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Si no hay acuerdo, y no parece que lo haya, el Brexit duro llega en 40 días
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Esteban González Pons

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Si no hay acuerdo, y no parece que lo haya, el Brexit duro llega en 40 días

Si no hay un principio de acuerdo en las próximas semanas, y no parece que lo vaya a haber, el Brexit duro llega en 40 días. El reloj ya está corriendo

Foto: El Big Ben de Londres, rodeado por una bandera europea. (Reuters)
El Big Ben de Londres, rodeado por una bandera europea. (Reuters)

El coronavirus se ha comido el ciclo de noticias. Creo que sería difícil encontrar un solo periódico en el mundo que no lleve un titular relacionado con la pandemia en primera página. El covid-19, como ha advertido la OMS, ha venido para quedarse.

Y, sin embargo, en medio de la pandemia, el mundo ha seguido girando y los acontecimientos se siguen sucediendo, con mayor o menor notoriedad para la opinión pública. Uno de ellos es el Brexit que, como ya advertí hace unos meses, no se había terminado, solo postergado.

El 31 de enero, Reino Unido abandonó formalmente la Unión Europea, pero solo para adentrarse en lo que la jerga política denominó periodo transitorio. Un estado a medio camino que dejó a los británicos fuera de las instituciones, pero todavía obligado por sus decisiones. Sin representación, ni voz ni voto, pero beneficiándose todavía de las ventajas del mercado común y, todo hay que decirlo, haciendo honor a sus compromisos financieros previamente adquiridos.

Foto: Boris Johnson. (Reuters)

El problema es que ese periodo transitorio tiene fecha de caducidad, que es el 31 de diciembre de este año. Después de esa fecha, solo caben tres alternativas. La buena, la mala y la trágica.

La buena es que, a lo largo de 2020, británicos y europeos hayamos alcanzado un acuerdo para nuestra relación futura. En otras palabras, un acuerdo integral con el que gobernar las relaciones entre Reino Unido y la Unión Europea, desde los intercambios comerciales hasta la participación en agencias y programas europeos como Europol o Erasmus.

La mala es que un año no sea suficiente para negociar un acuerdo de tal envergadura y complejidad, y haya que pedir una prórroga de uno o dos años, ninguna de ellas extensible. Durante todo ese tiempo, ambas partes seguirían comprometidas al acuerdo transitorio.

La trágica es que finalmente no haya ni acuerdo ni prórroga, y el 1 de enero de 2021 Reino Unido haya definitivamente roto sus lazos con el continente y se convierta en un país tercero, sin más relación con la Unión Europea que su proximidad geográfica.

placeholder Partidarios del Brexit, celebrando. (Reuters)
Partidarios del Brexit, celebrando. (Reuters)

Las tres alternativas están, sin embargo, condicionadas por otro elemento temporal. La prórroga solo puede pedirse por una vez y siempre antes del 30 de junio. Y ¡ojo! estamos a 19 de mayo.

En otras palabras, si no hay un principio de acuerdo en las próximas semanas, y no parece que lo vaya a haber, el Brexit duro llega en 40 días.

Pues bien, con el reloj corriendo y la pandemia haciendo imposibles las reuniones físicas, los negociadores comunitarios, capitaneados por Michel Barnier, el infatigable 'brexitman' de la Unión Europea, han llegado a la conclusión de que Londres está haciendo todo lo posible para torpedear el acuerdo y, lo que es peor, no tiene intención de pedir la prórroga, conduciéndonos a todos otra vez al mismo estadio en el que nos encontrábamos en octubre de 2019. El todo o la nada.

Lo primero que hizo el ministro de Exteriores nada más producirse el Brexit fue ordenar a sus diplomáticos sentarse lo más lejos posible

Nunca se nos ha ocultado la agenda nacionalista de Boris Johnson y su estratega de cabecera, Dominic Cummings, la eminencia gris de Downing Street y el hombre que susurra a la oreja del 'premier'. Su base ideológica es el excepcionalismo británico, una reminiscencia de la época imperial que, solo Dios sabe cómo, pretenden hacer renacer.

A tal punto llega la paranoia nacionalista del Gobierno británico que lo primero que hizo el ministro de Exteriores nada más producirse el Brexit fue ordenar a sus representantes diplomáticos sentarse lo más lejos posible de sus homólogos europeos en las reuniones internaciones, no fuera a ser que no quedase bien claro que ellos eran independientes.

En las capitales nacionales, en las instituciones comunitarias y particularmente en el equipo negociador, se daba por descontado que este año 2020 no iba a ser fácil. Si ya fue difícil 2019 con Johnson apurando los tiempos hasta el último minuto, ¿por qué iba a cambiar ahora de estrategia?

placeholder El primer ministro británico, Boris Johnson, en Londres. (Reuters)
El primer ministro británico, Boris Johnson, en Londres. (Reuters)

Comenzaron los encuentros y, como era de esperar, buenas caras pero pocas intenciones. El tiempo seguía corriendo. Y en estas apareció el covid-19, elemento disruptivo que ha puesto patas arriba la casa comunitaria y por extensión también las negociaciones del Brexit.

Me consta, y así se puede deducir de los documentos públicos que ofrece la Comisión, que Barnier ha hecho todo lo posible y más allá para que las negociaciones no sufriesen parón alguno, incluso estando él mismo infectado por el coronavirus.

Pero en Londres empezaron a ver las cosas de otra forma. Porque el coronavirus, además de ser una desgracia, puede convertirse en la ansiada coartada para justificar el declive económico que ya se barruntaba.

