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Tribuna Internacional
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'El Gran Reinicio': un documento del que hablarán los políticos europeos
Presentado en Madrid, 'El Gran Reinicio' desafía la propuesta del Parlamento Europeo, sugiriendo un enfoque confederal para la UE en medio de debates sobre su futuro institucional y geopolítico
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A la nueva derecha le apasiona y le obsesiona a un tiempo la batalla de las ideas. No es ninguna novedad que los actores de ese espectro político conciben la "batalla cultural" como la columna vertebral que sostiene la espalda de la disputa política. Ya en los albores del partido, Kiko Méndez-Monasterio definía a Vox como un "instrumento metapolítico" antes que como una formación política al uso. Pues bien, esta consigna —primero la imaginación política, luego las propuestas concretas— se proyecta ahora sobre el horizonte de la Unión Europea, precisamente en un contexto de incertidumbre geopolítica y en un momento en que el debate sobre los pasos a seguir por el proyecto europeo está más vivo que nunca.
El pasado jueves 22 de mayo se presentó en Madrid el informe El Gran Reinicio. Restableciendo la soberanía de los Estados miembros en la Unión Europea, elaborado conjuntamente por el think tank polaco Ordo Iuris y por el Mathias Corvinus Collegium de Budapest. En el acto, celebrado en el Hotel Wellington de la capital, participaron los dos principales redactores del informe —Rodrigo Ballester y Jerzy Kwasniewski—, acompañados por otras figuras relacionadas con el mundo político, mediático y cultural de Vox: desde el eurodiputado Jorge Buxadé a la Fundación Disenso, pasando por el grupo Intereconomía.
El informe cobra relevancia al presentarse en un momento en que la Comisión Europea tiene sobre la mesa una resolución aprobada por el Parlamento Europeo en el tramo final de la pasada legislatura, que propone activar el artículo 48 del Tratado de la Unión Europea para acometer una revisión profunda de su arquitectura institucional. En este contexto, lo que se presentó en Madrid la semana pasada debe entenderse como una especie de contra-informe o contra-propuesta, destinado a interceptar los planes del parlamento europeo. O, como escriben los autores de El Gran Reinicio, orientado a sumar más voces al debate y ampliarlo.
¿Qué plantea la resolución del Parlamento Europeo? La resolución del Parlamento plantea, en la jerga comunitaria, la apertura de una "convención" que desemboque en una reorganización notable del funcionamiento y del reparto de poderes en el seno de las principales instituciones de la Unión. Su finalidad es clara: impulsar una reforma de corte democratizador y federalizante del proyecto europeo. Un verdadero salto hacia adelante en el proceso de integración europea, justamente en una coyuntura internacional donde no sólo su peso y su papel, sino incluso su mero sentido constituye hoy una incógnita de fondo.
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Con esta idea en mente, el texto propone modificar las atribuciones de la Comisión Europea para convertirla en un verdadero "ejecutivo" comunitario. También contempla redefinir el rol del Consejo, transformándolo en una suerte de "senado" europeo donde se expresen y debatan los intereses territoriales o nacionales. A su vez, aboga por reforzar el peso del Parlamento Europeo otorgándole capacidad de iniciativa legislativa; y, de este modo, mitigando el déficit democrático que siempre arrastra la Unión. A ello se suma la propuesta de reformar el sistema de votación en el Consejo Europeo, sustituyendo la unanimidad por la mayoría cualificada en ámbitos clave como la sanidad, la defensa o la energía, con el objetivo de agilizar la toma de decisiones y reducir al mínimo la capacidad de veto de los Estados. Finalmente, la resolución plantea avanzar hacia una concepción más ambiciosa de la ciudadanía europea, que permitiría a los residentes comunitarios participar en todo tipo de procesos electorales en el país en el que residen, incluidas las elecciones regionales y nacionales.
Sin embargo, el camino para abrir la denominada "convención" —el pistoletazo de salida para esta reforma de gran calado— está hoy obturado. El motivo principal es la negativa del Consejo Europeo. Aún así, se da por hecho que el proceso para modificar los tratados de la UE terminará por activarse en algún momento de la legislatura en curso. O, dicho de otro modo: que antes del año 2029 la Unión convocará una suerte de "estados generales" para debatir en profundidad sobre su funcionamiento, su diseño institucional y, en última instancia, su grado de federalidad.
