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Tribuna Internacional
Por
Bienvenido Mr. Trump
En lugar de unir a América, el Gobierno de Biden imitó su estilo dictatorial, amenazando a las compañías de redes sociales para que silenciaran a quienes decían verdades
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El mundo acaba de presenciar el espectáculo de la segunda inauguración de Donald Trump. Amigos de España me han preguntado: ¿Y ahora qué? ¿Invadirá Estados Unidos Groenlandia? ¿O Canadá? ¿Y qué ocurre con el nuevo Golfo de América? Antes de disculparme en nombre de mis compatriotas por infligirle al mundo otros cuatro años de Trump, permítanme explicar por qué nos hicimos esto a nosotros mismos y, de paso, a ustedes.
El político Rahm Emmanuel dijo en una ocasión: "Nunca dejes que se desperdicie una buena crisis". Se refería a que una crisis presenta la oportunidad de avanzar en políticas disfrazándolas de soluciones al problema. Cuando Joe Biden asumió el cargo hace cuatro años, se enfrentó a una crisis y, por tanto, a una oportunidad. Estados Unidos era un desastre. El país estaba dividido tras cuatro años de Trump (con la ayuda de unos medios de comunicación poco amistosos). Una pandemia global había paralizado la economía, aislando aún más a los estadounidenses entre ellos y del resto del mundo. La gente se sentía frustrada y alienada. Biden ganó la presidencia prometiéndonos dos cosas que desesperadamente necesitábamos: unidad y verdad.
La "unidad" de Biden
Biden logró "unirnos", siempre y cuando "nosotros" se refiera a la izquierda y a la extrema izquierda. Ignoró al resto de América. En lugar de unificar, su Departamento de Justicia lanzó múltiples casos legales contra Trump, tras filtrar a la prensa que estas acciones se tomaron por insistencia de Biden. Toda la legislación de su gobierno fue aprobada únicamente por la izquierda y la extrema izquierda. Demonizó a sus opositores políticos y hasta atacó a sus propios votantes, diciendo, por ejemplo, a la comunidad negra: "Si no me apoyas, no eres negro".
Biden acusó a Trump de ser dictatorial, pero en sus primeros 100 días en el cargo firmó más decretos que Trump, gastando $1.3 billones, mientras que los decretos de Trump ahorraron más de $100.000 millones. En lugar de unir a América, el gobierno de Biden imitó su estilo dictatorial, amenazando a las compañías de redes sociales para que silenciaran a quienes decían verdades incómodas. La extrema izquierda canceló a periodistas, actores y políticos, mientras afirmaba que la extrema derecha era la verdadera amenaza para la libertad de expresión.
Biden y la verdad
Cuando Biden fue investido, declaró: "Mentiras sirven para obtener beneficios y poder". Y prometió: "Siempre seré honesto con ustedes". Cuando los medios afirmaron que se encontró el ordenador portátil de su hijo Hunter lleno de fotos escandalosas y transacciones financieras cuestionables, Biden aseguró que era desinformación rusa. Mintió, y posteriormente su hijo fue condenado por numerosos delitos. Biden insistió en que la retirada estadounidense de Afganistán (un desastre televisado) fue un éxito, "apoyó" a Ucrania mientras limitaba el uso de sus armas, y proclamó el "derecho de Israel a defenderse" mientras retenía ayudas. Proclamó que la inflación se había superado gracias a Bidenomics cuando un cartón de huevos seguía a $8.00.
La mayor mentira que se recordará de Joe Biden es su afirmación de estar capacitado para ejercer la presidencia y aspirar a cuatro años más en el cargo. Todos hicimos la vista gorda cuando se dormía en conferencias, saludaba a personas inexistentes y tropezaba constantemente. Pero llegó el debate, un momento en que no se pudo ignorar más su decadencia, ya que quedó en evidencia en televisión frente a todo el mundo. Lo que quedó claro entonces no solo fue que Biden nos estaba mintiendo, sino que todos los que le rodean (medios incluidos), particularmente los más cercanos a él, también nos tomaron por tontos.
