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El fin de ciclo europeo

El viaje de la UE que Merkel no quiso pero tuvo que gobernar, y que Macron quiso pero no le dejaron gobernar, toca a su fin. Durante un año, vamos a barajar las cartas y poco más

Foto: Emmanuel Macron y Angela Merkel. (Reuters)
Emmanuel Macron y Angela Merkel. (Reuters)
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La Unión Europea somos todos, pero principalmente lo son Alemania y Francia sumadas. Aunque su liderazgo compartido se impugne cada vez con mayor éxito por distintas coaliciones circunstanciales de Estados miembros menores (los frugales, los del Grupo de Visegrado, los del sur que reciben la presión migratoria…), lo cierto es que Alemania y Francia son y seguirán siendo los únicos países insustituibles de la Unión. Hipotéticamente, todos los demás podemos hacer un Brexit sin que el proyecto europeo se derrumbe, Alemania y Francia no pueden, sin cualquiera de las dos no existe la UE.

Por eso, cuando Alemania y Francia inician sus ciclos electorales, se entiende que la política europea se ralentice hasta que se clarifique quiénes serán los nuevos mayores de la clase. Así sucederá este año entre septiembre del 21, en que Alemania cambiará de canciller, y mayo del 22, en que Francia renovará o no el mandato de Macron. Ocho meses de interinidad europea que bien podría aprovechar España si no fuera porque nuestro Gobierno, por su radicalidad ideológica, tiene muy pocos amigos en el Consejo.

Foto: Imagen: Pablo López Learte.
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Entramos en el mar de los sargazos electorales, a partir de ahora, debemos esperar pocas reformas europeas de calado y cierto electoralismo alemán y francés (prepárense para escuchar que si los alemanes o los franceses hubieran comprado las vacunas por sí mismos, no afrontarían los problemas de escasez que afrontamos todos, por ejemplo). Desde el congreso de la CDU de la pasada semana, Merkel ya es un pato cojo y las primarias francesas, o los prolegómenos de las mismas, se esperan para la próxima primavera. El viaje de la UE que Merkel no quiso pero tuvo que gobernar, y que Macron quiso pero no le dejaron gobernar, toca a su fin. Durante un año, vamos a barajar las cartas y poco más. Un entrenador de fútbol diría que estamos ante el fin de un ciclo, pues eso.

La primera cita electoral del año se produjo anteayer. Los portugueses votaron en medio de un agravamiento de la crisis sanitaria provocada por el covid y, a decir verdad, sin demasiado misterio. La elección estaba decidida desde hacía tiempo. El actual presidente conservador, Marcelo Rebelo de Sousa, goza de unos altos índices de popularidad, que se reparten por igual a derecha y a izquierda. Conscientes de una derrota asegurada, el resto de plataformas políticas presentaron a candidatos de poco peso, que poco o nada tenían que hacer frente al 'professor', como conocen a Marcelo en el país vecino. Por otro lado, el escándalo sobre las mentiras en el nombramiento del fiscal europeo portugués, en plena presidencia lusa de la UE, dañó las expectativas de los socialistas.

Foto: El presidente portugués Marcelo Rebelo de Sousa en un acto en el Monasterio de los Jerónimos en Lisboa, el 15 de febrero de 2019. (Reuters)

La segunda gran cita electoral tendrá lugar en marzo, cuando los Países Bajos escojan el próximo Parlamento y su Gobierno. El actual Ejecutivo, liderado por Mark Rutte, dimitió el pasado 15 de enero a causa de un escándalo relacionado con el racismo en las ayudas estatales para niños de familias con menos ingresos, destapado, por cierto, por una brillante abogada de origen español. Rutte, que lidera un Ejecutivo de coalición multipartito (hasta cuatro partidos), aseguró el pasado mes de octubre que buscaría un cuarto mandato, que, de obtenerlo, lo convertiría en uno de los líderes más longevos de la historia de los Países Bajos y de la UE, ya que lleva ocupando la jefatura de gobierno desde 2012.

