autocracias, es una mera cuestión inmunológica. Y tanto lo es preservar sus esencias como garantizarse la máxima autonomía en una coyuntura crítica que amenaza un modelo de gobernanza intergubernamental obsoleto. Se vislumbra un llamado a la concertación desde el clamor coral de la necesidad.

Foto: Los líderes de la coalición de derechas en la campaña electoral. (EFE/Giuseppe Lami)

Dónde había declamas antieuro, ahora hay voluntad de conformación explícita. Un miembro de la coalición italiana, ni más ni menos que el antiguo presidente de la Cámara europea, Tajani, se presenta como su valedor institucional ante Europa. El presidente del partido popular EPP, Weber, lo endosa también. Toda la prensa internacional quita hierro al asunto. Va antes el huevo o la gallina.

Los nuevos tiempos los dibuja una reconfiguración política de la globalización, ese monstruo amorfo de mil cabezas tan denostado por la derecha radical. Su respuesta a un diagnóstico legítimo de indefensión (y del que participa parte de la izquierda radical) ha sido siempre parca, reaccionaria y reduccionista, cuasi folclórica, religiosa. Los delirios ingleses del Brexit y sus consecuencias hacen de advertencia. ¿Quedan en Europa países inconscientes de la precariedad de su tamaño?

Los nuevos tiempos los dibuja una reconfiguración política de la globalización, ese monstruo amorfo de mil cabezas

La pregunta del millón es si esta 'familia' de proposiciones nacionalistas será capaz de trascender su mitología hacia una proposición de concertación 'nacional' de corte europeo, Nación Europa, en un momento tan crítico en el que a Europa se le agota la funcionalidad de un marco institucional muy obsoleto. Tanto como para necesitar la constitución de un estamento federal, una suerte de Estado Europa. Y esto es binario, va con la votación a una reforma de Tratados.

Con “patriotas europeos” se salió la Meloni en su mitin de Marbella, ¿sabe lo que dice? El patriotismo es al nacionalismo lo que la salud al cáncer. Está por dilucidarse si esa apelación a la “tradición”, de vocación bien amplia —“civilización occidental”, “cultura cristiana”— pero memoria muy corta, identifica esas raíces comunes confluyendo en la arquitectura de Estados de derecho que encarna la Unión Europea. Tajani, hablando en entrevistas recientes de eurobonos y reforma institucional, parece que lo tiene clarísimo.

Foto: Jimmie Akesson, líder de los Demócratas de Suecia. (EFE/Stefan Jerrevang)

Son muy pocos en mercados financieros los que desconocen, a grandes rasgos, el callejón sin salida real al que está abocada la arquitectura euro que no sea una unión fiscal y un eurobono. Y la abulia paralizante que ha supuesto. Sirva de muestra el desoído alemán a las interpelaciones de figuras como Macron Draghi, o la propia alemana Von der Leyen al Parlamento a favor de una capacidad fiscal permanente (mayo 2022). Alemania sigue haciéndose trampas en el solitario (mecanismo antifragmentación). Demasiada procrastinación fermentando en ese estanque, opaco a la opinión pública.

Resulta, sin embargo, también, que la oficialidad europea, la Comisión, 'esos burócratas', tiene su instinto. Desde la primera crisis de refugiados políticos de Siria en 2015 hasta los episodios de inmigraciones en Grecia 2019 y 2021, y en España 2021, todos han recibido la respuesta con la consigna “frontera europea”. “Ninguna comunidad puede arraigar un sentido de pertenencia sin una frontera que defender”, dijo Macron, trayéndose el debate de la inmigración y el obvio choque cultural al centro, donde corresponde.

El espacio de reunión del centro político quedó muy tocado por la abjuración que se ha hecho de dos categorías políticas congénitas

La clave de la concertación se esconde en los resortes de la dispersión pasada. El espacio de reunión del centro político quedó muy tocado por la abjuración que se ha hecho de dos categorías políticas congénitas. De un lado, las derechas se sustrajeron a la figura del Estado en todo el plano económico y la prescripción de soluciones, al son de una globalización a golpe de multinacional. Del otro, las izquierdas han rescindido el concepto 'nación'. O por un particularismo disolvente —sirva de ejemplo España— o gregario —los colectivos 'woke'—, o por escapismo 'buenista', el que se va a defender las jurisdicciones más perentorias, como regímenes fundamentalistas islámicos y dictaduras autoritarias.

Foto: El vicepresidente italiano, Matteo Salvini, en un mitin de partidos de extrema derecha en Milán. (Reuters)

Todo el histrionismo ideológico de la política actual se ceba en ese divorcio Estado-nación. Y en formato europeo, potencialmente letal: un reguero para la dispersión y combustible para las guerras culturales, amnesia y aquelarre de principios. Cualquier mitología nacionalista, por la que unos se interpreten sin los otros, es un atentado a la verdad histórica, cercena la concertación política y conculca el reconocimiento de una identidad europea, real, ubicua y mucho más allá de la profesión religiosa o no.

La deriva de política europea tiene en la destilación de estas derechas radicales con la prueba del Estado de derecho su asignatura pendiente. Todo lo que se salga no vale. En ese proceso de centrifugado mitigando el histrionismo, muchos se sorprenderán de que la acción propositiva en torno a 'civilización occidental', 'cultura cristiana', está perfectamente consignada en los postulados de ese Estado de derecho. La pregunta es si la existencia velada de una nación europea se materializa en una suerte de Estado europeo —para variar, sería algo digno de celebrar—. Sospecho que no podemos estar a mucho de comprobarlo.

La emergencia de derechas radicales en Europa los últimos años tiene en Italia, con la coalición Meloni, el último exponente. Siguen los pasos de Suecia y Francia, y otras derivas abiertamente díscolas con la UE, en Polonia y sobre todo Hungría. España, quizás a la vuelta de la esquina con algún acomodo, PP-Vox. Llegó a Italia, miembro fundador de la UE, y de los cordones sanitarios se pasa a un proceso de pseudo-asimilación. Tras el reajuste mediático, el destilado con la prueba crítica del Estado de derecho sigue su curso. “Tenemos nuestros mecanismos”, dijo Von der Leyen.

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