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Por qué en tiempos de Trump nos interesa mirar hacia América

España busca fortalecer su influencia en Europa aprovechando sus conexiones globales, energía renovable y economía en crecimiento, destacando su relación con América para atraer talento y fomentar inversiones

Foto: El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, en el foro de economía 'Latinoamérica, Estados Unidos y España en la economía global' . (EFE/Archivo/Borja Puig De La Bellacasa)
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, en el foro de economía 'Latinoamérica, Estados Unidos y España en la economía global' . (EFE/Archivo/Borja Puig De La Bellacasa)

Hace poco, Esteban Hernández publicó en este diario un artículo de los que hacen pensar. En él recomendaba enfocar las reacciones al Día de la Liberación arancelaria de Trump hacia el análisis y el entendimiento de la realidad, abandonar la crítica ingenua y autocontemplativa y ponernos manos a la obra para construir el futuro.

El artículo trataba de "la capacidad de España para articular influencias" y tener mayor peso en una Europa autónoma. Una capacidad basada en: 1º "nuestras conexiones con otras regiones del mundo", 2º "la energía barata y abundante" y 3º "una economía con cifras positivas" frente a una Francia y una Alemania en decadencia.

Pues pongámonos a ello. Empecemos por analizar de dónde vienen esos 3 factores diferenciadores de España sobre los que construir un futuro sólido, y después planteemos un par de ideas que nos ayudarán a ponerlo en marcha.

1. Las conexiones con otras regiones del mundo

El vínculo entre España e Hispanoamérica no es el recuerdo de un pasado común que se mantiene vivo gracias a la lengua castellana. La relación entre España y América es la realidad familiar de millones de personas de ambos hemisferios. España tiene presencia real en las vidas de la gente desde Tierra del Fuego hasta California, y América es una constante en el día a día de la Península. En cuanto a EEUU, no solo los latinos tienen vínculos con nuestro país, los gringos también. Cada vez nos estudian más, nos conocen más, y vienen más a visitarnos y a vivir a nuestras ciudades.

Foto: Imagen: EC Diseño/Sofía Sisqués.
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El 11 de marzo de 2025, Forbes publicó un artículo sobre los países favoritos de los estadounidenses para irse expatriados. Según parece, el pódium lo integramos: Portugal, Francia, y España, en ese orden. En cuanto a los destinos favoritos para estudiar en el extranjero, España también es el tercer país receptor de alumnos estadounidenses, solo por detrás Italia, y Reino Unido, país al que casi empatamos. A su vez, doblamos a Francia y triplicamos a Irlanda, Alemania y Japón. España está de moda en Estados Unidos y el nacionalismo de MAGA no va a detenerlo. De hecho, a juzgar por la última vez que Trump se mudó al Despacho Oval, es probable que se acreciente entre la población crítica con su nuevo Comandante en Jefe. Precisamente son los críticos los que pueblan de talento las famosas universidades americanas, y, según parece, se está iniciando una carrera en Europa por captar ese talento. Si tenemos con qué competir, hagámoslo, no perdamos la oportunidad de dar la bienvenida a gente que sabe pensar con inteligencia, y que tiene interés por nuestro país.

Pese a todo ello, nuestra capacidad de influencia en América se enfrenta a amenazas. Las nuevas políticas industriales del gobierno, que se iniciaron con el juego de nombramientos en el nuevo conglomerado Indra-Telefónica-Escribano-Hispasat han dado lugar a la salida de Telefónica del Perú y Argentina, y están en vías de facilitar el acceso de Air France y Lufthansa a las rutas aéreas entre España e Hispanoamérica. Se vislumbran dos escenarios: El primero, coherente con nuestra tradicional cesión de cuota de mercado nacional a las empresas franco-alemanas. El segundo, mucho más creativo, que busca vincular dichas economías a Hispanoamérica, obligándolas a hispanizarse y a consolidar significación de lo ibérico en Europa. Ya veremos cuál acaba por imponerse.

