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El miedo que domina estas elecciones europeas acelerará nuestro declive
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Ramón González Férriz

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El miedo que domina estas elecciones europeas acelerará nuestro declive

Con la excusa de la protección, nos proponen un modelo de sociedad más cerrada y más regulada, y menos expuesta a las innovaciones y a las nuevas ideas que surgen en los entornos más abiertos

Foto: La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen. (Europa Press/DPA/Markku Ulander)
La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen. (Europa Press/DPA/Markku Ulander)
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Prácticamente, todas las fuerzas que concurren a las elecciones europeas, tanto de izquierdas como de derechas, han basado su campaña en el miedo. Casi todas han construido sus candidaturas alrededor de la protección contra los peligros exteriores y los interiores, los reales y los imaginarios. No es absurdo en un contexto como el actual. Pero, con la excusa de la protección, nos proponen un modelo de sociedad más cerrada y más regulada, y menos expuesta a las innovaciones y a las nuevas ideas que surgen en los entornos más abiertos.

No se trata de un cambio repentino. En 2022, Emmanuel Macron pidió que se creara una Buy European Act que privilegiara la compra de productos europeos frente a los fabricados o concebidos en Estados Unidos. Pero eso supondría un empobrecimiento tanto para los exportadores europeos como para los consumidores. La Comisión se enorgulleció de que se aprobara, a finales de 2023, “el primer marco legal de la historia” que regula la Inteligencia Artificial y aborda sus “riesgos”. Como detectaron enseguida algunos de los países firmantes, una de las probables consecuencias de la ley es que Europa sea mucho menos competitiva en el desarrollo de la IA que China o Estados Unidos.

A principios de este año se aprobó una nueva regulación migratoria. Es legítimo, aunque yo creo que equivocado, pretender reducir por sistema la inmigración. Pero la ley es un parche con innumerables problemas técnicos y solo se aprobó porque la Comisión quería poder decir a los europeos que había solucionado el que muchos consideran nuestro principal problema de seguridad. La reiterada promesa de Pedro Sánchez de convertir España en una “potencia industrial” en diez años mediante medidas proteccionistas e inversiones públicas en determinados sectores estratégicos es solo un pensamiento ilusorio. Pero es un pensamiento ilusorio que varios Gobiernos europeos están contando a sus ciudadanos como si fuera viable.

Más proteccionismo

Ante las elecciones, esas tendencias proteccionistas se han convertido en el rasgo transversal de toda la oferta política. La derecha radical pretende convertir Europa en un lugar inverosímilmente cerrado: sin refugiados, con soberanía alimentaria y con políticas dedicadas a bloquear la influencia de terceros sobre la identidad europea. Los lugares cerrados no pueden existir en el orden liberal. Si hay una “identidad europea”, esta es, históricamente y por definición, cambiante. Y en el caso de poder existir esos silos económicos, además, serían una ruina: ¿qué le hace pensar a Vox, por ejemplo, que a un país que cada vez exporta más como España le conviene que haya menos mercados internacionales?

Foto: Nuevas concentraciones de tractores en la frontera de España y Francia. (Europa Press/ Glòria Sánchez) Opinión

La izquierda española está basando su campaña en la idea de “que vienen los bárbaros”, solo que esos bárbaros representan un porcentaje elevado de sus propios conciudadanos. En su propaganda electoral se trasluce, además, el pánico a la robotización y la IA, y aparecen de vez en cuando medidas para revitalizar la economía que bordean el clientelismo institucionalizado. Junts ha hecho una propuesta de campaña característicamente nacionalista: quiere una armonización fiscal para toda Europa que impida las desigualdades entre territorios, al mismo tiempo que exige un sistema fiscal hecho a medida dentro de España que proteja a Cataluña de la decadencia a la que la han inducido sus propias élites.

El programa del PP es el menos proteccionista entre los grandes partidos españoles, pero le está sucediendo lo mismo que al resto del PP europeo, con Ursula von der Leyen al frente: por miedo a la derecha radical, o por un creciente escepticismo ante su propia tradición de apertura, durante la campaña ha adoptado un tono cada vez más lúgubre, proteccionista y defensivo.

Apertura realista

No me malinterpreten. No aspiro a las fronteras completamente abiertas ni a un paraíso libertario desregulado. Entiendo perfectamente los motivos que tienen muchos ciudadanos para sentir miedo. Los riesgos a los que se enfrenta Europa son muy reales: la transición energética es importante, pero más conflictiva de lo que sus promotores más entregados quieren transmitirnos; tenemos a Rusia, un imperio expansionista, a las puertas; y somos una potencia comparativamente débil frente a los dos polos que a corto plazo dominarán económicamente el mundo, Estados Unidos y China. Y algo debemos hacer para paliar nuestra completa dependencia tecnológica.

Pero el paso que va del miedo al proteccionismo no consta solo de un puñado de leyes y regulaciones que pueden entorpecer el crecimiento económico o generar prácticas nacionalistas. Es un estado mental que acaba impregnándolo todo. La mentalidad de los empresarios, que consideran injusta toda competición. La de los consumidores, que creen que toda adquisición debe ser un acto patriótico. La de los generadores de ideas, que empiezan a preferir las probadamente malas, pero propias a las mucho mejores pero llegadas de fuera. La de los partidos y los líderes, que inculcan a la ciudadanía que solo ellos pueden salvarnos de enemigos extranjeros.

El miedo y el proteccionismo son como casi todos los vicios. Durante un tiempo producen placer. Luego se convierten en una adicción. Más tarde, cuando queremos dejarlos, nos cuesta horribles sacrificios. En los últimos años, Europa ha entrado en ese ciclo, y este se ha acelerado ante las elecciones. No faltan razones objetivas para ello. Pero alguien debería mostrar un poco más de resistencia. Porque se trata de un estado mental que obra como una profecía autocumplida: si nos obsesionamos con evitar el declive cerrándonos en nosotros mismos, lo único que vamos a conseguir es acelerar ese declive.

Prácticamente, todas las fuerzas que concurren a las elecciones europeas, tanto de izquierdas como de derechas, han basado su campaña en el miedo. Casi todas han construido sus candidaturas alrededor de la protección contra los peligros exteriores y los interiores, los reales y los imaginarios. No es absurdo en un contexto como el actual. Pero, con la excusa de la protección, nos proponen un modelo de sociedad más cerrada y más regulada, y menos expuesta a las innovaciones y a las nuevas ideas que surgen en los entornos más abiertos.

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