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Tribuna Internacional
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Lo que 100 días de presidencia de Trump han enseñado a España
La Defensa quiebra la coalición de Gobierno. La derecha radical sufre los aranceles. El Estado de Derecho se deteriora. España debe aprender las lecciones de estos días vertiginosos. Quedan por lo menos 1.363 más
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Donald Trump lleva 100 días como presidente. En este tiempo, ha cumplido muchas de sus promesas más radicales con una velocidad asombrosa. Es probable que a partir de ahora el ritmo de su Gobierno se ralentice y que el ciudadano medio sufra las consecuencias negativas de sus decisiones, como una mezcla de inflación y recesión. El presidente estadounidense también ha descubierto sus límites: ya sabe que Vladimir Putin no pondrá fin a la guerra de Ucrania y que China juega muy fuerte en materia comercial. Hasta la Unión Europea está respondona.
Pero el impacto de lo que ha hecho en estos 100 días es enorme. Estas son algunas de las lecciones que podemos extraer los españoles.
De la defensa al comercio
España sabía que, tarde o temprano, tendría que invertir más en su seguridad. Lo que estamos descubriendo ahora va más allá. Por tercera vez en la democracia española, tras el referéndum de la OTAN y la guerra de Irak, el papel militar de España está en el centro del debate público. A diferencia de lo que sucedió en los dos casos previos, sin embargo, hoy los dos bloques políticos están muy divididos en varios partidos, y estos se encuentran en bandos opuestos. El PSOE no se pone de acuerdo con sus socios de Sumar y Podemos. El PP y Vox discrepan en cuestiones centrales como el alineamiento con la UE. Si las alianzas políticas españolas ya eran inestables, Trump ha generado una nueva fuente de inestabilidad en el centro mismo de la misión de un Estado: el cruce de la defensa y la política exterior.
Después están los aranceles. No sabemos cómo acabarán las políticas comerciales de Trump, pero sí tres cosas: que tendrán un cierto impacto en España, que este será mucho menor que en otros países de Europa como Alemania e Italia, y que España deberá ir de la mano de estas en todas las negociaciones. Esto ha generado una gran tensión en Vox. Los partidos de la internacional nacionalista —además de Vox, Alternativa por Alemania y las formaciones de Meloni y Le Pen— depositaron grandes esperanzas en el regreso de Trump. Pero en estos 100 días han descubierto que, aunque pueden presumir de cercanía ideológica, las políticas económicas de este generan un gran rechazo en Europa. Sobre todo, donde más duele a estos partidos: el sector agroalimentario y la industria del automóvil.
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Del Estado de derecho a China
Trump está destruyendo la separación de poderes en su país. Toma por sí mismo decisiones que requieren el apoyo del Congreso. Está ignorando dictámenes judiciales. Y ataca constantemente a la prensa. El debate sobre la separación de poderes es central en España, pero se ha agudizado especialmente desde que el Gobierno de Pedro Sánchez lleva a cabo cosas muy parecidas a las que hace Trump: ignora al Congreso, convierte el ataque a los jueces en una forma de cohesionar su coalición parlamentaria y critica de manera constante a la prensa. Sabemos que esa clase de actuaciones son muy populares entre los votantes afines al Gobierno. Pero los riesgos son evidentes y en Estados Unidos solo han tardado 100 días en aparecer: hoy muchos consideran que no se comporta como el país más rico del mundo, sino como uno emergente. España goza de muy buena reputación en el extranjero. Pero debe andarse con cuidado.
Y la que quizá sea la lección más importante. Trump es consciente de que el mundo se ha vuelto bipolar. Sus planes para Europa son sencillos: va a dejar de ayudarnos, va a perjudicarnos en materia de defensa y comercio, pero piensa que estamos condenados a escoger entre China y Estados Unidos, y que acabaremos escogiendo a estos últimos. Pese a ser un trato repelente, es lo que deberíamos hacer. Pero parte de la izquierda española, liderada por José Luis Rodríguez Zapatero, piensa que es el momento de hacer de China no solo nuestro socio prioritario, sino nuestro imperio de referencia. Sánchez no lo cree así, pero detesta a Trump, sabe que en el progresismo hay una fuerte pulsión antiestadounidense y le gustaría diversificar nuestra dependencia.
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Los riesgos son evidentes. Trump desaparecerá del mapa mucho antes que el Partido Comunista chino. La UE no tiene nada parecido a una autonomía estratégica, y no lo tendrá en décadas. No deberíamos creer que tenemos la obligación de elegir. Pero si realmente debemos hacerlo, tenemos que tragarnos el orgullo y seguir apostando por Estados Unidos.
Hay más lecciones. Gracias al ejemplo estadounidense, España está viendo lo bien que la población acoge las medidas antiinmigratorias, pero todo nuestro crecimiento económico depende de la inmigración. España ve con vértigo que para Trump las fronteras —las de Canadá, Dinamarca, México o Panamá— no importan cuando se interponen con sus intereses, pero algunos de nuestros mayores conflictos tienen que ver con quienes quieren eliminar dos fronteras, en Ceuta y Melilla, y quienes quieren crear otras dos, en Euskadi y Cataluña. Los ejemplos son casi infinitos.
El impacto de los primeros 100 días de la segunda presidencia de Trump es enorme. Debemos estudiar bien las lecciones que nos pone delante y adaptarnos a ellas. Porque aún quedan, por lo menos, 1.363 días más.
Donald Trump lleva 100 días como presidente. En este tiempo, ha cumplido muchas de sus promesas más radicales con una velocidad asombrosa. Es probable que a partir de ahora el ritmo de su Gobierno se ralentice y que el ciudadano medio sufra las consecuencias negativas de sus decisiones, como una mezcla de inflación y recesión. El presidente estadounidense también ha descubierto sus límites: ya sabe que Vladimir Putin no pondrá fin a la guerra de Ucrania y que China juega muy fuerte en materia comercial. Hasta la Unión Europea está respondona.