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2. "Energía barata y abundante"

El sol y el viento estable son para muchos la promesa de una gran revolución energética que nos convierta, como dice Daniel Pérez Rodríguez, en la "Arabia Saudí de las renovables".

El boom de la generación -energética-, el descenso de los costes de producción, el auge de nuevas tecnologías como la hidráulica de bombeo y el encarecimiento del gas y el petróleo a causa del conflicto con Rusia, han hecho que el mundo entero se fije en el potencial energético de España.

La suma de esta capacidad renovable y el conjunto de plantas gasísticas, de cogeneración y regasificación nos está permitiendo este 2025 tener un saldo positivo de exportación tanto de gas como de electricidad. Especialmente a Francia y a Marruecos. Por fin estamos superando el histórico cerrojazo galo que nos convertía en una isla energética.

Foto: El Presidente de EEUU Donald Trump. (Reuters/Nathan Howard)

El gas que llega a España lo hace sobre todo desde Argelia, Rusia y EEUU, y la capacidad de regasificación española sirve para que los norteamericanos puedan suministrar energía a su gran amigo marroquí. Sin embargo, desde que empezó la guerra de Ucrania hemos duplicado la cantidad de gas ruso importado y en 2024 hemos reducido mucho el gas natural licuado que importamos desde EEUU (un 30%). Esto último ayuda a entender por qué Trump dijo que somos parte de los BRICS.

En cuanto al petróleo y sus derivados, la importación de ambos va en aumento y más de la mitad procede del otro lado del Atlántico. En 2024 EEUU fue nuestra principal fuente de crudo, un 15% del total.

Es decir, el continente americano es nuestro primer suministrador de energía. De él viene un 40% de la energía que importamos, tanto para uso propio como para distribuirla a terceros países. De nuevo, por el lado de la energía, el papel diferenciador de España en Europa es la conexión con América.

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3. Economía con cifras positivas

No son pocos los que dicen que esta época de auge se debe al aumento de población. Incluso cuando en España, desde 1995, muere al año más gente de la que nace, y 2024 no ha sido una excepción.

Según el INE el año pasado los nacidos en el extranjero aumentaron en medio millón y la mayoría son hispanoamericanos. Los últimos años, los americanos vienen representando dos terceras partes del total.

Hace unos años Jesús Fernández Villaverde nos puso de ejemplo a Japón para contarnos lo difícil que es tener superávit cuando pierdes población. Más recientemente, nos ha hablado del peligro de la inmigración apoyándose en los datos de Dinamarca. El motivo es la dificultad real de integración en la cultura danesa y el enorme coste que supone a Dinamarca incorporarlos a su estado de bienestar. Pues bien, ni el estado de bienestar español es el mismo que el danés, ni la inmigración latinoamericana en España se asemeja en nada a los africanos, asiáticos, y europeos del Este que alimentan mayoritariamente los datos que usa el Servicio Nacional Danés de Estudios Económicos.

Foto: El presidente de la Generalitat de Cataluña, Salvador Illa (Europa Press/David Zorrakino).

En lo que sí que nos parecemos a Dinamarca es en desaprovechar el talento de nuestros nuevos compatriotas. Que lo tienen y mucho. Por ejemplo, los ingenieros acostumbrados a calcular estructuras de edificios en lugares con huracanes y terremotos, a los que no reconocemos su título universitario porque dudamos de su capacidad para aplicar las sencillas tablas que establece la normativa española. O los pilotos que vuelan en zonas con vientos fuertes y niveles enormes de humedad. Por ejemplo, los que aterrizan en Cuzco, Quito o La Paz a más de 3.000 metros de altura. Hay gente con esa capacidad trabajando de riders o de peones de obra porque no les reconocemos sus titulaciones.

A menudo pienso en un capítulo de Modern Family en el que Sofía Vergara le dice, en inglés, a su marido que "ojalá supiera lo lista que es en su idioma". Esa situación se da en EEUU, y en Dinamarca, pero no se da en España.

