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Trump 2.0: cómo podría resultar útil

Con independencia de los tiempos exactos, lo que sí podemos dar por seguro es que la inestabilidad y falta de predictibilidad recurrentes, previsibles en esta segunda legislatura, se conjugará con embates a los intereses de la UE

Foto: Trump, en un mitin electoral. (EP)
Trump, en un mitin electoral. (EP)

Estamos a escasos días de confirmar los pronósticos electorales para las elecciones presidenciales americanas del 5 de noviembre que vaticinan una victoria del candidato republicano, Trump. Sería su segunda legislatura tras el periodo 2016-2020. Su reelección puede tener una significación de enorme calado histórico. Por las repercusiones en el funcionamiento del marco institucional americano, tradicionalmente considerado el bastión occidental y ejemplo de sociedad abierta. Por el efecto en los equilibrios de política exterior americana, desde la guerra de Ucrania y la OTAN, hasta el posicionamiento frente a aquello que llamamos Sur Global. Y por el impacto de sus políticas económicas en el crecimiento global, un déficit fiscal desbocado y los tipos de interés de la zona dólar, epicentro del sistema financiero internacional. Paradójicamente, lo más positivo de tanta disrupción potencial puede ser el efecto acelerador sobre la integración de la UE: pura física en la geopolítica.

De los tres bloques de incertidumbre, la defenestración de la integridad del marco institucional y la separación de poderes en un Estado de Derecho, es el más crítico. No tenemos que ir muy lejos para visualizar el daño que puede hacer una deriva de arbitrariedad llevada por el peor instinto populista y autocrático. Lo tenemos aquí con Sánchez. Y está el precedente de la toma del Capitolio. Bajo los designios de una polarización furibunda, la preservación de los equilibrios del sistema constitucional americano, a la palestra. Si del otro lado, la neurosis histriónica de las políticas identitarias woke tiene infectado el espacio público, Trump encarna como nadie el caudillismo populista para el que la mentira —decenas de miles tiene computadas el Washington Post— es moneda de curso corriente.

En el plano internacional, Trump se lleva bien con Putin el cual hace lo posible por verlo reelegido. La posibilidad de terminar con la guerra de Ucrania mediante el apaciguamiento está ahí. Pero como precio a un acuerdo de paz, desgajar parte de la integridad territorial ucraniana y dejar al país en el limbo, tiene para muchos, visos de claudicación. Si la tesis del historiador Ferguson de que en esta década del XXI, a diferencia de la primera, el "eje del mal" con Rusia, China, Corea del Norte e Irán, es muy real, los efectos de esa amistad son impredecibles. Parece que veremos soldados norcoreanos en territorio europeo. De fondo reverberan las amenazas de Trump para desmantelar la OTAN, el brazo armado occidental para la garantía de paz estos 70 años.

En el plan económico, Trump pretende profundizar la línea proteccionista a base de aranceles que implantó ya en la primera legislatura. Concurrentes con la postura ultranacionalista de Xi Jinping en China, marcaron el punto de inflexión histórico a una nueva era alejada de las premisas de la globalización abierta. Ahora la magnitud de las subidas arancelarias —un 60% a los productos de China y un 20% al resto— apuntan a un orden cualitativo muy distinto, y peligroso en extremo. Malo para el crecimiento, malo para la inflación y malo para el nivel de tipos de interés. Todo ello bajo un mar de fondo de una economía dopada hasta las trancas de estímulos post-Covid y con un desequilibrio estructural subyacente en forma de déficits fiscales del 7-8% sin precedentes en la historia en coyunturas de crecimiento. Y ninguna intención de corregirlos, más bien lo contrario, con estímulos adicionales.

Foto: Donald Trump. (EC Diseño) Opinión
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El riesgo de mercado inherente a esta coyuntura es una crisis fiscal sin precedentes en la soberanía monetaria por excelencia, de la que están colgados la totalidad de los mercados financieros de capital. La FED podrá contener episodios de alza en tipo de interés, pero la factura del ajuste es tan estructural, tan económicamente lesiva y tan políticamente corrosiva que entramos en tierra inexplorada. Sobre los privilegios de la economía americana y la excepcionalidad del régimen dólar, a falta de competencia, escribimos detalladamente aquí. A modo de comparativa: EEUU tiene un coste financiero anual de su deuda de 1.1 billones de dólares, lo que equivale al presupuesto anual de la UE, siete años.