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Es en este punto donde cobra todo su sentido tanto la elaboración del informe El Gran Reinicio, como su presentación en Madrid. La convicción de la derecha soberanista europea es que, si no interviene activamente en este proceso, la UE acabará avanzando hacia una mayor integración de corte federal. O, más exactamente, que si no pone ideas sobre la mesa, si no libra la batalla cultural, la balanza acabará inclinándose del lado de la alianza entre liberales, socialdemócratas, verdes y el sector del PPE más alineado con las tesis de Úrsula von der Leyen. De ahí el interés en anticiparse a ese desenlace y en trazar, en este tiempo de prevención de incendios, una suerte de cortafuegos ideológico que resguarde el equilibrio confederal al que aspiran tanto algunos gobiernos como diversos grupos parlamentarios.
El Gran Reinicio: un documento con una doble fuerza
El documento, presentado por primera vez el pasado mes de febrero en la sede de la Heritage Foundation en Washington, contiene dos grandes propuestas de reforma institucional de la Unión Europea: la primera de carácter más gradual o reformista —titulada Volver a las raíces—, y la segunda, abiertamente rupturista, bautizada significativamente con el nombre Un nuevo comienzo. No se trata en ningún caso de un texto improvisado, mal construido o defectuosamente informado. Al contrario, es un trabajo sólido, bien documentado, y redactado por especialistas en derecho europeo.
No es un detalle menor que uno de los principales redactores de El Gran Reinicio, Rodrigo Ballester, sea funcionario en excedencia de la Unión Europea, con diecisiete años de experiencia y un profundo conocimiento político y jurídico del funcionamiento del engranaje comunitario. De hecho, basta con leer unas páginas del informe para advertir que no se está ante una iniciativa nacida en los márgenes —con las virtudes y limitaciones propias de la exterioridad—, sino ante una intervención impulsada por antiguos insiders del aparato institucional, hoy desplazados hacia una posición típicamente outsider.
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Sin duda este es uno de los puntos fuertes del informe: haber sido escrito por personas que mantienen un pie dentro y otro fuera de las instituciones europeas. El otro es que no es un documento meramente orientado al debate —como una piedra lanzada al aire—, sino que cuenta con actores políticos, intelectuales e incluso gubernamentales en disposición de recoger el guante de sus propuestas. Es decir, figuras con la capacidad de traducir esos planteamientos y llevarlos al terreno concreto de la contienda política.
¿Qué medidas concretas propone El Gran Reinicio?
Lo más sustancial del informe es que empuja en la dirección contraria a la esbozada por el Parlamento Europeo. Allí donde la resolución plantea reducir la capacidad de veto del Consejo Europeo y transformarlo en una especie de "senado" o "cámara territorial", los autores de El Gran Reinicio proponen —en su escenario reformista o posibilista— convertir al Consejo en la máxima autoridad de la Unión. Esto implicaría, por ejemplo, otorgarle funciones legislativas vinculantes, así como la facultad de nombrar y destituir al presidente de la Comisión. En definitiva, hacer del órgano más confederal de la UE el centro del sistema institucional europeo.
Paralelamente, mientras que la resolución aprobada por la conjunción de liberales, socialistas, verdes y un sector del PPE anima a convertir a la Comisión en un auténtico poder ejecutivo —con las grandezas y miserias propias de un horizonte progresivamente federal—, el primer escenario de El Gran Reinicio plantea rebajar su papel a una mera "secretaría general" subordinada al Consejo.
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En esa misma lógica, el informe presentado por Ordo Iuris y el MCC de Budapest propugna reducir a la mínima expresión el papel del Parlamento Europeo, relegándolo a un mero "órgano consultivo". De forma significativa, el documento formula también una redefinición de su composición: propone que la cámara no esté integrada únicamente por representantes elegidos en las elecciones europeas, sino que incluya también delegaciones nacionales, con el objetivo de contrarrestar el peso de las agrupaciones ideológicas transnacionales. El argumento de fondo que sostiene esta propuesta insiste en que solo las naciones —y, por tanto, los parlamentos nacionales— poseen legitimidad democrática, puesto que no existe algo así como un "demos europeo". Así, aunque los autores se muestran muy críticos con el déficit democrático de la UE, su solución no pasa por democratizar sus instituciones, sino por replegarse al único ámbito donde, a su juicio, la soberanía —y con ella el mandato democrático— siguen siendo plenamente legítimos: el Consejo Europeo.
