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De Damasco a Berlín, el mundo se está deslizando hacia el caos
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Ramón González Férriz

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De Damasco a Berlín, el mundo se está deslizando hacia el caos

Se podría pensar que el cambio de régimen en Siria, el autogolpe de Corea o la inestabilidad de Francia y Alemania son excepciones. Pero son la nueva norma. Entramos en la era de lo imprevisible

Foto: Opositores sirios celebran la caída de Al Asad en Berlín. (EFE)
Opositores sirios celebran la caída de Al Asad en Berlín. (EFE)
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Hace apenas dos semanas, nadie pensaba que el clan sirio de los Assad, establecido en 1971, caería. Los regímenes de Irán y Rusia, sus dos principales protectores, se dieron cuenta de que no podían seguir sosteniéndolo y se rindieron. Hoy, ven estupefactos cómo su poder en el mundo árabe, en el que han invertido fortunas, sangre y retórica durante décadas, se desmorona.

También está desolada Izquierda Unida, vieja amiga de los Assad. Esto es irrelevante en términos geopolíticos, por supuesto. Pero da la medida de las extrañas alianzas que crea el mundo actual. Comunistas del mundo entero comparan a Abu Mohammad al-Jolani, el líder militar de los rebeldes sirios, con Volodímir Zelenski, el presidente de Ucrania. Uno es exmiembro de al Qaeda y el otro un actor judío, pero para esa izquierda radical, ambos son marionetas del imperialismo yanqui.Se podría decir que esta volatilidad, y las incoherencias que genera, son propias de lugares muy particulares como Oriente Medio y el Este de Europa. Pero Corea del Sur ha sido una de las grandes historias de éxito económico de los últimos sesenta años, y en los últimos treinta, además, una democracia asentada. A pesar de ello, la semana pasada su presidente, Yoon Suk Yeol, impuso una extravagante ley marcial con la excusa de que la oposición era partidaria del régimen estalinista de Corea del Norte. Hoy está derogada, pero después del autogolpe Yoon sigue como presidente.

En Europa, los dos países más inestables políticamente, y con un contexto económico más complicado, son Alemania y Francia, mientras que Italia es un ejemplo de estabilidad y España crece a una de las mayores tasas del continente. Un tertuliano libertario gobierna Argentina y el hombre más poderoso del mundo, y el que con más rapidez y talento ha rehecho la ideología conservadora en casi cincuenta años, es un adúltero expresentador de reality shows y empresario hotelero. En pocos años, China ha pasado de la política del hijo único a pedir a las familias que abandonen todo lo que están haciendo para tener más hijos. Y el principal tema de conversación económica e industrial son unos pedazos de material semiconductor con los que llevamos conviviendo décadas pero que dábamos por sentado: los chips.

Vivir en el desorden

Ningún periodo histórico es apacible y no deberíamos mirar el pasado con nostalgia. Pero las dos eras en las que hemos nacido y vivido la mayoría fueron más claras que esta que empieza ahora.

La Guerra Fría vivió incontables episodios de violencia y amenazas de destrucción total, pero el mundo era relativamente claro. Incluso los conflictos más ambiguos —de las relaciones sino-soviéticas a la partición de la India o la política latinoamericana, por no hablar del franquismo— se solucionaban de acuerdo con la implacable lógica del enfrentamiento entre Estados Unidos y la Unión Soviética. Por lo general, uno sabía qué lugar ocupaba en esa dialéctica.

Foto: Rebeldes sirios en Homs.

Cuando cayó el Muro, el mundo se volvió más impredecible, pero surgieron también dos bloques claros: en un lado estaban quienes creían en las nuevas y seductoras ideas de la globalización, el comercio, la apertura, la tecnología y, en el caso europeo, la integración; en el otro, quienes aspiraban a resistirse a todos esos procesos. Uno sabía quién mandaba.

El tiempo actual es, al menos por el momento, distinto. La política suele estar regida por una mezcla de cosas que sabemos y de cosas que sabemos que no sabemos, pero hoy parece dominada por las cosas que no sabemos que no sabemos. Eso no significa que todo se esté desvaneciendo en el aire: las fronteras son más estables que en otros periodos, el capitalismo occidental sigue funcionando mejor que los otros sistemas, la Unión Europea y el dólar seguirán en pie mañana y los Estados liberales son las instituciones más poderosas de la tierra. Pero, al mismo tiempo, los acontecimientos impensados y que generan coaliciones extravagantes suceden con una frecuencia cada vez mayor. No es solo que los irrelevantes comunistas españoles apoyaran al mismo régimen al que sostenían los nacionalistas cristianos rusos y los clérigos iraníes; es que el partido republicano estadounidense es tan antiglobalización como Podemos; tras dos siglos siendo antisemita, la derecha radical europea es ahora proisraelí; la República Popular de China es el máximo defensor del orden global basado en el libre mercado e India es el mayor productor de clases medias de todo el mundo. Todo es tan extraño que incluso quienes con frecuencia tenemos que hacer documentos de análisis político nos sentimos obligados a repetir como autómatas la palabra "incertidumbre".

Todo ello puede atribuirse a una causa: el hecho de que, desde hace más de una década, Estados Unidos está abandonando las responsabilidades globales que asumió tras la Segunda Guerra Mundial, y la certidumbre de que esa gradual retirada irá a más. Eso es, en gran medida, lo que está generando esta cantidad de sucesos imprevistos. Pero que conozcamos la causa del caos no significa que podamos desentrañar exactamente qué significa. Ni mucho menos qué nos depara.

Hace apenas dos semanas, nadie pensaba que el clan sirio de los Assad, establecido en 1971, caería. Los regímenes de Irán y Rusia, sus dos principales protectores, se dieron cuenta de que no podían seguir sosteniéndolo y se rindieron. Hoy, ven estupefactos cómo su poder en el mundo árabe, en el que han invertido fortunas, sangre y retórica durante décadas, se desmorona.

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