Las encuestas sitúan el partido del primer ministro como el favorito, incluso aumentando el número de escaños respecto a 2017. El problema, sin embargo, es que el segundo partido preferido por los neerlandeses sigue siendo, y con gran diferencia, el PVV, Partido por la Libertad. Bonita descripción si no fuera porque detrás de estas siglas se encuentra una organización populista y nacionalista, liderada por Geert Wilders, cuyos referentes políticos son Marine Le Pen, Salvini, Abascal, Orbán y Kaczynski. La buena noticia, si la hay, es que el segundo radical en discordia, el partido Foro por la Democracia, que en 2019 y 2020 llegó a arrinconar al sempiterno Wilders, parece haberse hundido en las encuestas tras haberse destapado un grave caso de (oh, sorpresa) racismo y homofobia en su sección juvenil.

Foto: Mark Rutte abandona el Palacio Real, en la Haya, tras anunciar su dimisión el pasado 15 de enero. (Foto: Reuters)

La presencia hasta ahora en el Ejecutivo de coalición de otros partidos liberales y de centro derecha, pragmáticos y europeístas convencidos, ha logrado modular el perfil más antieuropeo de Rutte. Pero en un Parlamento tan dispar como el neerlandés, donde las coaliciones son imprevisibles, las urnas pueden desembocar en un Ejecutivo mucho más agresivo hacia las políticas europeas, poniendo en riesgo las inaplazables reformas que nos esperan por delante. Estemos atentos a cómo reacciona el electorado holandés al mensaje populista que empieza a recorrer la Europa del norte y que dice: si hubiéramos comprado las vacunas solos, no tendríamos que compartirlas con el sur y ya estaríamos vacunados.

También en marzo, los búlgaros acudirán a elegir un nuevo Parlamento, con el primer ministro, Boyko Borisov, buscando un cuarto mandato. Borisov, de centro derecha, se ha visto salpicado por algunos casos de corrupción y por un supuesto caso de intromisión de la Fiscalía contra el presidente de la república, que han lastrado su popularidad. Sin embargo, las encuestas lo sitúan todavía como favorito para ganar las elecciones, aunque seguido de cerca por el Partido Socialista.

Foto: Protesta antigubernamental en Sofía. (Reuters)

Fuera de la UE, no debemos perder de vista las elecciones parlamentarias en Escocia, previstas para el 6 de mayo junto con las elecciones locales en todo el Reino Unido. Aunque desgastada por seis años de mandato, la ministra principal, Nicola Sturgeon, acudirá a las urnas con la promesa de un nuevo referéndum de independencia para Escocia. Si el resultado de 2014 se resolvió con un 55% en contra de la independencia, esta vez, con el Brexit consumado, en cuanto se empiecen a padecer sus consecuencias, el voto de los escoceses puede ser muy distinto. Lo que abriría una crisis constitucional en Reino Unido, pero también una crisis política en la UE porque, de alcanzarse la independencia (que, recordemos, es constitucionalmente posible al ser Reino Unido, como su propio nombre indica, una unión voluntaria de reinos), lo siguiente que reclamarían los escoceses sería su adhesión a Europa. Ahora mismo, las encuestan dan un apabullante 53% de intención de voto al Partido Nacionalista Escocés, frente a un 19% del segundo competidor, el Partido Conservador del primer ministro, Boris Johnson.

Sería ridículo que Escocia aprovechase las circunstancias históricas para quedarse en la UE y España siguiera haciendo el ridículo internacional con Gibraltar. Y consolidando un paraíso fiscal sin fronteras con España, como acertadamente está explicando García-Margallo.

Foto: El parlamento de Edimburgo. (EFE)

Francia y Chipre acudirán antes del verano también a las urnas. Chipre, recordemos, está dividida geográficamente, al estar una parte de la isla ocupada por Turquía, con todo lo que ello conlleva. Por lo que, aunque en España poco se hable de ello, en Bruselas se seguirá muy de cerca el resultado de esos comicios.

En el caso francés, se trata de elecciones regionales que, aunque deberían tener lugar en marzo, lo más probable es que se acaben aplazando hasta junio por el coronavirus. Estos comicios serán el banderazo de salida de las elecciones primarias para elegir candidatos a la presidencia de la República. Les invito a recordar un nombre, Xavier Bertrand, exmiembro del partido conservador Les Républicains y actual presidente del consejo regional de Hauts-de-France, la región más septentrional de Francia. Bertrand ha hecho pública su aspiración a ser candidato presidencial independiente de centro derecha, como Macron lo fue del centro izquierda, y ha añadido que estas regionales serán sus primarias.

