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Nos jugamos más en el congreso de la CDU que con el 'impeachment' de Trump
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Esteban González Pons

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Nos jugamos más en el congreso de la CDU que con el 'impeachment' de Trump

Europa se encuentra en un momento decisivo de su historia. Necesitamos más que nunca líderes europeístas y comprometidos con la causa del proyecto comunitario

Foto: Donald Trump. (Reuters)
Donald Trump. (Reuters)

Apenas llevamos 12 días y el año nuevo no defrauda. Desde una nevada apocalíptica que ha convertido Madrid en Moscú y la Gran Vía en la pista de salto de esquí de Garmisch-Partenkirchen hasta un conato de insurrección con tintes de golpe de Estado en la democracia más antigua del mundo, toda fantasía parece posible en este 2021. Y eso sin salir de la peste del siglo XXI y agobiados por un proceso de vacunación que no acaba de despegar y por unas ayudas europeas que no terminan de aprobarse (a día de hoy, Croacia es el único país, ¡el único!, de los Veintisiete que ya ha respaldado los nuevos recursos propios de la Unión Europea, imprescindibles para que exista el famoso plan europeo de recuperación).

Lo ocurrido en Estados Unidos, al margen de las cuestiones domésticas, tiene muchas lecturas internacionales, algunas positivas y otras no tanto.

Si miramos el vaso medio lleno, la revuelta organizada por la derecha ultramontana y convenientemente alentada y azuzada por Trump ha abierto los ojos a muchos de los que, a este lado del charco, ven los partidos de ultraderecha como males incómodos, pero poco peligrosos. Que esta insurrección haya ocurrido en Estados Unidos demuestra que ni la democracia más potente es inmune a los populismos.

Foto: Seguidores de Donald Trump, durante el asalto al Capitolio. (Reuters) Opinión

Recordemos, por si algunos lo han olvidado, que Trump llegó al poder con un discurso antisistema. 'Drain de swamp', drenar el pantano (de Washington), se convirtió en su segundo lema de campaña, por detrás del archiconocido 'Make America great again'. Trump atacó las instituciones desde fuera primero y desde dentro después. Embistió a golpe de tuit contra todas las convenciones jurídicas, políticas y morales que hacen que una democracia, aunque siempre imperfecta, funcione. Arremetió contra la separación de poderes, usó la sede del Ejecutivo (la Casa Blanca) como plataforma personal y para hacer campaña política, señaló y atacó a la prensa como el principal enemigo del pueblo. Y, por supuesto, alimentó la confrontación social.

No se equivoquen, Donald Trump no ha convertido Estados Unidos en un país racista y radical. Lo que ha hecho es permitir que los racistas y los radicales se sientan suficientemente cómodos como para salir de su madriguera. Y ahora la bestia se le ha escapado de las manos.

Foto: conan-explica-puigdemont-constitucion Opinión

Ahora, si miramos el vaso medio vacío, resultará que el mundo tiene un nuevo problema. Estados Unidos se ha bajado del caballo de la ejemplaridad (o más habría que decir que se ha caído). Guste o no, parte de la fuerza global del país americano residía, además de en su extraordinaria capacidad militar, en su mito democrático.

Ya sé que Trump será el único presidente sometido por dos veces a un proceso de destitución y que el asalto al Capitolio quedó en nada, pero lo cierto es que hemos visto que los dioses de la democracia están hechos de la misma carne que los votantes brasileños, polacos y británicos. La democracia norteamericana, a partir de ahora, es una más y con los mismos problemas que todas. Hemos perdido el referente.

Foto: Nancy Pelosi, presidenta de la Cámara de Representantes. (Reuters)
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Y será mejor que aquí en Europa no bajemos la guardia. La aparición del covid provocó a mediados de 2020 una reacción nacionalista en la mayoría de los gobiernos europeos. Lo vimos con el cierre de fronteras, con la pelea casi a navajazos por productos médicos y farmacéuticos y hasta con el reparto de los fondos de ayuda.

O ponemos remedio a tiempo o mucho me temo que ahora viviremos algo parecido con las vacunas. Ya hemos visto un primer ejemplo de ello cuando Markus Söder, el ministro principal de Baviera, el estado federado más poderoso de Alemania, criticó que la vacuna hubiera sido desarrollada en la república federal, pero se dispusiera de más vacunas en cualquier otro país europeo que en la propia Alemania.

Una vez más, el triste impulso de “lo tuyo es de todos, pero lo mío es para mí”. Una vez más, nacionalismo en conserva. Olvida el político bávaro que el laboratorio, efectivamente, está situado en suelo alemán, pero recibe fondos de muchas otras partes, entre ellas, de la UE y también de Estados Unidos. Olvida que sí, que el desarrollo pudo hacerse en Alemania, pero que la logística de la distribución está en Bélgica. Y olvida también que, de momento y que se sepa, la competencia para distribuir la vacuna reside en los Estados miembro y no en la UE. Ah, y que las vacunas las ha comprado la UE, no Alemania y tampoco el Gobierno de España.

Foto: Comienza la campaña de vacunación contra el covid-19 en Alemania. (Reuters)

Pero este 'nacionalismo vacunil' no es cosa solo de alemanes. Ya lo han visto aquí con aquel acto propagandístico del Gobierno español a la llegada de las primeras dosis. Y me temo que veremos más de esto si empiezan a confirmarse los retrasos en la producción y distribución de la vacuna.