Así que votamos por Trump. Y si algo han demostrado las acciones de Biden desde la victoria de Trump, es que nuestra elección estaba justificada. En sus últimos meses en el cargo, sin nada que perder políticamente, Biden ha tomado medidas que había sido reacio a tomar anteriormente, todas de una inclinación izquierdista superextrema: por ejemplo, prohibió la exploración petrolera en las costas de EEUU, declaró más de 348.000 hectáreas de tierra del estado como monumentos nacionales para protegerlas del desarrollo, y retiró a Cuba de la lista de países patrocinadores del terrorismo (porque se lo pidió el Papa Francisco).
La mayor mentira que se recordará de Biden es su afirmación de estar capacitado para ejercer la presidencia y aspirar a cuatro años más
Una semana antes de dejar la presidencia, Biden, de manera hipócrita, advirtió a los estadounidenses sobre los peligros de la oligarquía. Esto, apenas días después de otorgar la Medalla Presidencial de la Libertad a sus patrocinadores: George Soros (valor neto: 25.000 millones), David Rubenstein (valor neto: 32.000 millones), Ralph Lauren (valor neto: 11.000 millones). Al parecer, los oligarcas están bien… siempre y cuando sean de extrema izquierda.
Y finalmente, apenas 22 minutos antes de que terminara su presidencia, tras años asegurando que ningún miembro de su familia había traficado influencias políticas para beneficio financiero (a pesar de las pruebas de millones de dólares de ingresos inexplicables provenientes de China y Ucrania), Biden indultó a sus hermanos, hermana y cuñado por cualquier crimen no especificado que pudieran haber cometido desde 2014. Esto, después de un indulto similar para su hijo. Biden nos aseguró repetidamente que nunca perdonaría a su hijo ni a ningún miembro de su familia. Otra mentira más.
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No puedo evitar ver paralelismos entre Biden y el caso de Pedro Sánchez en España. Él también asumió el poder en un período de crisis, mediante la primera moción de censura exitosa en la historia de España. Sánchez prometió unidad y transparencia. Sin embargo, tras asegurar que nunca formaría gobierno con la extrema izquierda, lo hizo. Tras declarar que no aprobaría la amnistía catalana porque era inconstitucional, la aprobó. Y cedió unilateralmente el control de la aduana en Ceuta y Melilla. ¿A cambio de qué? Los "enanos" no solo se le crecen, podrían formar varios equipos de baloncesto. Los casos contra Sánchez, sus familiares y su gobierno son tantos que adjunto un enlace porque enumerarlos todos excedería el límite de palabras que me permiten para este artículo. Pedro Sánchez debería reflexionar sobre lo que acaba de ocurrir en Estados Unidos (sé que, al igual que Biden, Sánchez es dado a largos períodos de "reflexión").
Algunos pueden argumentar que, al elegir a Trump, los estadounidenses hemos votado por la extrema derecha. Permítanme disculparme en nombre de mis compatriotas si lo veis así. Muchos de nosotros votamos por Biden en las elecciones pasadas, cuando prometió unidad y verdad. En cambio, nos dio división, mentiras y alianzas con la extrema izquierda. Y corrupción. Tras cuatro años, vimos los resultados. Trump ganó, es cierto. Pero muchos no votamos a Trump, si no votamos en contra de los demócratas porque estábamos hartos— y creíamos que nuestro país no podía sobrevivir más tiempo gobernado por la extrema izquierda, sus mentiras, y su corrupción. Merecemos algo mejor. Y a mis amigos que me preguntan sobre Trump, les pregunto, en cambio, ¿cuánto más puede aguantar España?
*J.K. Franko, abogado estadounidense que ha escrito libros y artículos sobre política y derecho, especializándose en derecho constitucional de EEUU. Vive en Dallas, Texas, y es autor de varias novelas, incluyendo la trilogía Ley del Talion (Ojo por ojo, Diente por diente, Vida por vida) y Hasta que tu muerte nos separe (Ed. Roca, 2024).
El mundo acaba de presenciar el espectáculo de la segunda inauguración de Donald Trump. Amigos de España me han preguntado: ¿Y ahora qué? ¿Invadirá Estados Unidos Groenlandia? ¿O Canadá? ¿Y qué ocurre con el nuevo Golfo de América? Antes de disculparme en nombre de mis compatriotas por infligirle al mundo otros cuatro años de Trump, permítanme explicar por qué nos hicimos esto a nosotros mismos y, de paso, a ustedes.