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No mires fuera, el enemigo está dentro
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No mires fuera, el enemigo está dentro

Resulta alarmante contemplar cómo los gobiernos de los Estados miembros de la Unión Europea van cediendo poco a poco a la tentación del proteccionismo o al discurso del populismo

Foto: Imagen de ErikaWittlieb en Pixabay.
Imagen de ErikaWittlieb en Pixabay.

Europa es un continente, no una isla. Y forma parte del conjunto de continentes, en pie de igualdad política, económica y social con el resto de continentes. Aquello de que Europa era el centro de los mapas del mundo ya pasó, si hoy se dibujase otra vez ese mapa, en primer plano aparecería América o en todo caso el Pacífico. Las mismas corrientes de pensamiento político, las mismas tendencias económicas, también las mismas crisis y tensiones que recorren el planeta globalizado nos traspasan inevitablemente a nosotros. Parece mentira cuánto nos resistimos a aceptar que ya somos solo un jugador más en el tablero mundial, y no de los más grandes, y eso todavía si permanecemos unidos, porque los países europeos considerados por separado en el contexto actual tenderían hacia la irrelevancia global.

Europa es más pequeña de lo que creen los europeos. Es cierto que hemos generalizado nuestros valores políticos y económicos (la democracia representativa, los derechos humanos, el capitalismo o los derechos sociales), sin embargo, haber inventado las reglas del juego no garantiza que vayamos a ganar, si no Inglaterra triunfaría en todos los mundiales de fútbol o Grecia en cada edición de los Juegos Olímpicos. Y, por otro lado, valores alternativos, casi hasta contrarios, como el autoritarismo o el proteccionismo, se están desplegando con fuerza en la actualidad. De entre los grandes actores mundiales (EEUU, China, Rusia y Unión Europea), solo de nosotros puede decirse que no practicamos el autoritarismo o el proteccionismo.

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¿Significa esto que estamos a salvo de ambas corrientes contemporáneas? ¿Ser los representantes de la democracia representativa y del libre mercado nos asegura que no incurriremos en el autoritarismo y el proteccionismo? Desde que tenemos memoria, Europa ha guiado el curso ideológico de la Historia, ¿puede ocurrir ahora que las novedades políticas, nos gusten o no, vengan de Asia o de América? La realidad responde a estas tres preguntas contundentemente. No estamos a salvo de nada, también los jóvenes europeos se cuestionan la necesidad de la democracia confrontada con la supuesta eficiencia de la autocracia. El populismo ha hecho presa en los cuerpos electorales europeos, por lo que no estamos vacunados. Y sí, fenómenos políticos como el chavismo o el trumpismo han sido antesala de terremotos electorales en Grecia, España, Francia y Reino Unido, por ejemplo.

La única oportunidad de seguir siendo decisivos que tenemos los europeos en los próximos años pasa por seguir encarnando principios y valores europeos (libertad e igualdad individuales). El día en que la Unión Europea deje de significar 'europeísmo', es decir, baluarte de la democracia representativa y del libre mercado, no existirá ninguna razón para tenernos más en cuenta en el panorama internacional que a una gran región china o a la Costa Este norteamericana.

Foto: Marine Le Pen. (Reuters) Opinión

Por eso resulta alarmante contemplar cómo los gobiernos de los Estados miembros de la Unión Europea van cediendo poco a poco a la tentación del proteccionismo o al discurso del populismo. Y la consecuencia es una Unión Europea vacilante, frágil, contradictoria y carente de liderazgos supranacionales. Recuerdo que cuando hice el servicio militar, en las garitas de guardia, se podía leer escrito con las brasas de múltiples cigarrillos sobre la cal de la pared: “No mires fuera, el enemigo está dentro”. Pues eso les está ocurriendo ahora a los centinelas europeos: que miran afuera cuando el enemigo ya está adentro.

Nuestros adversarios y competidores estarían fuera. Los hay económicos, como Estados Unidos o China. Los hay geoestratégicos, como Rusia. Los hay de seguridad, con países que a todos nos pueden venir a la cabeza pero que prefiero no nombrar. Sin embargo, a día de hoy, los verdaderos enemigos de Europa no se encuentran al otro lado de nuestras fronteras sino dentro de ellas. Son la división, la inestabilidad y el miedo.

Los verdaderos enemigos de Europa no se encuentran al otro lado de nuestras fronteras sino dentro. Son la división, la inestabilidad y el miedo

Hagamos un breve repaso para ver como de revuelto se encuentra el gallinero europeo.