Hace solo unos días, la presidenta de la Comisión anunció la compra de otros 300 millones de dosis de la vacuna de Pfizer, elevando el total a unos 600 millones de unidades, con el compromiso de que al menos 75 millones de vacunas deberían estar disponibles en el segundo trimestre del año.

El problema, por tanto, no está en el número de vacunas. Lo he dicho y lo mantengo. Vacunas habrá para todo aquel que quiera vacunarse. Y ni la UE ni ningún Gobierno van a racanear el dinero a pagar. El problema es la producción. Es decir, la inversión destinada a investigación científica y las fábricas que todavía nos queden. Y cuanto antes nos demos cuenta, mejor.

Foto: Foto: Reuters.

Europa se encuentra en un momento decisivo de su historia. Necesitamos más que nunca líderes europeístas y comprometidos con la causa del proyecto comunitario que, no lo olvidemos, aunque imperfecto, es la única vacuna que ha funcionado contra el nacionalismo. La primera prueba de fuego la viviremos esta misma semana en el congreso de la CDU que ha de elegir al sucesor de Merkel.

De entre los tres candidatos, uno de ellos es el representante del ala más conservadora, populista y nacionalista. Fue derrotado hace dos años por escaso margen. Confiemos que de nuevo los demócrata-cristianos alemanes muestren el buen juicio que demostraron entonces.

Foto: Foto: EFE. Opinión

A tener en cuenta un punto importante: el nuevo jefe de partido no será necesariamente el candidato a canciller. Tendrá que decidir si se presenta él o si el partido presenta a otro. Parece que las bases están muy abiertas a dividir los roles. En un principio, había cuatro candidatos, pero dado que ninguno era lo suficientemente fuerte, dos de ellos se han unido y se pueden considerar ahora como un equipo. Son los siguientes:

Armin Laschet, el actual primer ministro de la región North Rhine Westphalia, la más grande de Alemania. Se le tiene por continuista de la línea Merkel, más centrista y liberal. Se trata de un europeísta militante, antiguo eurodiputado. Además, es el más próximo a los verdes, con los que el próximo canciller tendrá seguramente que gobernar. En esta candidatura, se ha involucrado el actual ministro de Sanidad, Jens Spahn, antiguo candidato, el cual parece tener muy buena aceptación entre los votantes, aunque está lejos de la estructura del partido. Spahn podía ser el candidato a canciller si Laschet es elegido jefe del partido y deciden dividir los papeles. Debemos tener presente, no obstante, que Spahn no tiene experiencia europea.

Foto: Friedich Merz, el derechista de la CDU con más posibilidades de suceder a Merkel. (Reuters)

Fiedrich Mertz es el candidato más de derechas, el más duro. 'Politico' le llamó el Trump alemán, pero hay quien dice que esto es injusto y que se trata solo de la imagen que la prensa ha dado de él. Sus partidarios lo definen como un liberal conservador 'probussines'. Hace muchos años fue eurodiputado, luego tuvo diferencias con Merkel y se fue al sector privado. Se le considera "poco amigo del sur" y "antiverde". Resulta difícil predecir cómo sería su política, dado que no se trata de un político profesional. No es un jugador de equipo, le gusta tomar decisiones siguiendo criterios 'personales' y eso es, como ya sabemos, la antesala del populismo.

Norbert Röttgen es el antiguo ministro federal de Medioambiente y el actual presidente de la Comisión de Exteriores del Bundestag. Experto en asuntos exteriores. Claro perfil liberal. Quizá sea el más brillante de los tres, sin embargo, también el que parte con menos posibilidades y se teme que reste votos decisivos a Laschet.

Foto: Imagen: Pablo López Learte.
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La elección se hará por correo electrónico y los votos habrá que confirmarlos por correo postal, lo que significa que la votación empezará el viernes, pero no se conocerán los resultados antes del 22 de enero.

Como en todo proceso interno en un partido político, los militantes no son la élite política alemana o europea ni representan al conjunto de los votantes, y existe un grave riesgo de que la elección se escore hacia la derecha. En la medida en que probablemente se esté eligiendo al próximo canciller alemán, les ruego que presten atención al congreso de la CDU porque, aunque no lo parezca por la escasa atención que suscita en los medios españoles, nos jugamos más en las elecciones alemanas de septiembre que en las pasadas norteamericanas de noviembre.

Apenas llevamos 12 días y el año nuevo no defrauda. Desde una nevada apocalíptica que ha convertido Madrid en Moscú y la Gran Vía en la pista de salto de esquí de Garmisch-Partenkirchen hasta un conato de insurrección con tintes de golpe de Estado en la democracia más antigua del mundo, toda fantasía parece posible en este 2021. Y eso sin salir de la peste del siglo XXI y agobiados por un proceso de vacunación que no acaba de despegar y por unas ayudas europeas que no terminan de aprobarse (a día de hoy, Croacia es el único país, ¡el único!, de los Veintisiete que ya ha respaldado los nuevos recursos propios de la Unión Europea, imprescindibles para que exista el famoso plan europeo de recuperación).