Foto: El primer ministro Boris Johnson, tras salir del hospital donde estaba ingresado. (Reuters)

Para los círculos más nacionalistas próximos al Gobierno conservador, la crisis económica y social ya no será culpa del Brexit sino de la pandemia. ¿Qué necesidad hay por tanto de forzar un acuerdo con la Unión Europea?

Según la prensa británica, el plan diseñado por Downing Street pasa por renunciar a toda costa a pedir una extensión de la prórroga, que habría de solicitarse, recuerden, en poco más de 40 días. Embarcados ya en el último semestre del año, Johnson y su corte de leales reaccionarios están seguros de que Bruselas no será capaz de aguantar el pulso, bajará la cerviz y buscará una salida pactada. Punto y partido para Reino Unido.

Este metafórico ejemplo de onanismo mental en el que viven los 'brexiters' podría tener cierta lógica antes de la crisis del coronavirus, porque la presión de las capitales para mantener abiertos los canales comerciales con Reino Unido sería lo suficientemente grande como para forzar el acuerdo, aun a costa de sacrificar la imagen y el prestigio de Barnier y la Comisión. Por desgracia, ya hemos visto que a los jefes de Estado y de Gobierno no les tiembla el pulso a la hora de dejar al aire las vergüenzas de las instituciones europeas.

Esta pandemia está cambiando muchas cosas, y más que va a cambiar en los próximos meses con la que crisis que se nos viene encima

Pero esta pandemia está cambiando muchas cosas, y muchas más que va a cambiar en los próximos meses. Con la crisis que se avecina, Europa estará para pocos juegos. Con el comercio mundial en caída libre (la OMC ha previsto un desplome del 32%), la Unión Europea sacará la artillería pesada para hacer valer su posición de primera economía mundial. Por darles un dato, la UE es el primer socio comercial para 80 países. En comparación, Estados Unidos lo es tan solo de unos 20 aproximadamente.

Pero hay un elemento importante a tener en cuenta. El próximo mes de julio (pasado el periodo para pedir la prórroga), Alemania toma las riendas del Consejo Europeo ejerciendo la presidencia rotatoria. Y un documento interno de la representación permanente alemana a las capitales filtrado hace pocas semanas y recogido por medios como 'The Times' advierte de que, durante su presidencia, todos los temas no relacionados con el covid-19 quedarán relegados en la lista de prioridades, si no directamente postergados. En cristiano, el Brexit ya no nos ocupa ni nos preocupa.

Sinceramente, creo que las oportunidades de negociar un acuerdo definitivo antes de final de año son a estas alturas prácticamente nulas. Lo lógico y lo sensato sería activar la prórroga y darnos todos al menos un año para negociar. Por desgracia, hace tiempo que la lógica y la sensatez no ponen un pie en Downing Street.

Foto: Angela Merkel, canciller alemana, junto a Emmanuel Macron, presidente francés, en una visita a Berlín

Puede que el covid-19 sirva de parapeto temporal al Gobierno británico. Les dará tiempo para elaborar su narrativa pro-Brexit y antieuropea. Pero cuando la crisis haga mella en los bolsillos de la 'mid-class' (el Banco de Inglaterra ha dicho que espera la peor recesión en 300 años), será muy difícil para Johnson culpar de todos los males al virus y a Bruselas.

En Europa, lo pasaremos mal. Pero soy optimista porque, en conjunto, la Unión Europa dispone de los recursos necesarios para salir a flote. Este lunes, hemos visto cómo el eje franco-alemán se puso de nuevo en marcha. Una vez más, no lo olviden, con Angela Merkel a punto de convertirse desde el 1 de julio y por seis meses en la canciller europea. No soy un gran entusiasta de que Europa solo se mueva en las coordenadas que dictan entre París y Berlín, mientras el resto de países actuamos de atrezo. Pero ante la calamitosa falta de liderazgos europeos, esta alianza se muestra si no deseable al menos necesaria.

Con sentido común y solidaridad, los europeos superaremos esta crisis. Nadie dice que será fácil, pero lo hemos hecho antes y podemos volver a hacerlo. Y, además, estamos mejor preparados que en el pasado.

placeholder La canciller de Alemania, Angela Merkel. (Reuters)
La canciller de Alemania, Angela Merkel. (Reuters)

Por desgracia, mis augurios para el Reino Unido no son tan buenos. Se han embarcado en una aventura nacionalista que de ninguna manera puede acabar bien. Siempre dijimos que con el Brexit no habría vencedores, solo vencidos. Pero esta vez, quienes van a sufrir las consecuencias de la cerrazón ideológica del Gobierno británico son los propios británicos, también aquellos que votaron por el 'leave' pensando que lo hacían por un futuro mejor.

Downing Street ya tuvo que dar marcha atrás en su promesa de que no habría controles en el mar de Irlanda. Los habrá. Y el primo norteamericano, ese a quienes fían todas sus esperanzas, ya les ha dicho que de liberar el comercio de bienes agrícolas, nada de nada. Me pregunto cuántas promesas más puede romper un primer ministro solo para lograr un mundo imaginado que nunca existió ni existirá.

Juncker decía que en Europa solo hay dos clases de países, los que son pequeños y los que aún no saben que son pequeños. En un mundo que se mueve indefectiblemente hacia la concentración de tres grandes regiones económicas, Reino Unido será como una enana blanca vagando por el universo entre planetas.

Con la pasión que siente Johnson por el inquilino de la Casa Blanca, no descartemos que la otrora poderosa Gran Bretaña acabe convirtiéndose en una bonita colonia de los Estados Unidos. ¡Ay!, si Jorge III levantara la cabeza...

El coronavirus se ha comido el ciclo de noticias. Creo que sería difícil encontrar un solo periódico en el mundo que no lleve un titular relacionado con la pandemia en primera página. El covid-19, como ha advertido la OMS, ha venido para quedarse.

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