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¿Qué hace el Gobierno gorroneando las vacunas europeas?
Que el Gobierno de Sánchez pegase un adhesivo que dice 'Gobierno de España' a las vacunas que había pagado la UE, además de paleto, es una clara muestra de lo que sucede
Conozco a uno que a los 18 se presentó en casa de su novia para felicitarle por su cumpleaños y se encontró con que la novia y su madre le daban las gracias por un precioso ramo de rosas que no había enviado él. Ni corto ni perezoso, mi amigo se sintió tan halagado que se atribuyó las flores que habían llegado sin tarjeta. La madre de la novia le dio una buena merienda y la novia le dejó cerrar la puerta de la habitación cuando se quedaron a solas. Por unas horas, se sintió el muchacho más afortunado del mundo. Hasta que llegó el padre de la novia preguntándole a su hija si le había gustado el ramo, entonces mi amigo quiso que lo tragase la tierra. Exactamente esto es lo que hizo Sánchez el domingo al atribuirse como propias las vacunas que compró Ursula von der Leyen.
Que el Gobierno de Sánchez pegase un adhesivo que dice 'Gobierno de España' a las primeras vacunas que se pusieron el domingo, ¡y que había pagado la Unión Europea!, además de paleto, es una clara muestra de lo que sucede. Hace mucho que los gobiernos nacionales se apuntan como propios los goles que mete Europa y acusan a Europa de cuantos goles reciben en propia puerta. Europa, y no la realidad o su falta de profesionalidad, en sus discursos es siempre quien les obliga a hacer reformas, limitar el exceso de gasto o subir los impuestos, como el IVA de las mascarillas, por ejemplo. Cuando la medida es popular, la etiqueta dice 'Gobierno de España', cuando es impopular, 'Unión Europea'.
Así es muy difícil continuar construyendo la UE. Digamos que, desde el fracaso de la Constitución europea y una vez integradas en el mercado único las antiguas dictaduras fascistas del sur y comunistas del este, la UE navega sin rumbo conocido. Los ciudadanos siguen creyendo que la UE es un proceso político, pero hace mucho que ese proceso está detenido, si no en franco retroceso. Mientras que el sentido común aconseja avanzar hacia el federalismo, los Estados miembros dan constantemente pasos atrás hacia el intergubernamentalismo.
Decía el domingo el vicepresidente europeo Margaritis Schinas: “Mal día hoy para aquellos que no creen en Europa: un día para recordar, una unión de todos, una comunidad solidaria”. Y tenía razón, porque las vacunas —adquiridas por la UE, insisto— empezaron a ponerse en todos los países miembros a la vez. Se trata de un enorme éxito del europeísmo; mayor aún si se tiene presente que la UE no tiene competencias en materia sanitaria. Pero ¿han escuchado ustedes a algún portavoz ministerial agradecer el papel desarrollado por la UE en el proceso, atribuirle el mérito o dar las gracias a Europa? Yo tampoco. Al contrario, los portavoces gubernamentales se pasaron la víspera poniendo la pegatina de 'Gobierno de España' a todas las vacunas europeas como si fueran mandarinas o melones para exportar. Por lo visto, en España, “los que no creen en Europa”, que decía Schinas, están en el Gobierno.
Bad day today for those who didn’t believe in Europe.
— Margaritis Schinas (@MargSchinas) December 27, 2020
A day to remember.
A Union for all.
A Community of solidarity. #EUVaccinationdays #StrongerTogether
Cerramos un curso en el que, pese a las terribles tensiones que se han vivido, la UE ha demostrado con creces su utilidad, su viabilidad y su capacidad de adaptación ante las dificultades, su vitalidad. Déjenme enumerar: conseguimos coordinar nuestra respuesta sanitaria al virus, aprobamos un plan de recuperación económica financiado por primera vez con deuda de la UE, introdujimos un mecanismo por el que el Gobierno que no respete el Estado de derecho será sancionado económicamente, los gobiernos de Hungría y Polonia encajaron que el vínculo entre democracia y mercado es una seña de identidad del europeísmo, logramos un acuerdo de Brexit que salva el tamaño del mercado único y financiamos y repartimos la vacuna contra el covid-19.
Si se piensa detenidamente, que hayamos sido capaces de desarrollar tres o cuatro vacunas diferentes para una enfermedad nueva en menos de un año demuestra dos cosas: una, que con recursos suficientes todas las enfermedades pueden ser vencidas, y dos, que son la cooperación internacional y la ciencia, y solo la cooperación internacional y la ciencia, quienes nos salvan. Ambas conclusiones tienen que ver con la necesidad que tenemos de una UE fortalecida, de un proyecto, racional y cooperativo, destinado a vencer lo invencible. Pregunto: ¿acaso sin la UE habríamos tenido vacuna europea y habría llegado a todos los europeos? Pues eso.
Pregunto: ¿acaso sin la UE habríamos tenido vacuna europea y habría llegado a todos los europeos?