Primero nombraré a los que pronto pasarán por las urnas. Empezando por Austria que, recordemos, está con un Gobierno técnico desde junio y que ahora deberá decidir si renueva el mandato del canciller conservador Kurz o decide votar por la alternativa. Las encuestas no muestran declive de la extrema derecha y, de momento, su Parlamento ya ha aprobado una moción que obliga al nuevo Ejecutivo a posicionarse en contra del acuerdo con Mercosur. Un palo más en la rueda de los tratados de libre comercio, germen y símbolo del proyecto europeo.

Portugal y Polonia votarán en octubre con una semana escasa de diferencia. En el primer caso, es difícil que se consolide el experimento político ideado por el primer ministro socialista, António Costa, que le ha permitido mantenerse en el poder cuatro años apoyado desde el Parlamento por las fuerzas más extremistas. Todo apunta a que, si los socialistas no obtienen la mayoría absoluta, Portugal se sumará al conjunto de Estados miembros con Gobierno débil.

El caso polaco es bien distinto. Dominado el campo político desde hace casi una década por el ultraconservador y antieuropeísta Partido Ley y Justicia (PiS en polaco), que tantos quebraderos de cabeza ha dado a la Unión Europea, todos los sondeos siguen anunciando la derrota de las fuerzas proeuropeas, que comparecen divididas. Un nuevo triunfo del PiS supondría la consolidación del bloque de Visegrado y una derrota para las opciones más aperturistas del Este de Europa.

En la locomotora alemana, las cosas tampoco parecen ir mejor. Aunque las elecciones no deberían ocurrir antes de septiembre de 2021, nadie apuesta por la continuidad del Gobierno de coalición, que está desgastando como nunca a los dos gigantes de la política alemana. Para echar más leña al fuego, su economía desacelera. La percepción de los alemanes sobre el futuro es cada vez más pesimista. Y en el horizonte asoman unas posibles elecciones anticipadas antes de la próxima primavera.

Foto: El titular de Finanzas alemán, Olaf Scholz, junto a Angela Merkel. (Reuters) Opinión

La ultraderecha no crece, pero tampoco decrece. El PSD sigue, dos años después de los comicios, a la búsqueda de un líder que lo devuelva a la senda de las victorias electorales, y la CDU alemana luce luto anticipado ante la marcha de Merkel, la dama de hierro europea, a la que solo falta ponerle fecha. No se tiene la impresión de que su sustituta designada, AKK, consiga hacerse con las riendas del partido ni mucho menos con la agenda política alemana. Designada ministra de Defensa en sustitución de Ursula von der Leyen, nueva presidenta de la Comisión Europa, tampoco parece que su entrada en el Ejecutivo alemán le haya reportado grandes beneficios en términos de aceptación popular.

En Roma, las aguas también bajan revueltas, aunque, en este caso, no es nada nuevo bajo el sol. Con 66 primeros ministros en 73 años de vida, el país transalpino ostenta un poco meritorio récord en la cima de la inestabilidad política, que se ha convertido en marca de la casa.

La extraña (o no tanto) coalición del Movimiento Cinco Estrellas (nuestro Podemos) con la Liga Norte (nuestro Vox) duró lo que duró. Salvini, que es como Abascal pero con éxito electoral, olió sangre este verano, y entre chapuzón y chapuzón diseñó una estrategia que parecía infalible para acabar el año comiéndose el turrón en el Palazzo Chigi, sede de la jefatura del Gobierno. Sin embargo, cosas de la vida y de la política italiana, el tiro le ha salido por la culata.

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Pero ¿hasta cuándo? Matteo Renzi ha dividido el centro izquierda italiano, Giuseppe Conte no es líder de ningún partido en realidad, fluctúa, y todo indica que los próximos comicios podría llevárselos la extrema derecha por mayoría absoluta.

Del otro lado del Canal de la Mancha hay poco nuevo que decir por el momento. Sorprende ver en la democracia más antigua del mundo un primer ministro con modos de Nicolás Maduro. Con el Parlamento cerrado y los británicos sin otra Cámara que les represente que el Parlamento Europeo del que se quieren salir, la incógnita del Brexit sigue sin resolverse. El reloj sigue imperturbable su marcha y, si Londres no mueve ficha, el 31 de octubre se acabará para ellos la aventura europea, pero por la vía rápida, que es la mala.