Cualquiera de estos riesgos por separado es sistémicamente disruptivo por cruzar límites de índoles cualitativos, sea la estabilidad interna, exterior o económico-financiera. Juntos pueden ser una auténtica bomba de relojería debajo del foco de estabilidad que ha supuesto históricamente EEUU para el resto del mundo y sobre el que Europa reemergió de las cenizas tras los conflictos mundiales, el Plan Marshall y la caída del Muro. Lo veníamos dando por bueno y, ahora, bajo la consigna del Make America Great Again (MAGA 2.0), tiene todos los visos de estar, por lo menos, seriamente comprometido. Sencillamente, lo que está en riesgo: el gobierno de los hombres por la ley, la gestión económico-financiera a base de principios, y por ahí fuera, una idea clara de quienes son los buenos y quienes los malos. De esto último, no acaban de enterarse nuestros "patriotas europeos", los Orbán, Vox y Le Pen.

En nuestro lado del Atlántico, comenzamos a dejar de chuparnos el dedo los últimos años de crisis covid, Ucrania y exposición a dependencias varias que en este entorno son palancas para la extorsión. La semana pasada este periódico se hacía eco de un grupo de trabajo en la Comisión Europea liderado por un español, con el objetivo de detallar un paquete de medidas concretas en cada uno de los frentes posibles en los que venga Trump a vituperar nuestros intereses. Medidas defensivas que presuponen ese interés europeo único.

Foto: Reunión en 2020 entre la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, y Donald Trump en Davos. (Reuters/Jonathan Ernst)

A nivel económico y financiero, la propuesta programática interna para adaptarnos a este mundo más salvaje, el Plan Draghi, reinterpreta Europa sobre un perímetro nacional frente a estos bloques, con iniciativas de política industrial y la propuesta crítica de construir un mercado de capital único a base de un bono soberano europeo. Cuando llegue a cristalizar será una propuesta competidora en mercados de capital que servirá de termostato ideal a cualquier foco de inestabilidad exógena, además de ordenarnos internamente y liberar la inversión privada.

Con independencia de los tiempos exactos, lo que sí podemos dar por seguro es que la inestabilidad y falta de predictibilidad recurrentes, previsibles en esta segunda legislatura, se conjugará con embates a los intereses de la UE. A Trump no le gusta la UE, le gusta la Europa fragmentada. Si ya la primera legislatura condujo a conjurar cierta unidad de resistencia y propósito, muy dispersos entonces saliendo de la crisis euro, ahora la percusión sobre esos planes de autonomía estratégica, más elaborados, más concretos, podrá precipitar la cristalización acelerada de eventos. Todo ello fermentando sobre un sentido de pertenencia más fértil y un perímetro de intereses más definido y sólido. Hacia lo desconocido. El tiempo dirá.

*Fernando Primo de Rivera, autor de La economía que viene… (Editorial Arzalia).

Estamos a escasos días de confirmar los pronósticos electorales para las elecciones presidenciales americanas del 5 de noviembre que vaticinan una victoria del candidato republicano, Trump. Sería su segunda legislatura tras el periodo 2016-2020. Su reelección puede tener una significación de enorme calado histórico. Por las repercusiones en el funcionamiento del marco institucional americano, tradicionalmente considerado el bastión occidental y ejemplo de sociedad abierta. Por el efecto en los equilibrios de política exterior americana, desde la guerra de Ucrania y la OTAN, hasta el posicionamiento frente a aquello que llamamos Sur Global. Y por el impacto de sus políticas económicas en el crecimiento global, un déficit fiscal desbocado y los tipos de interés de la zona dólar, epicentro del sistema financiero internacional. Paradójicamente, lo más positivo de tanta disrupción potencial puede ser el efecto acelerador sobre la integración de la UE: pura física en la geopolítica.

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