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El nuevo partido de izquierdas alemán que escandalizará a Yolanda Díaz
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Ramón González Férriz

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El nuevo partido de izquierdas alemán que escandalizará a Yolanda Díaz

Sahra Wagenknecht tiene un historial político parecido al de la líder de Sumar, hizo carrera en un partido eurocomunista que, al mismo tiempo que sentía añoranza por el igualitarismo soviético, asumía las reglas del juego democrático

Foto: La líder del partido alemán 'Alianza Sahra Wagenknecht por la Razón y la Justicia', Sahra Wagenknecht. (EFE/Filip Singer)
La líder del partido alemán 'Alianza Sahra Wagenknecht por la Razón y la Justicia', Sahra Wagenknecht. (EFE/Filip Singer)
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El martes pasado, Pedro Sánchez y Yolanda Díaz presentaron el programa de su cada vez más probable Gobierno de coalición. Este está lleno de propuestas irrealizables, muestra un genuino empeño en aumentar la igualdad económica y de género mediante la intervención del Estado e ignora por completo cuestiones que aparecen entre las principales preocupaciones de los ciudadanos. Solo menciona una vez la inflación, no hace referencia a la amnistía de los líderes del independentismo y solo cita de pasada la inmigración. A diferencia de un programa electoral, este acuerdo no está pensado para conseguir votos, sino para calmar los ánimos de los socios. En ese sentido, refleja perfectamente la nueva ortodoxia de izquierdas española. Un tercio de ideas fantasiosas, otro de propuestas interesantes y otro de silencios interesados.

Eso se debe a que los dos firmantes del pacto saben que van a permanecer en el poder y no necesitan revisar a fondo sus principios. Y eso es una excepción. Porque los partidos equivalentes a Sumar en el resto de Europa no gobiernan y, en muchos casos, están en decadencia. En Italia, ese espacio casi ha desaparecido. En Grecia, Syriza no ha dejado de caer desde que abandonó el Gobierno. En Francia, el partido de Jean-Luc Mélenchon tiene una fuerte presencia parlamentaria, pero está lejos del poder ejecutivo. En Alemania, Die Linke (La izquierda) ha pasado en poco más de cinco años de ser el líder de la oposición a convertirse en una formación irrelevante. A consecuencia de ello, muchos de esos partidos están revisando a fondo sus propuestas políticas para hacerlas electoralmente más atractivas y para diferenciarse de la política mainstream. El caso más llamativo, con diferencia, es el alemán.

Foto: Pedro Sánchez, en Bruselas. (EFE/Olivier Matthys) Opinión

Izquierda antiinmigración

En un aspecto, Sahra Wagenknecht tiene un historial político parecido al de Yolanda Díaz. Como ella, tras la caída del Muro de Berlín hizo carrera en un partido eurocomunista que, al mismo tiempo que sentía añoranza por el igualitarismo soviético y emulaba su retórica revolucionaria, era consciente de sus fracasos y asumía las reglas del juego democrático. Pero las semejanzas terminan ahí. Wagenknecht, que lleva casi quince años siendo diputada de Die Linke, y que ha liderado el partido en algunos periodos, es una presencia habitual en las tertulias televisivas alemanas. Es una buena oradora, tiene una sólida formación intelectual —escribió una tesis sobre la influencia de Hegel en el pensamiento de Marx y es autora de varios bestsellers con fuerte contenido político— y es respetada también por muchos que nunca han votado a su partido. Ha estado dentro del establishment político alemán, pues, desde hace mucho tiempo, pero, al mismo tiempo, ha sido un caso singular dentro de él. La semana pasada anunció que abandonaba Die Linke para fundar un nuevo partido que refleje lo que muchos de sus compañeros de izquierdas consideran excentricidades ideológicas. El partido se llamará Alianza Sarah Wagenknecht por la Razón y la Justicia. Su programa escandalizará a Yolanda Díaz.