Foto: La alcaldesa de París, Anne Hidalgo, celebra su victoria en la segunda ronda de las elecciones municipales. (EFE) Opinión
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El centro derecha francés está dispuesto a evitar que la segunda vuelta sea de nuevo un pulso entre Macron y el Frente Nacional, por eso, les recomiendo también que no pierdan de vista en los próximos meses a Michel Barnier, el exitoso negociador europeo del Brexit. Macron le ofreció dos veces el puesto de primer ministro y por dos veces lo rechazó para no abandonar su partido, Les Républicains. Hoy por hoy, Barnier, que aún no ha dicho nada al respecto, sería un candidato a la altura de las circunstancias francesas.

La alcaldesa de París, Anne Hidalgo, del Partido Socialista, también ha comunicado que en septiembre anunciará si es candidata o no, con lo que Macron podría verse en medio de la tenaza que formen Barnier e Hidalgo. Durante el próximo año, nuestros vecinos del norte van a estar en sus cosas.

Pero, sin duda, el plato fuerte de este 2021 serán las elecciones parlamentarias de Alemania de septiembre, que vendrán precedidas por varias citas regionales que pueden ir despejando las dudas sobre la intención de los alemanes: en marzo, Baden-Wurtemberg y Renania-Palatinado, y en junio, Sajonia-Anhalt.

Foto: Los tres candidatos a dirigir la CDU, de izquierda a derecha: Friedrich Merz, Armin Laschet y Norbert Roettgen. (EFE)

Se va Angela Merkel y, créanme, aparte del simbolismo, nos posee cierta incertidumbre al decir adiós a la mujer más influyente de Europa, la que para lo bueno y para lo malo ha representado ante el mundo el poder continental durante más de 15 años. A Merkel, que cuando se hizo cargo de la CDU en sustitución de Helmut Kohl la denominaban despectivamente 'mädchen' (la chica), en alusión a como la solía llamar el propio Kohl, la conocen ahora los alemanes por el cariñoso apelativo de 'mutti' (la mamá). Con eso está todo dicho.

Merkel forma parte por derecho propio de la historia de Alemania y de la UE. Ha superado en años de mandato al mítico Konrad Adenauer, convirtiéndose en la canciller más longeva de la historia. Su sucesor, sea quien sea, tendrá que medirse constantemente con la sombra de una política a la que todos ningunearon y que, sin embargo, se encumbró por méritos propios al pedestal de los grandes nombres. Cuando suceda la próxima crisis, los europeos nos miraremos preguntándonos, ¿qué habría hecho la 'mutti' en este caso?

Todo apunta a que el próximo Gobierno alemán será de coalición entre democristianos y verdes, al estilo austriaco. Ya no será la 'gran coalición' sino la coalición de la derecha y la izquierda, un esfuerzo lleno de lecciones que, como siempre, nosotros no aprenderemos.

Foto: Foto de archivo de Matteo Renzi. (Reuters)

Queda mencionar la incógnita italiana. Italia puede celebrar elecciones en el próximo año, o no, o varias veces. De momento, su primer ministro está intentando formar un nuevo Gobierno y anda ensayando nuevas alianzas. La única certeza que ofrecen los analistas, hoy por hoy, es que, dado que la mayoría de diputados italianos no va a repetir (por la reciente reducción constitucional de escaños), preferirán construir cualquier nueva mayoría antes que disolver las cámaras. Veremos. El caso es que también la política italiana se va a encerrar en lo suyo durante los próximos meses.

¿Y España? España, ya se sabe, ausente no, lo de después.

La Unión Europea somos todos, pero principalmente lo son Alemania y Francia sumadas. Aunque su liderazgo compartido se impugne cada vez con mayor éxito por distintas coaliciones circunstanciales de Estados miembros menores (los frugales, los del Grupo de Visegrado, los del sur que reciben la presión migratoria…), lo cierto es que Alemania y Francia son y seguirán siendo los únicos países insustituibles de la Unión. Hipotéticamente, todos los demás podemos hacer un Brexit sin que el proyecto europeo se derrumbe, Alemania y Francia no pueden, sin cualquiera de las dos no existe la UE.

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