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Por qué son importantes las elecciones europeas

Ahora le toca a Europa mover ficha tras las elecciones europeas de junio, que serán definitorias para la forma que tome su respuesta. Aquí toda la ristra de nacionalismos de derecha extrema alcanzará casi el 20% del voto

Foto: Foto de archivo de Vonn der Leyen y Meloni en Roma. (Reuters/Gugliemo Mangiapane)
Foto de archivo de Vonn der Leyen y Meloni en Roma. (Reuters/Gugliemo Mangiapane)

Esta semana el Canciller Scholz y el presidente Macron han publicado un artículo en el Financial Times en el que recogen la misma idea que el francés dejó ya en su entrevista en The Economist hace un par de semanas. Que Europa está en peligro de muerte. ¿Es para tanto?

Hace poco más de medio siglo había en el mundo 3.000 millones de personas y ahora nos dirigimos hacia la marca de los 9.000 millones. Entre medias, un fenómeno tan ubicuo como descomunal: la globalización, la interrelación económica y cultural con todas las esquinas del globo que tantos réditos y progresos ha procurado al mundo. Tan trepidante ha sido el fenómeno que sus efectos colaterales han afectado inexorablemente la cohesión de nuestros electorados occidentales. De esa intemperie, en buena parte han surgido los populismos y las protestas de corte nacionalista. Brexit y Trump son paradigmáticos en este sentido.

Ahora le toca a Europa mover ficha tras las elecciones europeas de junio, que serán definitorias para la forma que tome su respuesta. Aquí toda la ristra de nacionalismos de derecha extrema alcanzará casi el 20% del voto, un grupo variopinto. Para sorpresa de muchos, Von der Leyen, cabeza de la Comisión y perteneciente al Partido Popular Europeo, ha tendido la mano a Meloni, "con la que se puede trabajar", por cumplir tres condiciones: respeto al Estado de Derecho, a favor de Europa y a favor de Ucrania.

La invitación es parte de la dinámica parlamentaria, pero, sobre todo, un acto de realismo y autocrítica implícita a cierta ingenuidad en la gestión europea del último par décadas, por eso que llaman "buenismo". Invitación condicionada. No están invitados todos. La AfD, la de las SS y el Dexit, seguro que no. Le Pen, casi seguro tampoco. Y Vox.., Vox puede ir a hablar con Meloni, que aquí en un mitin nos interpelaba como "hermanos europeos" y nos invita ahora al G7. Quizás se les pegue un poquito de pragmatismo y recuerden la vocación universal de esa nación española (pero no manden a Buxadé, el del integrismo católico). De esa realidad parlamentaria, de esa metabolización, surgirá una Europa más fuerte y unida, o una más débil y fragmentaria.

Foto: Santiago Abascal y Marine Le Pen, durante el VIVA 24 organizado por Vox. (Europa Press/Pérez Meca)

¿De qué realismo hablamos? Von der Leyen da acuse de recibo a las denuncias que versan, en buena parte, sobre los efectos colaterales de la globalización, la crítica al "globalismo". Resulta difícil negar que existe un fondo de legitimidad en el diagnóstico, sobre todo en el estancamiento generacional de las clases medias para abajo. Ahora bien, la solución que plantean, basándose en la recuperación de competencias al nivel nacional, peca de una ingenuidad supina. Reduccionistas —ellos solitos, reaccionarios— invocando un pasado que se fue para no volver, y excluyentes: obviando todo lo que tienen en común con el vecino, que es mucho más de lo que les separa. A ver si esas denuncias son gestionables desde el reducto nacional...

Inmigración. Aquí tenemos la suerte de concentrar inmigración con la que existe afinidad cultural, pero en países del norte se acumula otra que es más difícil de asimilar. En Francia, Suecia o Alemania crecen en los suburbios de las grandes ciudades guetos de difícil integración Lo cierto es que el problema solo va a ir a mucho más porque los 2.000 millones de personas en África van para 3.000 en el 2050. Además, una población que mengua y envejece presiona la economía que necesita gente para mantener el crecimiento. Naturalmente, la respuesta europea a la inmigración se está endureciendo.

Foto: Foto: Zigor Aldama.

