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Tribuna Internacional
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Armémonos hasta los dientes, pero sin cargarnos la democracia
Alemania votará mañana aumentar el gasto en defensa. Para ello, ha tenido que forzar los procedimientos democráticos. España hará algo parecido. Hay que asumir la nueva realidad, pero sin destruir las reglas
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Mañana, en Berlín, veremos la política europea tal como es ahora mismo. Tras veinte años de obsesión por los déficits fiscales, y ochenta de pacifismo, el Bundestag votará a favor de reformar la cláusula de la constitución alemana que limita el gasto público y de iniciar un lento proceso de autonomía militar con respecto a Estados Unidos. Pero lo hará mediante uno de los mayores trucos políticos de la historia reciente del país.
Recopilemos. La campaña electoral previa a las elecciones del 23 de febrero estuvo dominada por la inmigración. Socialdemócratas y democristianos sabían que la cláusula constitucional que limita el déficit al 0,35% del presupuesto era absurda, pero se mostraron ambiguos sobre su derogación. Ambos partidos, y también los verdes, estaban comprometidos con Ucrania, pero ninguno quería parecer belicista. Se habló relativamente poco de política internacional. Cuando el Gobierno de Donald Trump injirió en la campaña participando en un acto de Alternativa por Alemania, hubo aspavientos pero no muchas propuestas.
Increíblemente, los partidos políticos empezaron a aclarar sus posturas sobre esas cosas cuando la gente ya había votado. De hecho, el futuro canciller, Friedrich Merz, un hombre que se ha pasado la vida trabajando para empresas estadounidenses, y que es conocido por su sólido atlantismo, esperó a que hubieran cerrado las urnas para decir las palabras más trascendentales de la historia reciente del país: “Mi absoluta prioridad será fortalecer Europa tan rápidamente como sea posible para que, paso a paso, podamos lograr de veras la independencia de Estados Unidos”.
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Su plan consiste en reformar el límite de la deuda de tal modo que el país pueda gastar mucho más en infraestructuras y defensa. Como sería imposible aprobarlo en el nuevo parlamento surgido de las elecciones, que se conformará el 25 de este mes, propuso que lo aprobara, a toda prisa, mañana, el saliente. Socialdemócratas, democristianos y verdes pactaron una definición muy amplia de qué es el gasto militar para poder utilizar dinero de los nuevos fondos para otras cosas. Alternativa por Alemania y Die Linke, los dos extremos radicales de la política alemana, que en el nuevo parlamento tendrán poder de veto, pero en este no, protestaron: no solo están en contra del aumento del gasto, sino que se oponen especialmente a una mayor beligerancia contra Rusia, de la que los dos partidos son aliados. La cuestión llegó al constitucional. A diferencia del nuestro, este es funcional y ya ha dictaminado que la sesión parlamentaria en la que se votará el plan es legal. Probablemente, Merz se salga con la suya. Pero, ¿a qué precio? Al de reforzar a los críticos que dicen que nada de esto es muy democrático.
La nueva normalidad
Esa clase de movimientos va a ser la nueva normalidad en Europa. Son un reflejo de las enormes dificultades políticas y económicas que implica la ruptura de un orden geopolítico que ha dado a los europeos la opción de dedicar lo ahorrado en defensa a ampliar el estado del bienestar. En España, Pedro Sánchez ha empezado a retorcer el lenguaje para hacer el cambio más digerible. Su apoyo al aumento del gasto en defensa no es parte de una “carrera armamentística”, ha dicho, sino de la “seguridad para el siglo XXI”, que a su vez es una oportunidad para “las ‘start ups’ y los emprendedores”. Dado que no dispone de una mayoría parlamentaria que apoye el plan, no lo llevará al Congreso y tirará de imaginación contable. Como decía mi colega Carlos Sánchez ayer, tal vez el Gobierno esté “saltándose a la torera los preceptos constitucionales”.
El presidente también afirmó que ese gasto no significará un recorte del gasto social. Puede parecer una preocupación típica de una inestable coalición izquierdista, algunos de cuyos miembros ya están diciendo, con una lógica adolescente, que prefieren gastar el dinero en hospitales que en tanques. Pero quien más énfasis ha puesto en no reducir el gasto en el Estado del bienestar es el Gobierno más de derechas del continente, el de Italia. “No podemos concebir que la financiación de la defensa vaya en detrimento del gasto sanitario y los servicios públicos”, dijo el ministro de Economía, Giancarlo Giorgetti. ¿Qué solución propuso? Recursos contables que permitan un aumento del gasto y, al mismo tiempo, eviten los recortes y el crecimiento de una ya inmensa deuda.
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Los países europeos están haciendo muy bien en abordar esta transición. Nadie es más favorable a ella que yo: más independencia de Estados Unidos, más defensa, inversiones estratégicas. Pero ahora están descubriendo que esta no solo implica realismo táctico, principios sólidos y retórica elevada, sino una serie de pasos políticos enormemente complejos, que muchas veces requieren forzar los procedimientos rutinarios, que pueden enfrentarse al rechazo de una población muy bien acostumbrada y qué partidos de todo el espectro político van a tratar de explotar en beneficio propio.
Las normas constitucionales se pondrán al límite. Los déficits reales serán inmensos. Para conseguir el apoyo de un grupo minoritario, los Gobiernos harán pasar cualquier cosa imaginable como gasto en defensa. Veremos a la derecha radical (aquí, Vox) convertida en pacifista y a la izquierda radical (como Podemos) muy preocupada por la responsabilidad fiscal. Será un cambio mucho más traumático de lo que creemos. Pero tenemos que hacerlo, y tenemos que hacerlo apegados a los principios de la democracia liberal. Si no, corremos riesgos aún mayores que Putin y Trump.
Mañana, en Berlín, veremos la política europea tal como es ahora mismo. Tras veinte años de obsesión por los déficits fiscales, y ochenta de pacifismo, el Bundestag votará a favor de reformar la cláusula de la constitución alemana que limita el gasto público y de iniciar un lento proceso de autonomía militar con respecto a Estados Unidos. Pero lo hará mediante uno de los mayores trucos políticos de la historia reciente del país.