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Trump sobreestima e infravalora al mismo tiempo el poder de Estados Unidos
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Ramón González Férriz

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Trump sobreestima e infravalora al mismo tiempo el poder de Estados Unidos

Cree que el mundo humilla a su país y se aprovecha de él. Al mismo tiempo, considera que EEUU tiene el poder suficiente para someter a todos. Es una paradoja que se vio ayer en su anuncio sobre los aranceles

Foto: El presidente de EEUU, Donald Trump. (Reuters/Kevin Lamarque)
El presidente de EEUU, Donald Trump. (Reuters/Kevin Lamarque)
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La política exterior de Donald Trump está basada en dos nociones aparentemente contradictorias. La primera es que Estados Unidos ha perdido todo su poder. La segunda es que Estados Unidos es muy poderoso. Su anuncio de anoche de que impondrá aranceles "recíprocos" a todos los países con los que comercia, que llamó la "declaración de independencia económica de Estados Unidos", refleja muy bien esta paradoja.

Por un lado, Trump se da cuenta de que el mundo ya no es unipolar y de que China va a disputarle la hegemonía. Siente que su desequilibrada balanza comercial es una muestra de su debilidad y de su dependencia de productos y materiales importados. "Durante décadas, nuestro país ha sido saqueado, violado y expoliado por naciones vecinas y lejanas, amigas y enemigas. Trabajadores y agricultores americanos han sufrido mucho y visto con angustia cómo líderes extranjeros nos robaban el trabajo", dijo ayer. Siente que la OTAN tenía sentido cuando, en plena Guerra Fría, sus miembros se sometían por completo a la estrategia de Estados Unidos, pero no ahora, cuando quieren recibir su protección militar pero mantener una plena libertad de movimientos. Considera que la Organización Mundial del Comercio, pensada para que Estados Unidos impusiera sus reglas al comercio global, está ahora secuestrada por China y, de hecho, por sus aliados históricos: "El amigo es peor que el enemigo en términos comerciales", dijo ayer. No entiende por qué en el Consejo de Seguridad de la ONU tiene que sentarse junto a países absurdos como Sierra Leona o Argelia. Pese a años de advertencias, Alemania sigue abusando de su poder exportador. Japón ni siquiera es capaz de pagar un ejército digno de tal nombre. Hasta Latinoamérica se ríe de Estados Unidos mandándole a sus delincuentes y vendiendo droga a los blancos republicanos.

Foto: Reunión de líderes europeos en Londres. (Reuters/Javad Parsa) Opinión

Para Trump, Estados Unidos es débil y está siendo humillado por el resto del mundo. ¿Cuál es su respuesta? Renunciar a todo aquello que considera secundario y centrarse en lo que cree que es estratégico. Desinvertir en la defensa europea y concentrarse en el enfrentamiento con China. Como contó ayer, utilizar los aranceles para reindustrializar el país e independizarlo del resto del mundo. Poseer Canadá y Groenlandia para hacerse con sus materias primas y disponer del control de una buena parte del Ártico. Dominar Latinoamérica e imponerle las reglas que hagan que Estados Unidos se sienta seguro. Sellar el país. Hacerlo autónomo, autosuficiente y orgulloso. Vengarse de quienes le han ofendido y despojado de su poder.

Al mismo tiempo, sin embargo, Trump cree que Estados Unidos tiene mucho poder y que podrá hacer todo eso sin toparse con una oposición insalvable. Cree que puede quedarse con Groenlandia sin recurrir a la fuerza, pero que si tuviera que emplearla, sería la invasión más fácil del mundo. Piensa que Canadá acabará aceptando grandes cesiones de su soberanía sobre las fronteras y las materias primas. Cree que ningún país puede permitirse no exportar a Estados Unidos, por lo que los aranceles son un arma que le proporcionará la sumisión de todo el mundo. Cree que los europeos no tendrán más remedio que aceptar el trato sobre Ucrania al que lleguen Vladímir Putin y él. Es más, está convencido de que podrá obligar a los europeos a que se paguen su defensa y a que lo hagan comprando las armas a los fabricantes estadounidenses. Cree que Latinoamérica es un lugar tan ridículo que puede hacer con él lo que quiera.

Una mala combinación

Trump siente que su país está humillado y, al mismo tiempo, que puede acosar a los demás hasta que le obedezcan. El presidente de Estados Unidos no es un loco ni un ignorante, solo es un hombre del siglo XIX -ayer mencionó que la edad de oro de Estados Unidos fue la comprendida entre 1789 a 1913- que entiende la política como un juego de grandes potencias obsesionadas con el poder y el orgullo. De acuerdo con esta lógica, como transmitió anoche, no puede entender por qué México, Canadá o la Unión Europea tienen la osadía de responder a su guerra comercial (entiende, en cambio, que lo haga China, a la que considera un rival a su altura); y ante esa ofensa no ve otra respuesta posible que ir más allá. Más aranceles, más amenazas, más muestras de poder. Muchos le han considerado un aislacionista, pero eso es erróneo. Su política consiste en intervenir en lo más profundo de la soberanía de terceros países, sobre todo de sus aliados, pero sin el coste comercial, militar o de cooperación que eso ha supuesto para Estados Unidos en las últimas décadas.

La pregunta que se hacen el resto de Occidente y China es si Trump se equivoca en lo primero —Estados Unidos no tiene el poder que merece— o en lo segundo —Estados Unidos tiene poder para coercer a las demás naciones—. Obviamente, la verdad está en un punto intermedio. Y si Trump fuera el negociador que siempre se ha preciado de ser, no debería ser tan difícil encontrarlo. Pero ese tiempo ha pasado. Trump es un emperador, al mismo tiempo, inseguro y arrogante, herido y orgulloso. Su Gobierno ha asumido que ese estado de ánimo es su agenda política. La obligación del resto del mundo rico es explicarle por qué no piensa someterse a su poder, o al menos no completamente: ser “firme pero inteligente”, como ha dicho ya el presidente del Consejo Europeo, António Costa. Su reacción es previsible: sentirse más humillado y querer ejercer aún más su poder.

La política exterior de Donald Trump está basada en dos nociones aparentemente contradictorias. La primera es que Estados Unidos ha perdido todo su poder. La segunda es que Estados Unidos es muy poderoso. Su anuncio de anoche de que impondrá aranceles "recíprocos" a todos los países con los que comercia, que llamó la "declaración de independencia económica de Estados Unidos", refleja muy bien esta paradoja.

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