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La UE gira a la derecha pero su núcleo ideológico aún resiste
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Ramón González Férriz

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La UE gira a la derecha pero su núcleo ideológico aún resiste

Los resultados de las elecciones europeas no difieren mucho de lo esperado. Lo más llamativo de ellos es el extraordinario auge de la derecha radical

Foto: Marine Le Pen valora los resultados de las europeas. (EFE/Andre Pain)
Marine Le Pen valora los resultados de las europeas. (EFE/Andre Pain)
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Los resultados de las elecciones europeas no difieren mucho de lo esperado. Lo más llamativo de ellos es el extraordinario auge de la derecha radical en Francia, donde el partido de Marine Le Pen ha doblado el porcentaje de voto del de Emmanuel Macron, y en Alemania, donde Alternativa para Alemania se convierte en el segundo partido por delante de los socialdemócratas. Ese ascenso es un terremoto en ambos países. Pero su influencia en la gobernación diaria de la Unión Europea será relativamente menor. Digamos que como una tormenta esperada.

El relato de la campaña

El relato que ha dominado la campaña electoral, en España y en buena parte de la UE, ha sido el del auge de la derecha radical. Este relato era el reflejo de una preocupación muy real, pero también era interesado. Se preveía que, a pesar del auge de esa derecha, los partidos democristiano, socialdemócrata y liberal, que han dirigido la UE durante décadas y han conformado la mayoría de gobernación de la pasada legislatura, aguantaran. Y así ha sido, aunque ese centro sigue adelgazando: pasa de alrededor del 62% de los escaños en la legislatura anterior a alrededor del 55% —todos los datos de este artículo son provisionales—. Si así lo quieren, los tres podrían ponerse de acuerdo para escoger los principales cargos de la Comisión y, después, para legislar con un consenso relativamente transversal. Como ha sucedido durante los últimos cinco años, con buenos resultados.

Foto: Philippe Lambert, líder de Alianza Libre Europea. (Reuters/Piroschka van de Wouw)
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Obviamente, los resultados de la derecha radical son muy buenos. Por ceñirnos a los países que otorgan más escaños: Agrupación Nacional tiene un 31,5% de los votos en Francia. Alternativa, el 16% de los alemanes. La suma de Hermanos de Italia y la Liga, entre el 35 y el 40% en Italia. Ley y Justicia (PiS), en Polonia, el 33,9%, por debajo de la derecha moderada. En España, Vox aumenta su resultado anterior, pero de manera contenida: un 9,6% del voto; un 14,2% si le sumamos a Alvise.

Pero, a pesar de este ascenso, y este es el dato más importante, el voto de derecha radical en el Europarlamento pasaría aproximadamente del 20% de la legislatura anterior a poco más del 25% en esta. Es un crecimiento sólido. Pero no es un cataclismo a nivel europeo.

Y ahora, ¿qué hacer?

El relato más realista es, pues, otro. El crecimiento de la derecha radical era un hecho ineludible, estaba previsto y ha sucedido más o menos tal como decían los sondeos, aunque el impacto sea particularmente llamativo, y preocupante, en Francia y Alemania. Lo realmente clave empieza ahora. Los grupos ideológicos tradicionales, cada vez menos poderosos, pero aun con una mayoría suficiente, pueden decidir seguir como hasta ahora. Sería legítimo democráticamente. Es, sin duda, mi opción preferida.

Pero esa fórmula incomoda cada vez más a los conservadores, que, sobre todo en cuestiones energéticas y ecológicas, quieren romper ese consenso y acercarse puntualmente a la parte más moderada del radicalismo, la encabezada por la primera ministra italiana Giorgia Meloni, ralentizar la implantación de las medidas de transición y, sobre todo, reducir su impacto en el campo y los trabajadores dependientes de los combustibles fósiles.

Las tres preguntas

Las tres preguntas importantes hoy son: si los cordones sanitarios no han funcionado para frenar el auge de la derecha radical, ¿tiene algún sentido mantenerlos? Si la derecha tradicional tiene una opinión legítimamente discrepante en materia de clima, ¿tiene sentido que siga votando con los socialdemócratas y los liberales en ese aspecto? Y, al fin, ¿es lo mismo buscar el apoyo de alguien como Giorgia Meloni que el de alguien como Viktor Orbán?

Los resultados de ayer no han sido sorprendentes a pesar del shock. Mi apuesta es que la UE seguirá poco más o menos como estaba. Es decir, ya fuertemente escorada hacia posiciones más duras en materia de inmigración y de seguridad. Encaminada a recuperar una cierta austeridad en el gasto público tras años de descontrol. Empeñada, al mismo tiempo, en aumentar la inversión pública en cuestiones estratégicas. A mi modo de ver, lo que sí cambiará en esta legislatura es el énfasis en la transición ecológica.

Foto: El presidentre Mitterrand y el canciller Kohl en 1984. (AP) Opinión
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Aunque lo de ayer no fuera una sorpresa, la UE ha cambiado. Ahora es una entidad política que los ciudadanos reconocen como importante en sus vidas y su sistema político. En parte por ello, la mayor parte de la derecha radical que hoy celebrará su ascenso ha dejado de ser partidaria de su desmembramiento y de la salida de sus países. Pero lo que está claro es que se ha apagado la UE basada en los poderosos mitos de la posguerra mundial, que vetaban a los partidos de derecha radical, ponían la amistad y la paz en el centro de su relato y aspiraban a que Europa fuera un experimento basado en la moderación, en especial la de sus dos grandes potencias, Francia y Alemania. Sabíamos que ese relato iba a agotarse por razones generacionales, por la globalización, por el auge de Asia, por los flujos migratorios; más recientemente, por el giro proteccionista de Estados Unidos y por el imperialismo ruso. Se agotó ayer.

Hay que hacerse a la idea. Pero no hay que dejarse llevar por el pánico. La UE gira a la derecha, pero su núcleo ideológico aún resiste. Mi opción preferida es seguir como hasta hoy, con Von der Leyen al frente y una coalición de moderados. Pero, aunque a muchos nos produzca un enorme rechazo instintivo, quizá sea la oportunidad para invitar a la mesa a la derecha radical más contenida, la de Meloni, y obligarle a renunciar definitivamente a ser una fuerza desconstituyente.

Los resultados de las elecciones europeas no difieren mucho de lo esperado. Lo más llamativo de ellos es el extraordinario auge de la derecha radical en Francia, donde el partido de Marine Le Pen ha doblado el porcentaje de voto del de Emmanuel Macron, y en Alemania, donde Alternativa para Alemania se convierte en el segundo partido por delante de los socialdemócratas. Ese ascenso es un terremoto en ambos países. Pero su influencia en la gobernación diaria de la Unión Europea será relativamente menor. Digamos que como una tormenta esperada.

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