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Qué es el terrorismo y qué son las organizaciones terroristas
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Fernando Reinares

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Qué es el terrorismo y qué son las organizaciones terroristas

Es imaginable el patrocinio o la instrumentalización de organizaciones terroristas de carácter transnacional por gobiernos con intereses geoestratégicos

Foto: Un soldado de Hamás, en una imagen de archivo. (Reuters/Ibraheem Abu Mustafa)
Un soldado de Hamás, en una imagen de archivo. (Reuters/Ibraheem Abu Mustafa)

Hablar de terrorismo es hablar de violencia, pero no de cualquier violencia. Un acto de violencia es terrorista cuando el impacto psíquico que provoca en una determinada sociedad o en algún segmento de ella excede con creces sus consecuencias puramente materiales. Es decir, cuando las reacciones emocionales generalizadas de ansiedad o miedo que el acto violento suscita en el seno de una población dada resultan desproporcionadas respecto al daño físico ocasionado intencionadamente a personas o cosas. Quienes instigan o ejecutan el terrorismo pretenden, inoculando temor, condicionar las actitudes y los comportamientos de gobernantes o gobernados.

Para que la violencia terrorista consiga tales efectos suele perpetrarse de manera sistemática e imprevisible. Por lo común, contra blancos de relevancia simbólica en sus entornos socioculturales o marcos institucionales, si bien el terrorismo es un fenómeno intrínsecamente indiscriminado. Esos blancos tienden a ser de oportunidad, vulnerables y en situación de relativa indefensión. Su menoscabo o destrucción, la muerte o la mutilación de las víctimas, son utilizados para transmitir mensajes y dar credibilidad a futuras amenazas, lo que convierte al terrorismo en un método tanto de comunicación y propaganda como de control social. Esta lógica lo distingue de otras formas de violencia que eluden publicidad, como la delincuencia común o el crimen organizado con fines lucrativos.

Foto: Un soldado de una brigada de Hamás, en una imagen de archivo. (EFE/M. Saber)

Así, el terrorismo puede ser practicado por actores muy variados, desde individuos aislados hasta actores colectivos. En cualquier supuesto, con una amplia diversidad de propósitos. En algunos casos se emplea con la intención declarada de proteger mercados ilegales, como ha ocurrido con la mafia italiana o los narcotraficantes colombianos. Incluso para protestar contra el deterioro del medioambiente o el maltrato hacia los animales. En propiedad, cabe calificar un terrorismo como político cuando intenta alterar la estructura y la distribución del poder, o bien incidir sobre la cohesión social en el seno de una población dada. Esta puede corresponder a la de alguna demarcación nacional concreta o estar definida por criterios que trascienden fronteras estatales.

El terrorismo adopta una orientación insurgente si aspira a modificar las relaciones de poder o el orden social existentes, mientras que adquiere una orientación vigilante cuando ambiciona preservar un sistema de dominación o una configuración de la sociedad. Asimismo, es posible distinguir entre el uso táctico o auxiliar del terrorismo y su utilización con carácter estratégico o preferente. Sin entrar en los múltiples antecedentes históricos del terrorismo, su versión contemporánea se ha practicado y se practica, tanto táctica como estratégicamente, en el contexto de disputas circunscritas a jurisdicciones estatales, al igual que en la esfera de las relaciones internacionales.

"Cabe calificar un terrorismo como político cuando intenta alterar la estructura y la distribución del poder, o bien incidir sobre la cohesión social"

No es infrecuente que los ejércitos regulares recurran tácticamente al terrorismo en el curso de conflagraciones bélicas entre países. Así, cabe calificar las operaciones militares concebidas no tanto por su eficacia logística para privar de efectivos materiales y humanos a las tropas enemigas como por su impacto psíquico sobre las autoridades del adversario o su población. Baste pensar en tantas operaciones llevadas a cabo por las fuerzas armadas de Rusia contra blancos civiles en Ucrania. Además, no pocos gobiernos —y no siempre dictatoriales— han tratado de fomentar sus intereses en escenarios geopolíticos regionales o mundialmente mediante un uso auxiliar de dicha violencia. El terrorismo practicado mediante resortes estatales ha alcanzado cotas de destrucción y crueldad que ninguna entidad terrorista moderna ha igualado.

En el ámbito estatal, el terrorismo puede ser utilizado para establecer o perpetuar un régimen por parte de élites no dispuestas a rendir cuentas ante los gobernados. El terror es esencial a totalitarismos como el nazismo alemán o el estalinismo soviético. Practicado como método auxiliar, se aprecia también en campañas reaccionarias y revolucionarias. Desde finales del siglo XIX, partidos, movimientos nacionalistas y populistas o grupos guerrilleros han recurrido al uso táctico del terrorismo. Pero uno de los rasgos más destacados del fenómeno es que grupos articulados inmersos en la contienda por el poder lo convirtieron en método preferente de sus repertorios de acción colectiva. Entonces estamos ante organizaciones terroristas, como ETA o los Grapo.