Recordemos que Boris Johnson a principios de septiembre dijo preferir estar muerto en una zanja antes que retrasar el Brexit más allá de octubre. La soberbia del personaje ha metido a Reino Unido en una crisis constitucional sin precedentes, en donde hasta el papel de la soberana ha sido puesto en entredicho. Todo el mundo da por descontada una convocatoria electoral antes de diciembre. El problema es que nadie sabe si el resultado servirá para arrojar algo de luz sobre el Brexit o para hacerlo todavía más oscuro.

Foto: Reunión bilateral entre el 'premier' británico Boris Johnson y Donald Trump, presidente de los Estados Unidos. (Reuters) Opinión

Francia se salva del virus de la inestabilidad por su particular sistema político, pero no del contagio del populismo y del proteccionismo. No olvidemos que las últimas elecciones europeas, celebradas hace solo cuatro meses, las ganó el Frente Nacional de Marine Le Pen.

En marzo del año próximo, la popularidad del presidente y de su proyecto político, La República en Marcha, se someterá al test de los comicios locales. Unas elecciones que suelen dárseles bien a los partidos tradicionales y de extrema derecha. Con el Partido Socialista y el Partido de Los Republicanos a la búsqueda de un líder que les pueda guiar en su travesía por el desierto, el espacio político de centro ha sido engullido por Macron, que solo ha dejado abiertos los extremos. La extrema derecha para Le Pen, la extrema izquierda para los insumismos (deberían hacerse llamar los iracundos) de Mélenchon.

Ni más ni menos que 16 de los 28 Estados miembro tienen Gobierno de coalición. Y así podría seguirse.

He dejado por último a España que, para no perder las buenas costumbres de los últimos años, volverá a las urnas en unas pocas semanas. Es revelador el dato publicado por muchos periódicos hace unos días. En 40 años de democracia, el rey Juan Carlos realizó tan solo 10 rondas de consulta. El rey Felipe lleva ya siete y solo va por su quinto año de reinado.

Es un exceso y es una debilidad. Esta España que no es capaz de definirse ni gobernarse será menos atendida en sus demandas e intenciones

No seré yo quien critique la nueva cita electoral. Primero, porque votar, no se nos olvide, es la expresión última de la democracia. Segundo, porque esto es lo que establece la norma constitucional. Pero es evidente que dos repeticiones electorales en cuatro años suponen un exceso. No solo por el gasto que esto conlleva y por el hartazgo que provoca en la ciudadanía. Lo son, sobre todo, porque un país como el nuestro, con los problemas que tiene y con una desaceleración económica mundial en marcha, no puede permitirse el lujo de estar sin Gobierno.

Es un exceso y es una debilidad. Esta España que no es capaz de definirse ni gobernarse será menos atendida en sus demandas e intenciones. Si quieres ordenar el patio general, primero debes demostrar que eres capaz de ordenar tu casa. En negociaciones como la del Brexit o la nueva PAC, se apreciará cómo el raquitismo político español se traduce en delgadez de resultados.

Foto: La nueva presidenta de la Comisión Europea Ursula Von del Leyen (Reuters)

Este es el desalentador panorama político de la Unión Europa justo cuando afrontamos el relevo en la jefatura de las principales instituciones comunitarias. El presidente Juncker finaliza su mandato el 31 de octubre (misma fecha que el Brexit) y el nuevo colegio de comisarios, con Von der Leyen a la cabeza, debe tomar posesión el uno de noviembre. Todo ello si los comisarios designados no se encuentran ningún escollo en su proceso de aprobación por el Parlamento.

Si fuera así, el centro de mando europeo, como el de muchas capitales comunitarias, entraría en interinidad, con una comisión en funciones, capacitada legalmente para tomar decisiones y ejecutarlas, pero políticamente desnortada.

Europa es un continente, no una isla. Y forma parte del conjunto de continentes, en pie de igualdad política, económica y social con el resto de continentes. Aquello de que Europa era el centro de los mapas del mundo ya pasó, si hoy se dibujase otra vez ese mapa, en primer plano aparecería América o en todo caso el Pacífico. Las mismas corrientes de pensamiento político, las mismas tendencias económicas, también las mismas crisis y tensiones que recorren el planeta globalizado nos traspasan inevitablemente a nosotros. Parece mentira cuánto nos resistimos a aceptar que ya somos solo un jugador más en el tablero mundial, y no de los más grandes, y eso todavía si permanecemos unidos, porque los países europeos considerados por separado en el contexto actual tenderían hacia la irrelevancia global.

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