Trump busca una relación estable con China. Pero su carácter le traicionará
China se está beneficiando de la situación de guerra comercial que ha imperado en los últimos meses. Esa es la razón por la que ahora Trump se aviene un pacto. Pero, dado su carácter, es difícil imaginar que la tregua sea duradera
El presidente de EEUU, Donald Trump. (Europa Press)
El uso de los arancelescomo una forma de castigo a las naciones adversarias no tiene nada de nuevo. Su utilización contra las naciones aliadas es algo más infrecuente. Pero el modo en que los emplea Donald Trump es realmente extraordinario.
En primer lugar, le gusta anunciarlos de manera solemne. Trump llamó al día en que presentó su política comercial global, el 2 de abril de este año, el Día de la Liberación. Y durante el acto televisado en el que la explicó, mostró una serie de tablas en las que podía verse un listado de países con el arancel que le había caído en desgracia a cada uno. En segundo lugar, para Trump, los aranceles nunca son fijos: poco después de mostrar esas cifras, se puso a negociarlas bilateralmente; en función de los compromisos que aceptara cada país, la cifra podía bajar de manera espectacular. Vietnam, por ejemplo, empezó el proceso con unos arancelesrecíprocos del 46% y a principios de esta semana firmó un acuerdo que los reducía al 20%.
Cabría pensar que se trata de una mera estrategia negociadora. Pero en realidad el proceso va más allá de lo comercial. Mientras los técnicos de las dos partes negocian, Trump suele encontrar motivos para amenazar con aranceles más altos que no tienen nada que ver con el comercio. Antes del verano, impuso a Brasil unos aranceles del 50%en represalia por el proceso judicial al que estaba siendo sometido el expresidente Jair Bolsonaro. Durante el verano, puso unos aranceles del 50% a India porque compra petróleo a Rusia. Hace unas semanas, amenazó a España con aranceles extra por no gastar más en defensa. Después de acordar con la UE unos aranceles recíprocos del 15%, amenazó con subirlos porque desaprueba la regulación europea de internet. La semana pasada fue más allá: dijo que subiría los aranceles un 10% adicional a Canadá porque no le gustó un anuncio promovido por la región de Ontario en el que aparecía Ronald Reagan defendiendo el libre comercio.
Trump cree que los aranceles son su herramienta más efectivapara someter a los demás países. Es su martillo preferido. Y cualquier cosa, tenga que ver o no con el comercio, es para él una buena excusa para utilizarlo. Quien tiene un martillo, solo ve clavos.
¿Fin de la guerra comercial?
El enfrentamiento comercial entre Estados Unidos y China que se agravó en el mes de abril ha sido la expresión más radical de este uso punitivo de los aranceles. Y ha adquirido la dinámica propia de una guerra. En este tiempo, rara vez han pasado más de dos semanas sin amenazas cruzadas, aumentos de aranceles, acusaciones de incumplimiento y anuncios de nuevas medidas. En un momento concreto, Estados Unidos afirmó que los aranceles a algunos productos chinos serían del 245%; China, en respuesta, puso unos del 125% a Estados Unidos. Y eso que se trataba, en teoría, de un periodo de tregua.
Antes de la reunión de esta mañana entre Trump y Xi Jinping en Corea del Sur, el primero afirmó que veía posible un gran acuerdo. Parte de él tiene que ver con la tendencia del presidente de Estados Unidos a mezclar cuestiones: ha afirmado que está dispuesto a reducir los aranceles a los productos chinos si Xi veta la exportación a terceros países de componentes químicos que se utilizan para fabricar fentanilo que luego se introduce en Estados Unidos. Pero va más allá. Esta mañana podría lograrse un acuerdo que, aunque no pondrá fin a una guerra que va a marcar a toda una generación, al menos puede posibilitar una tregua que estabilice en cierta medida el comercio de productos clave como las tierras raras, los chips y la soja, una materia prima importante para los votantes de Trump en el Medio Oeste. El plan es que a este alto el fuego le siga un plan estructurado de contactos de alto nivel entre las dos partes, una visita de Trump a China y una de Xi a Estados Unidos, y una mínima estabilización de las relaciones entre los dos países. Si Trump se ha abierto ahora a esta clase de transacción es porque China es quien se está beneficiando en mayor grado de la situación de caos actual.
Sin embargo, incluso si la reunión de esta mañana tiene éxito, hay que ser cauto. Trump adora la inestabilidad. Siente que es lo que le confiere poder para castigar a sus adversarios (recuerden el martillo) y premiar a quien se doblega ante él. Solo una cosa le gusta más que cerrar tratos: reabrirlos para obtener mayores beneficios. Eso tiene un coste: las empresas viven en un constante estado de alarma por la incertidumbre sobre el acceso a determinadas materias primas, la volatilidad de sus precios o las dificultades para prever exportaciones o planificar inversiones.
Pero para él eso es un asunto secundario. Dudo mucho que esto cambie. El hecho de que Estados Unidos vaya perdiendo en esta guerra le da incentivos para encontrar un territorio común con Xi y prolongarlo en el tiempo. Pero la nueva política ya no va tanto de racionalidad y pragmatismo como de algo mucho más incontrolable: el carácter sin constricciones de los líderes. Y el de Trump ya sabemos cómo es.
El uso de los arancelescomo una forma de castigo a las naciones adversarias no tiene nada de nuevo. Su utilización contra las naciones aliadas es algo más infrecuente. Pero el modo en que los emplea Donald Trump es realmente extraordinario.