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El ataque de Hamás y el nuevo gran conflicto que enfrenta Occidente
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Ramón González Férriz

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El ataque de Hamás y el nuevo gran conflicto que enfrenta Occidente

El bloque de naciones que quieren acabar con la hegemonía occidental, y con los valores liberales, va en serio. Tiene recursos limitados, pero ha comprobado que las sanciones occidentales no son omnipotentes

Foto: Ataque aéreo israelí contra Al-Tufah, Gaza. (EFE/EPA/Mohammed Saber)
Ataque aéreo israelí contra Al-Tufah, Gaza. (EFE/EPA/Mohammed Saber)
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Hamás cometió la atroz matanza del sábado pasado porque sabe que los palestinos están cada vez más solos. En los últimos años, con la ayuda de Estados Unidos, Israel ha persuadido a algunos de sus históricos adversarios, como Marruecos, Emiratos Árabes Unidos y Arabia Saudí, para que asuman su derecho a existir y establezcan con él relaciones comerciales y diplomáticas. Se trata de un hecho que hace apenas una década resultaba impensable: el mundo árabe ha decidido reconocer a Israel sin que este tenga que dar absolutamente nada a cambio a los palestinos. Es más, lo ha hecho después de que el Gobierno de Benjamin Netanyahu los tratara con desprecio. Más allá de la retórica solidaria, que ahora volverá a encenderse, los árabes han abandonado casi por completo a Palestina.

Al mismo tiempo, aunque se confirmen las informaciones de que Irán ha cooperado activamente con Hamás para organizar y lanzar el ataque, este no irá a la guerra por los palestinos. Lo demuestra la relativa contención que en los últimos años ha mostrado Hezbolá, una organización terrorista sirio-libanesa parcialmente controlada desde Teherán. En esta ocasión, ni siquiera ha aprovechado la desorientación de los israelíes para emprender un ataque sistemático desde su frontera norte. Lanzará misiles y tratará de calmar a sus partidarios más belicosos con incursiones violentas. Pero, probablemente, no más. A Irán le gustaría que Israel desapareciera, pero no se la jugará por los desventurados gazatíes.

Foto: Bombardeos en Gaza. (EFE/Mohammed Saber)

No es una novedad histórica, pero la soledad de los palestinos queda igualmente reflejada en el hecho de que Egipto ni siquiera esté dispuesto a abrir su frontera con Gaza para que sus habitantes huyan ante la inminente incursión de Israel.

Solos, pero dentro de un bloque

Al mismo tiempo, y aunque parezca paradójico, Hamás actuó el sábado pasado con esa crueldad porque sabe que forma parte de un bloque político que va más allá de Irán y de Siria, y que incluye a países como Rusia, Corea del Norte, Venezuela o Cuba. Estos países tienen agendas e ideologías distintas, pero todos ellos comparten una frontal oposición a la hegemonía de Occidente y a los principios de la democracia liberal. En su versión más presentable para los foros internacionales, defienden un mundo multipolar, que no esté dominado por Estados Unidos y sus aliados, en el que el llamado Sur Global juegue en igualdad de condiciones con los países ricos. En su versión más cruda, favorecen las intervenciones terroristas o bélicas para limitar la influencia estadounidense y europea y tratar de poner al bloque occidental a la defensiva. Y cuentan con aliados en el interior de Occidente: en la izquierda radical, quienes creen que la culpa de todo siempre es del imperialismo yanqui, la sumisa UE y la belicosa OTAN; en la derecha más autoritaria y antisemita, quienes creen que Occidente carece de valor moral y se ha dejado llevar por el hedonismo de los principios liberales.

¿Y China?

Al igual que los países de este bloque contrario a la hegemonía occidental, China no ha condenado abiertamente los crímenes de Hamás. “China se considera una amiga tanto de Israel como de Palestina”, dijo esta semana el comunicado oficial del Gobierno. Porque China, aunque siente por ese “sur” —al que aspira a liderar— una mayor simpatía que por el bloque occidental, no desea un mundo multipolar, sino bipolar, en el que la hegemonía global esté repartida entre Estados Unidos y ella. Pero, al mismo tiempo, y aunque en los últimos tiempos ha aumentado su influencia en el mundo y ha querido presentarse como mediadora en conflictos internacionales, no sabe bien qué quiere hacer con los choques vinculados al terrorismo islámico. Se puso de perfil tras el 11S y la invasión de Afganistán e Irak y se ha puesto de perfil ahora. Tiene pánico a que el terrorismo islámico pueda actuar dentro de sus fronteras —es la excusa que utiliza para reprimir brutalmente a la población uigur, de mayoría musulmana—, pero al mismo tiempo quiere presentarse en el plano global como una amiga del islam y de regímenes teocráticos enemistados entre sí como los de Arabia Saudí e Irán.

¿Y ahora?

Las atrocidades de Hamás solo fueron posibles por los incomprensibles fallos de la seguridad israelí. Pero estos forman parte de un error intelectual que todo Occidente ha cometido de manera sistemática en los últimos años: pensar que Hamás era un grupo odioso, pero no irracional, y que no iba a arriesgarse a iniciar una guerra y, con ella, provocar la destrucción casi total de sus efectivos y la muerte de decenas de miles de palestinos. Ha sido un error de juicio parecido al que llevó a Europa a pensar que Rusia era una nación gobernada por mafiosos, pero no tan irracional como para invadir Ucrania y enfrentarse a Occidente.

Foto: Un soldado israelí en la frontera entre Gaza e Israel. (Europa Press/dpa/Ilia Yefimovich) Opinión
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Estos errores intelectuales son dramáticos por las muertes no evitadas. Pero también constituyen una lección para el futuro: el bloque de naciones que quieren acabar con la hegemonía occidental, y con los valores liberales, va en serio. Tiene recursos limitados, pero ha comprobado que las sanciones occidentales no son omnipotentes. Seguirá sirviéndose de carne cañón como la palestina, o los soldados rusos en la invadida Ucrania, para poner sus reivindicaciones en el centro mediático. Como sucede también en el caso de la guerra de Ucrania, no puede dar por sentado el pleno apoyo de China, pero sí una relativa aquiescencia de esta. Y, por encima de todo, cuenta con que la cada vez más ineficiente democracia estadounidense, y las dificultades para que los 27 miembros de la UE tomen decisiones por unanimidad, le permitirán llevar a cabo acciones decisivas.

En el momento en el que el ejército israelí invada Gaza, nos adentraremos en un conflicto impredecible y potencialmente terrorífico. No debería llevarnos a una guerra aún más amplia. Occidente debe mantenerse sereno y, al mismo tiempo, alerta: el bloque global que quiere acabar con su preponderancia y sus valores percibe que es un buen momento para pasar a la acción.

Hamás cometió la atroz matanza del sábado pasado porque sabe que los palestinos están cada vez más solos. En los últimos años, con la ayuda de Estados Unidos, Israel ha persuadido a algunos de sus históricos adversarios, como Marruecos, Emiratos Árabes Unidos y Arabia Saudí, para que asuman su derecho a existir y establezcan con él relaciones comerciales y diplomáticas. Se trata de un hecho que hace apenas una década resultaba impensable: el mundo árabe ha decidido reconocer a Israel sin que este tenga que dar absolutamente nada a cambio a los palestinos. Es más, lo ha hecho después de que el Gobierno de Benjamin Netanyahu los tratara con desprecio. Más allá de la retórica solidaria, que ahora volverá a encenderse, los árabes han abandonado casi por completo a Palestina.

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