La pregunta que me viene ahora a la cabeza es: si el Gobierno de España para darse publicidad es capaz de poner una pegatina con su propaganda a las vacunas contra la peste que ha matado a más de 50.000 españoles, que no son suyas, ¿de qué abuso no será capaz cuando tenga en sus manos los 140.000 millones de euros que le corresponden del plan de recuperación?
Si los fondos europeos se emplean para invertir en educación, en tecnología, en transformación digital, en robotización, en inteligencia artificial, en emprendimiento..., entonces servirán.
En cambio, si los empleamos para mantener con vida simulada sistemas productivos que han quedado antiguos, para construir rotondas, abrir alcorques o poner carteles informativos del Gobierno de España en alguna de nuestras hermosas lenguas autóctonas, si damos la espalda al mundo de la innovación, de la ciencia, de la investigación, si no luchamos de verdad contra el cambio climático, si seguimos invirtiendo más en ladrillos que en laboratorios..., entonces no habrán servido para nada. Si el Gobierno de España, como pretende, centraliza la concesión de estas subvenciones europeas en la Moncloa, si hace de la arbitrariedad y el amiguismo su guía de adjudicación, entonces nada habrá servido para nada.
Tengamos en cuenta que este dinero del plan de recuperación no lo aporta ningún Estado, ¡tampoco Holanda o Alemania!; que es dinero que va a pedir prestado la Unión Europea, pero que no se lo va a gastar la Unión Europea, sino los Estados miembros como si fuera su propio presupuesto nacional; que por primera vez en la Historia, igual que en aquel juego reunido Geyper de mi infancia, en Europa “nadie pone y todos cogen”, y que, por lo tanto, los gobiernos podrían entenderlo no como un esfuerzo de la UE, sino como un recurso presupuestario extraordinario propio, que les evita subir impuestos o emitir deuda nacional, y el año que viene, y el próximo, y el próximo…, pedir más. En ese caso, habríamos abierto la puerta a la descapitalización del proyecto europeo y no a la fundación del Tesoro Europeo, les habríamos enseñado a los niños dónde se guarda el bote de los caramelos.
Repartir los fondos europeos como si el dinero fuera de la hucha Sánchez, dejando a un lado otras consideraciones, sería de un antieuropeísmo vergonzoso.
No sé cuántos, aparte de mí, se acordarán, pero la editorial La Gaya Ciencia, en los años setenta, a través de su colección Biblioteca de Divulgación Política y con el fin de prepararnos para la Transición, publicó 27 libritos respondiendo a la pregunta “¿qué es?”. Qué son las derechas, qué es el comunismo, qué son las dictaduras, qué es la política monetaria, qué es la democracia…, y en ese plan.
Subrayo que —¿quién nos lo iba a decir?— hoy nos hace más falta que entonces una colección como esa. Pero también que, si El Confidencial se ofrece a recuperar esos libritos tan educativos, yo me ofrezco para redactar el que se llame:
¿Qué es ser federalista europeo?
En España, nadie sabe qué es un federalista europeo. Si es un ser humano, un animal o una cosa. Quizá porque todos lo somos, o lo éramos, o quizá porque no lo sea nadie. Y por eso, ¿será por eso?, ignoramos hasta qué punto el patriotismo es antieuropeísta y que la propaganda nacionalista es lo que fuera de aquí se conoce como desinformación.
Aunque no fuéramos más que familia, la unidad europea sería necesaria por pura conveniencia
Históricamente, somos europeos antes que ninguna otra cosa. Mucho antes que ninguna otra cosa. Desde el Neanderthal, se puede hablar de europeos, lo siento por los nacionalistas.
Si un historiador de dentro de 2.000 años, el tiempo que nos separa a nosotros mismos del emperador Augusto y del Imperio Romano, tiene la bondad de mirarnos, no se acordará de si éramos luxemburgueses, holandeses, italianos o españoles, directamente nos llamará europeos. Lo mismo que nuestros hijos cuando hoy llegan a Japón, Canadá o India, que son recibidos como europeos. De Alemania, Rumanía o Suecia, sí, pero antes que eso europeos.
La aspiración a los Estados Unidos de Europa está justificada por razones históricas, culturales, políticas y económicas. Aunque no fuéramos más que familia, que lo somos, la unidad europea sería necesaria por pura conveniencia. Eso es el federalismo europeo, lo de gorronear las vacunas europeas es antieuropeísmo del rancio. Les va a dar igual, pero por lo menos que lo sepan.
Conozco a uno que a los 18 se presentó en casa de su novia para felicitarle por su cumpleaños y se encontró con que la novia y su madre le daban las gracias por un precioso ramo de rosas que no había enviado él. Ni corto ni perezoso, mi amigo se sintió tan halagado que se atribuyó las flores que habían llegado sin tarjeta. La madre de la novia le dio una buena merienda y la novia le dejó cerrar la puerta de la habitación cuando se quedaron a solas. Por unas horas, se sintió el muchacho más afortunado del mundo. Hasta que llegó el padre de la novia preguntándole a su hija si le había gustado el ramo, entonces mi amigo quiso que lo tragase la tierra. Exactamente esto es lo que hizo Sánchez el domingo al atribuirse como propias las vacunas que compró Ursula von der Leyen.