Así que, en cuanto a lo bien que va la economía española, podríamos decir, que: "mejor que podía ir". Y que, al igual que con la energía y la influencia cultural, el factor diferenciador de España para aportar valor a una Unión Europea autónoma es nuestra capacidad de atraer e integrar talento latinoamericano, especialmente ahora que Trump lo está expulsando agresivamente de EEUU.

Foto: El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. (EFE/EPA/Andrés Martínez Casares) Opinión
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Dos propuestas

La primera es obvia: facilitemos el reconocimiento de títulos. Incorporemos calidad y experiencia al mercado laboral español, fichemos talento que se marcha de Norteamérica y creemos atractivo para que las empresas europeas inviertan en España y compitan entre ellas elevando los salarios, que es la gran asignatura pendiente. España tiene mucho margen para subir salarios y seguir siendo competitivos, pues el salario medio de la UE es 5.300 € superior al español, y del salario más habitual ya ni hablamos, porque resulta insultante.

Para la segunda propuesta, tenemos que recordar que el Gobierno ha eliminado recientemente las 'visas de oro' y ha anunciado la pretensión de poner un arancel del 100% a la compra de vivienda por parte de extranjeros -medida trumpista donde las haya-. Eso sí, solo a los extracomunitarios, porque dentro de la UE es ilegal discriminar por nacionalidad. Pues bien, si, como hemos visto, nuestro vínculo con América es la fuente de todas nuestras ventajas. Pero ¿qué sentido tiene ir directamente contra los americanos? Según el Gobierno, las 'visas de oro' son un factor determinante del en el alza de los precios de las viviendas. Pero si eso es cierto, es solo en algunos barrios que, de por sí, ya eran de lujo. De hecho, donde los extranjeros tienen un mayor impacto negativo sobre el precio del metro cuadrado es en el Levante y las islas. Pero claro, allí son franceses, alemanes, holandeses y nórdicos los que compran, así que el impacto de esta medida sobre ellos será nulo.

Si el problema es la injusticia de regalarle el permiso de residencia a los ricos, la respuesta es sencilla, no lo hagamos. Demos el permiso de residencia a cualquiera que compre una vivienda en España, independientemente del precio. El primer efecto de esto sería que los latinos de clase media no necesitarían pagar más de 500.000 € por una casa. Ya no tendría ningún sentido pagar tanto. Esas cifras volverían al mercado del lujo y se frenaría el alza de precios en los centros de las ciudades.

Foto: Aeropuerto John F. Kennedy de Nueva York. (EFE/Sarah Yáñez)

El segundo efecto sería facilitar el interés por zonas de España que no están tan de moda. Los inmigrantes carecen del arraigo y de los prejuicios de los locales, lo que les proporciona grandes niveles de movilidad. Por eso, si comprarse una casa barata en pueblos y zonas tendentes a la despoblación les da seguridad y opciones de progresar, lo harán. Hay quien ha defendido que los inmigrantes son la solución para la España vacía, pues empecemos por venderles casas y añadamos un título de residencia legal con ellas.

En resumen. Cómo decía Esteban Hernández es hora de ponerse realistas ante el nuevo telón de acero -y tinta- que está cayendo sobre el sistema internacional. Toca entender qué podemos aportar a Europa y a nosotros mismos. Si en influencia, energía, y crecimiento económico destacamos por nuestro vínculo con América, la respuesta se llama América. Porque el sueño es europeo, pero la realidad es mediterránea y atlántica. Así que en lugar de pinchar el chaleco salvavidas americano que tenemos, hagámoslo más robusto, démosle alas y seamos generosos. Y no olvidemos que muchos de los americanos de hoy, ayer eran españoles.

*Jaime Caballero, arquitecto.

Hace poco, Esteban Hernández publicó en este diario un artículo de los que hacen pensar. En él recomendaba enfocar las reacciones al Día de la Liberación arancelaria de Trump hacia el análisis y el entendimiento de la realidad, abandonar la crítica ingenua y autocontemplativa y ponernos manos a la obra para construir el futuro.

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