Foto: Homenaje a los 'ertzainas' asesinados por Mikel Otegi. (EFE/Adrián Ruiz de Hierro)

Delimitar el terrorismo y definir a la organización terrorista en los términos mencionados excluye consideraciones normativas o evaluadoras que distorsionan una identificación objetiva de dicho fenómeno. El énfasis se sitúa en la naturaleza de los procedimientos —a menudo reconocidos como terroristas por quienes hacen uso de ellos—, en lugar de aludir a la moralidad de los atentados de las organizaciones terroristas, sus ideologías, el tipo de régimen político bajo el cual operan, o el apoyo popular que movilicen. Importa añadir, en este sentido, que el terrorismo supone siempre un extremismo de los medios, pero no necesariamente de los fines.

Además, el terrorismo es un fenómeno que atraviesa fronteras. Las organizaciones terroristas han aprendido a aprovecharse de diferencias en el ordenamiento jurídico o en la opinión pública entre países. A veces con regímenes políticos análogos, otras veces dispares. Es común que una organización terrorista mantenga estructuras, movilice recursos y perpetre atentados en más de un país, incluyendo países ajenos al de su población de referencia o donde no tienen jurisdicción las autoridades a que dirigen sus demandas. Esto denota la transnacionalización del terrorismo. También en su práctica estatal mediante servicios secretos o agentes comisionados. Además, hay vínculos entre el terrorismo transnacionalizado y formas de delincuencia organizada como el narcotráfico.

Foto: Un joven ondea una bandera rusa en la Plaza Roja antes de una concentración para conmemorar el primer aniversario de la anexión rusa de cuatro regiones de Ucrania, en Moscú, Rusia. (Reuters / Stringer)

Sería muy difícil constatar hoy la existencia de organizaciones implicadas sistemáticamente en la práctica del terrorismo que no hayan transnacionalizado sus actividades. Son expresiones de un terrorismo transnacionalizado, pero no de un terrorismo internacional. A menudo se confunden ambos, cuando el segundo incluye al primero, pero no al revés. ¿Qué es, pues, el terrorismo internacional? Terrorismo internacional es, en primer lugar, el que se practica con la intención de afectar la estructura y distribución del poder en regiones enteras del planeta, o incluso a escala misma de la sociedad mundial. En segundo término, es aquel cuyos actores individuales y colectivos han extendido sus actividades por un significativo número de países o áreas geopolíticas, en consonancia con el alcance de los propósitos declarados.

La configuración específica del terrorismo internacional ha variado con el tiempo. Es imaginable el patrocinio o la instrumentalización de organizaciones terroristas de carácter transnacional por gobiernos con intereses geoestratégicos compartidos, lo cual otorgaría a su violencia un alcance propiamente internacional. Como ocurriera durante los años setenta y ochenta del pasado siglo con buena parte del terrorismo internacional auspiciado por países del extinto bloque comunista para desestabilizar a los del mundo occidental. Pero desde los años noventa el terrorismo internacional está relacionado con el yihadismo global y es practicado por actores individuales o colectivos cuya matriz de referencia fue durante veinticinco años solo Al Qaeda, pero que en la última década han tenido otra alternativa, la de Estado Islámico.

No todas las organizaciones islamistas que ejecutan sistemáticamente actos de terrorismo están integradas en ese terrorismo internacional de cariz yihadista. Hamás, por ejemplo, una organización islamista radical que ha transnacionalizado buena parte de sus actividades terroristas, incluyendo aquí los patrocinios estatales que recibe, no pertenece a la urdimbre del yihadismo global. Algo que convierte en internacional al terrorismo relacionado con Al Qaeda o Estado Islámico es que ambas estructuras mundiales descentralizadas persiguen la unificación política del islam o, en otras palabras, la instauración de un califato desde el extremo occidental de la cuenca mediterránea hasta los confines del sudeste asiático. La misma geografía en la cual tienen sus bases y cuentan con ramas territoriales, organizaciones afines o partidarios no encuadrados. Un terrorismo internacional que es ya terrorismo global.

Hablar de terrorismo es hablar de violencia, pero no de cualquier violencia. Un acto de violencia es terrorista cuando el impacto psíquico que provoca en una determinada sociedad o en algún segmento de ella excede con creces sus consecuencias puramente materiales. Es decir, cuando las reacciones emocionales generalizadas de ansiedad o miedo que el acto violento suscita en el seno de una población dada resultan desproporcionadas respecto al daño físico ocasionado intencionadamente a personas o cosas. Quienes instigan o ejecutan el terrorismo pretenden, inoculando temor, condicionar las actitudes y los comportamientos de gobernantes o gobernados.

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