Su objetivo principal es robarle votos a Alternativa por Alemania, el partido de derecha nacionalista que ocupa el segundo lugar en las encuestas. Su votante ideal, dijo Wagenknecht en la presentación del proyecto, también al principio de esta semana, es alguien que siente furia contra el sistema, y que está desesperado, pero que no es de derechas. El segundo rasgo que destaca en la propuesta de Wagenknecht, cuyo padre era iraní, es que es netamente antiinmigración. Ya en 2015, mostró su discrepancia con la decisión de Angela Merkel de acoger a un millón de refugiados procedentes de Oriente Medio, y ahora afirma que, desde entonces, Alemania "está completamente desbordada". Faltan pisos, maestros y guarderías. "Permitir una inmigración masiva en esta situación es simplemente irresponsable". Durante la pandemia, mostró sus simpatías por el movimiento antivacunas y se opuso al uso obligatorio de las mascarillas. Se niega a llegar a acuerdos con los socialdemócratas.

Otros elementos de la propuesta de Wagenknecht son más ortodoxamente izquierdistas. Quiere aumentar los impuestos a los ricos, propone incrementar drásticamente la inversión pública y es partidaria de que Alemania mantenga lazos privilegiados con la Rusia de Vladímir Putin: se ha opuesto a que su país siga mandando ayuda a Ucrania y quiere que abandone la OTAN. La mezcla es desconcertante pero, desde un punto de vista estrictamente estratégico, quizá eficaz: es izquierdista en cuestiones económicas y conservadora en casi todo lo demás. Puede que eso sea más fiel al legado comunista que otras interpretaciones más progresistas, como las de Díaz.

Su votante ideal es alguien que siente furia contra el sistema y que está desesperado, pero que no es de derechas

Reinventar la izquierda

La propuesta de Wagenknecht, que ya era acusada de populista mucho antes de que esa palabra pasara a formar parte del lenguaje político habitual, reúne lo peor de la extrema izquierda y lo peor de la extrema derecha. Es intransigente y apocalíptica, es instintivamente antiamericana y proclive a escuchar las teorías de la conspiración. Además, es una incógnita en qué medida puede funcionar electoralmente en un país con seis partidos nacionales que ya representan infinidad de matices ideológicos. Pero, en todo caso, refleja bien la manera en que la izquierda no socialdemócrata europea está buscando una nueva identidad ideológica que le permita recuperar el protagonismo que tuvo durante los años posteriores a la crisis financiera. Hoy, Sumar y Yolanda Díaz, como demuestra el programa que han suscrito, pueden ser progresistas aburridamente ortodoxos, rehuir las cuestiones más espinosas de la política española y gobernar cómodamente con un partido socialdemócrata. En cuanto pierdan el poder, sin embargo, tendrán que imaginar cómo distinguirse de este y del resto del mainstream. No lo harán de manera tan osada como Wagenknecht. Ni siquiera como Syriza, que ha escogido como nuevo líder a un ex banquero de Goldman Sachs abiertamente gay y sin ninguna experiencia política. Pero es probable que el simple lenguaje del poscomunismo reciclado en progresismo feminista deje de servirle. Quizá Podemos, el pequeño y cada vez más molesto socio de su coalición, ya ha empezado a darse cuenta.

El martes pasado, Pedro Sánchez y Yolanda Díaz presentaron el programa de su cada vez más probable Gobierno de coalición. Este está lleno de propuestas irrealizables, muestra un genuino empeño en aumentar la igualdad económica y de género mediante la intervención del Estado e ignora por completo cuestiones que aparecen entre las principales preocupaciones de los ciudadanos. Solo menciona una vez la inflación, no hace referencia a la amnistía de los líderes del independentismo y solo cita de pasada la inmigración. A diferencia de un programa electoral, este acuerdo no está pensado para conseguir votos, sino para calmar los ánimos de los socios. En ese sentido, refleja perfectamente la nueva ortodoxia de izquierdas española. Un tercio de ideas fantasiosas, otro de propuestas interesantes y otro de silencios interesados.

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