Finalmente, El Gran Reinicio subraya la necesidad de restringir el poder del Tribunal de Justicia de la Unión Europea (TJUE) y, en la práctica, dejar de considerarlo como una suerte de "tribunal constitucional" del ámbito comunitario. Esta medida responde a la creciente incomodidad de algunos gobiernos —en particular el húngaro, aunque no únicamente— ante el avance del derecho europeo por encima del derecho nacional. Bajo el influjo de esta preocupación, el documento propone "eliminar la primacía automática del derecho de la UE" y crear "una asamblea consultiva" compuesta por tribunales constitucionales nacionales para dirimir los conflictos jurídicos entre el plano europeo y el plano nacional. Como resulta fácil de percibir, todo gravita en torno a una lógica de demarcación confederal.
Por último, el documento insiste en la necesidad de reforzar el peso de la unanimidad en la toma de decisiones dentro del Consejo Europeo y en la conveniencia de introducir cláusulas para que los Estados que no quieran aplicar ciertas políticas, tengan derecho y no sean sancionados por no hacerlo.
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¿Es una hoja de ruta?
El entusiasmo de Jorge Buxadé, eurodiputado de Vox, durante la presentación de El Gran Reinicio en Madrid da una pista clara sobre los posibles usos políticos del informe. El siguiente paso consiste en que su contenido vaya calando en los grupos parlamentarios: que no solo lo conozcan y lo hagan suyo los miembros de "Los Patriotas", sino también otras delegaciones de la derecha soberanista europea. No por casualidad, Jerzy Kwaśniewski —coautor del informe— y el propio Buxadé insistieron en que las llamadas "fuerzas patriotas" constituyen ya el segundo grupo en número de diputados dentro del Parlamento Europeo. El objetivo, por tanto, es que cuando llegue el momento de abrir la "convención", tanto Los Patriotas como el ECR puedan agarrarse a esta propuesta como hoja de ruta o, en todo caso, como documento de referencia.
Aquí es donde entra la metapolítica: el terreno de juego favorito de la derecha identitaria y en el que en estos momentos invierte más energías que cualquier otra familia ideológica. El Gran Reinicio —sobre todo en su primer escenario—, se plantea como un arnés, un asidero o un punto de anclaje, con el que frenar una dinámica: un previsible curso de los acontecimientos. Pero también, de modo indirecto, como un instrumento para alimentar con ideas y argumentos el rechazo de una parte del Partido Popular Europeo al rumbo que le plantean sus socios liberales, verdes y socialdemócratas. En otras palabras: como un doble mecanismo de seguridad antes de encarar el verdadero debate.
La cuestión es que este pulso ideológico y este juego de posicionamientos se dan en un momento particularmente crítico para la Unión Europea, que se enfrenta a la necesidad de redefinir su peso como actor cuasi-continental en un escenario internacional marcado por la rivalidad entre grandes potencias y la fragmentación del orden global. Por eso, el debate sobre su arquitectura institucional no solo concierne a su funcionamiento técnico —o a cuestiones esenciales como su legitimidad y democracia interna—, sino que se alza también como una disputa sobre su lugar en el mundo. De ahí la relevancia de este tipo de documentos y, sobre todo, del contraste de ideas.
A la nueva derecha le apasiona y le obsesiona a un tiempo la batalla de las ideas. No es ninguna novedad que los actores de ese espectro político conciben la "batalla cultural" como la columna vertebral que sostiene la espalda de la disputa política. Ya en los albores del partido, Kiko Méndez-Monasterio definía a Vox como un "instrumento metapolítico" antes que como una formación política al uso. Pues bien, esta consigna —primero la imaginación política, luego las propuestas concretas— se proyecta ahora sobre el horizonte de la Unión Europea, precisamente en un contexto de incertidumbre geopolítica y en un momento en que el debate sobre los pasos a seguir por el proyecto europeo está más vivo que nunca.