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¿Iguales ante la ley? De la amnistía a Puigdemont al indulto de Biden Jr.
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Ramón González Férriz

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¿Iguales ante la ley? De la amnistía a Puigdemont al indulto de Biden Jr.

El indulto del hijo de Joe Biden o la amnistía a centenares de independentistas dan argumentos a quienes sostienen que la igualdad ante la ley es una ficción y que la élite tiene otras reglas

Foto: El presidente de EEUU, Joe Biden, junto a su hijo Hunter. (Reuters/Anna Rose Layden)
El presidente de EEUU, Joe Biden, junto a su hijo Hunter. (Reuters/Anna Rose Layden)
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"All men are created equal", dice la Declaración de Independencia de Estados Unidos. “Los españoles son iguales ante la ley”, dice la Constitución española. En esas ideas se basa el Estado liberal y de derecho. Pero también algo más sutil: la confianza de los ciudadanos comunes en que, aunque carezcan de conexiones con el poder o de dinero, serán tratados igual que la élite. Es un principio, en ocasiones, difuso. Pero acontecimientos recientes dan argumentos a quienes creen que es, simplemente, mentira.

Es el caso de la última decisión de Joe Biden. Los presidentes estadounidenses tienen la prerrogativa de perdonar o conmutar las penas de los condenados. En muchas ocasiones, los beneficiados son gente anónima que ha recibido penas elevadas por delitos menores. Pero también es habitual que sean indultados políticos, financieros o altos cargos del Gobierno que se han implicado en asuntos de Estado.

Durante meses, el Gobierno de Biden negó reiteradamente que el presidente pensara indultar a su hijo Hunter. Este fue condenado por comprar ilegalmente un arma y evadir impuestos. Y los republicanos le han acusado de otros delitos, como el de llevar a cabo negocios corruptos en Ucrania. Pero “nadie está por encima de la ley”, dijo Biden; no habría perdón. Sin embargo, a pocas semanas del fin de su mandato, ha cambiado de opinión y le ha concedido un indulto “total e incondicional”. Ahora nadie podrá juzgar a su hijo por nada de lo que supuestamente ha hecho ni ejecutar las penas por las condenas que ya ha recibido.

Los demócratas están estupefactos. Es comprensible que, si está en su mano, un padre anciano libere a su hijo de una pesada carga, piensan. Pero este acto, que Biden ha argumentado explicando que Hunter ha sido objeto de una persecución política que nada tenía que ver con la Justicia, ha destruido por completo la superioridad moral de la que los progresistas alardeaban ante Donald Trump. Durante mucho tiempo se ha especulado con que este podría iniciar su mandato concediéndose a sí mismo un perdón por todos los asuntos judiciales que tiene abiertos y, de manera preventiva, por todos los actos delictivos que pueda cometer durante su segunda presidencia. Algunos republicanos han pedido ya que les indulte de todos los delitos que cometan en el futuro. Y es probable que perdone a quienes han sido condenados por el asalto al Capitolio del 6 de enero de 2020. Algunas de esas decisiones, si las toma, carecerían de precedentes. Pero aun así, sienten los demócratas, su crítica sería muy poco convincente. A fin de cuentas, el presidente saliente ha perdonado delitos totalmente comunes a su hijo. El poder es un asunto de familia. ¿Superioridad moral? ¿Cuál, exactamente?

Foto: El hijjo del presidente Hunter Biden entra en el juicio. (Reuters/David Swanson)

En Francia existe la “grâce presidentielle”, pero últimamente los presidentes han sido prudentes; el último escándalo lo provocó Nicolas Sarkozy al perdonar a un político acusado de sobornos; en Italia, como no podría ser de otro modo, el propio Silvio Berlusconi se benefició de una amnistía. En España también conocemos muy bien la tendencia a abusar del indulto, una prerrogativa que debería desaparecer o, en todo caso, reformarse en profundidad. Los presidentes han indultado a miles de personas anónimas. Pero también a políticos corruptos (Juan Hormaechea, del PP), a otros implicados en el terrorismo de Estado (José Barrionuevo y Rafael Vera, del PSOE), jueces (Javier Gómez de Liaño) o banqueros (Alfredo Sáenz, del Banco Santander). Pedro Sánchez fue más allá con los indultos para los nueve encarcelados por delitos vinculados al procés y, sobre todo, impulsando una ley de amnistía que hizo que se desvanecieran los delitos de alrededor de 500 encausados. Ambas cosas se hicieron en nombre de la concordia, pero es evidente que tenían por fin que los partidos de los perdonados apoyaran al PSOE y al PSC en el Congreso y el Parlament. Era un intercambio horriblemente desagradable: impunidad a cambio de poder.

La crisis de confianza

El liberalismo está en crisis en Europa y Estados Unidos. Esto se debe, en parte, a la creciente desconfianza hacia la élite política, económica e intelectual tradicional. Para muchos, esta se reviste de una dignidad, y defiende unas ideas de igualdad, que en realidad son un mero disfraz de sus privilegios y la capacidad de sus miembros para ser juzgados —no legalmente, sino también moralmente— de manera más laxa. Donald Trump ha explotado de manera convincente esta creencia: su mensaje es que quizá él sea tramposo o aprovechado, pero no más que hipócritas como los progresistas que se llenan la boca de promesas santurronas. No dice ser mejor, solo menos impostor. Algún día surgirá también aquí alguien que sepa explotar nuestro cinismo y nos convenza de que esas bonitas frases en textos solemnes y legales solo son una pantomima. Si las élites no ponen límites a su voluntad, ¿para qué íbamos a hacerlo los demás?

"All men are created equal", dice la Declaración de Independencia de Estados Unidos. “Los españoles son iguales ante la ley”, dice la Constitución española. En esas ideas se basa el Estado liberal y de derecho. Pero también algo más sutil: la confianza de los ciudadanos comunes en que, aunque carezcan de conexiones con el poder o de dinero, serán tratados igual que la élite. Es un principio, en ocasiones, difuso. Pero acontecimientos recientes dan argumentos a quienes creen que es, simplemente, mentira.

Joe Biden Indulto
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