Medioambiente. Es muchísimo peor de lo que imaginamos. Se nos fue de las manos allá por el cambio de milenio, cuando el problema se metió debajo de la alfombra. Coincide con la entrada de China en el proceso de globalización, cuando se primó el corto plazo y los bajos costes de mano de obra que aportaban. Se evitó condicionar su entrada a exigencias de algún tipo, por ejemplo, laborales o medioambientales. Reducir emisiones nos aportará independencia energética de muchas autocracias, lo que es meritorio. Pero a ver si vamos más rápido de lo debido, porque son otras economías las que se desentienden del medioambiente, y una emisión allí perjudica tanto como aquí.

Agricultores. Las manifestaciones del campo han sido transversales en toda Europa, todos a una. Entre el bagaje regulatorio para adaptarnos a esa transición energética y una política comercial de puertas abiertas, podemos estar haciendo el primo. Es decir, autoimponiéndonos restricciones de todo tipo en nuestra producción, mientras que importamos de fuera bienes que adolecen de la misma exigencia, más baratos, con los que es imposible competir. A la defensa del campo autóctono, se dedica un tercio del presupuesto actual de la UE a través de la PAC.

"Entre el bagaje regulatorio para adaptarnos a esa transición y una política comercial de puertas abiertas, podemos estar haciendo el primo"

Defensa. Ucrania es la frontera de contención en la guerra con una Rusia que dedica un 30% de su PIB a defensa. Nosotros escasamente llegamos al 2% sobre PIB que exige la OTAN y el 30% de lo que gastamos se compra fuera porque no existe industria europea. Casi una casualidad, pero Trump tuvo razón cuando se quejó del compromiso europeo con su propia defensa. Primera consigna de la "autonomía estratégica": no depender de nadie.

China y americanos. Desde Trump, que puede repetir, el ultranacionalista Xi Jiping, y sobre todo el covid, aquello que dábamos por bueno, un "orden internacional basado en reglas", se difumina. Biden ha revolucionado la economía a base de políticas industriales, fiscales y comerciales para su gente, en ocasiones ignorando las normas internacionales (la Ley IRA conculca la OMC). Los chinos subsidian a mansalva la producción para la exportación- para los suyos. Cada uno tira descaradamente para sí y aquí no tenemos claro "lo nuestro". La única opción realista de plantar cara es desde la cohesión y el tamaño.

Y finalmente lo más prosaico: tus impuestos. Desde el cambio de milenio ya no hay pesetas, sino euros que compartimos con otros 20 países. La crisis de deuda del 2008-2010 casi se lleva el proyecto de integración por delante, entre otras cosas, por la aversión a compartir riesgos. Sin vuelta atrás. Esto es justo lo que se va a poner sobre el tapete tras las elecciones: la urgente necesidad de dotarnos de instrumentos que nos permitan gestionar la globalización con un mínimo de opciones. Si no compartimos riesgos, estos nos despedazarán a nosotros.

"Si no compartimos riesgos, estos nos despedazarán a nosotros"

Todo este inventario de realidades es estructural y afecta a medio y largo plazo. No desaparecerá. Escaquearse mediante la estrategia del avestruz, la nacionalista, solo agranda el problema. Oponiéndose a más integración para una respuesta común, estas derechas extremas garantizan la debilidad del conjunto, lo que en el argot médico se conoce como problema de inmunodeficiencia. No deja de ser irónico, tan vocales y contestarías garantizan la flaqueza y la debilidad. Este es el punto de realismo crítico en la invitación de Von der Leyen para pactar con una Meloni consecuente. O juntos o desperdigados.

La consigna que definirá la fortaleza o la debilidad europea, es pues, la concertación. Solo es practicable desde la arquitectura institucional de Estados de Derecho que es lo que tenemos en común y fundamenta la UE, ese núcleo de valores. O te alejas o te acercas. El gobierno sanchista, comprado con una amnistía "ad hominen" que revienta el principio de igualdad y la separación de poderes y bendice secesionismos y separatismos de corte xenófobo, es la antítesis del espíritu europeo. En fondo y forma. A la socialdemocracia europea, esa que por el momento impugna acuerdos con Meloni, también se le aplica la condición sobre el Estado de Derecho. Está en un brete sin asumirlo.

*Fernando Primo de Rivera, autor de La economía que viene… (Editorial Arzalia).

Esta semana el Canciller Scholz y el presidente Macron han publicado un artículo en el Financial Times en el que recogen la misma idea que el francés dejó ya en su entrevista en The Economist hace un par de semanas. Que Europa está en peligro de muerte. ¿Es para tanto?

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