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Hasta los republicanos de EEUU se están hartando de Israel
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Ramón González Férriz

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Hasta los republicanos de EEUU se están hartando de Israel

El plan de paz de Donald Trump, que hoy empiezan a negociar Hamás e Israel en Egipto, es razonable. E indica que los conservadores americanos no van a seguir dándole carta blanca a Netanyahu. Se sienten cada vez menos comprometidos con él

Foto: El presidente de los Estados Unidos, Donald Trump. (EFE/Graeme Sloan Pool)
El presidente de los Estados Unidos, Donald Trump. (EFE/Graeme Sloan Pool)
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El mes pasado, en una entrevista, Donald Trump explicó cómo está cambiando la percepción de Israel entre los políticos y la sociedad de Estados Unidos. Hasta hace unos años, los israelíes "tenían un control absoluto del Congreso", dijo, en referencia a la manera en que demócratas y republicanos votaban a favor de cualquier iniciativa que beneficiara a Israel. Incluso habló de la tradicional fortaleza del "lobby" israelí y aseguró que este era tan omnipresente y eficaz que ningún político se atrevía a hablar mal de Israel. "Pero ya no es así", dijo. Y añadió: "Es posible que estén ganando la guerra, pero no están ganando en el ámbito de las relaciones públicas, y eso les está haciendo daño".

Donald Trump es muy perspicaz. Pero en este caso no hizo más que reflejar lo obvio. Y es que, más allá de lo que sucede en el Congreso, los estadounidenses están abandonando a gran velocidad su viejo e inquebrantable compromiso con Israel. De acuerdo con la encuesta más reciente, tras los atentados de Hamás de hace dos años, un 47 por ciento de los estadounidenses apoyaban a los israelíes, frente a un 20 por ciento que apoyaba a los palestinos. En solo dos años, y por primera vez en la historia reciente, más estadounidenses apoyan a los palestinos (35 por ciento) que a los israelíes (34 por ciento).

Este cambio se debe sobre todo a dos razones. La primera es partidista: los demócratas están abandonando en masa a Israel. La segunda es generacional: los jóvenes de ambos partidos ya no sienten un compromiso especial con ese país.

Foto: esta-netanyahu-y-lo-que-sus-tropas-hacen-en-gaza-tocando-la-moral-incluso-a-la-derecha-estadounidense

Eso podría ser un consuelo para Israel. Durante muchos años, este ha dependido de Estados Unidos en aspectos militares y económicos: Israel ha sido el país de todo el mundo que más ayuda económica estadounidense ha recibido desde la Segunda Guerra Mundial. Pero su dependencia era también de carácter psicológico: la conciencia de que América siempre estaría ahí para presionar al resto de países cuando Israel necesitara solidaridad y amenazar o bombardear a enemigos históricos cuando fuera necesario. Hasta ahora, Benjamin Netanyahu daba por hecho que, aunque en Estados Unidos en general se redujera el apoyo a Israel, los republicanos iban a mantenerlo. Sobre todo con Trump al frente del movimiento MAGA. Sin embargo, ese respaldo también está cayendo. Las cifras no son tan alarmantes, pero se trata de un cambio drástico: hace dos años, el 76 por ciento de los republicanos apoyaban a Israel; ahora, son el 64 por ciento. ¿Qué está pasando?

Un cambio histórico

Evidentemente, muchos republicanos están horrorizados por la matanza de civiles en Gaza. Pero hay razones que van más allá de las circunstancias concretas de esta guerra.

En primer lugar, el trumpismo ha construido su popularidad entre los conservadores estadounidenses defendiendo el unilateralismo y negándose a prestar ayuda a países en el exterior. Cada vez más republicanos se preguntan por qué habría que hacer una excepción del "America First" con Israel. Trump también ha reiterado a sus votantes su compromiso de no volver a intervenir en guerras en Oriente Medio por su enorme coste económico y humano, y por una creciente indiferencia por esa región ante el auge de China; muchos comentaristas estadounidenses, como el célebre e influyente Tucker Carlson, temen que Israel arrastre al país a una nueva guerra en la región y vieron señales de que sería así cuando, antes del verano, Trump ordenó el bombardeo de Irán. Y aunque ha emergido una nueva generación de conservadores que creen que el cristianismo debe guiar la política estadounidense, esta es muy diferente de los evangélicos de los años ochenta que creían que el destino de Estados Unidos e Israel estaba vinculado en defensa de la civilización judío-cristiana. Hoy esa retórica no ha desaparecido, pero interesa bastante menos.

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Un acuerdo aceptable

Tras muchas y macabras especulaciones por parte de la derecha estadounidense e israelí, que jugueteó con la atroz idea de una limpieza étnica y la conversión de Gaza en un resort turístico, el plan de paz que ha presentado Donald Trump es razonable. Este obliga a Hamás a entregar los rehenes y renunciar a la gobernanza de Gaza, y deja abierta la puerta a una solución de dos Estados, por inverosímil que esta sea. E impide a Israel seguir con la guerra y llevar a cabo la destrucción total y la ocupación de la franja y la anexión de partes de Cisjordania, dos objetivos de parte del gobierno de Netanyahu.

Hoy empiezan las negociaciones en El Cairo entre Estados Unidos y los dos bandos combatientes.El escenario más probable es que Hamás e Israel acepten este plan con reservas y, al mismo tiempo, lo celebren como una victoria. Y que, poco después, lo incumplan. Pero el mero hecho de que Trump lo pusiera sobre la mesa señala que Israel ya no puede dar por sentado un apoyo sin límites de los republicanos. No se trata de una ruptura, sino de un creciente hartazgo que ha interiorizado el presidente, un hombre que no destaca por su paciencia. Se trata de una buena noticia: alguien debe hacerle entender al gobierno israelí que no puede seguir actuando como le dé la gana con los territorios y las vidas de cientos de miles de personas. Y ahora mismo, solo Trump puede hacerlo.

El mes pasado, en una entrevista, Donald Trump explicó cómo está cambiando la percepción de Israel entre los políticos y la sociedad de Estados Unidos. Hasta hace unos años, los israelíes "tenían un control absoluto del Congreso", dijo, en referencia a la manera en que demócratas y republicanos votaban a favor de cualquier iniciativa que beneficiara a Israel. Incluso habló de la tradicional fortaleza del "lobby" israelí y aseguró que este era tan omnipresente y eficaz que ningún político se atrevía a hablar mal de Israel. "Pero ya no es así", dijo. Y añadió: "Es posible que estén ganando la guerra, pero no están ganando en el ámbito de las relaciones públicas, y eso les está haciendo daño".

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