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¿No va a investigar el Congreso el naufragio del plan de vacunación?
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¿No va a investigar el Congreso el naufragio del plan de vacunación?

Lo de las vacunas en Europa es un desastre de tal magnitud que debería empezar a cobrarse responsabilidades políticas a todos los niveles

Foto: Vista de las personas que esperan para recibir la vacuna el pasado jueves en el estadio Wanda Metropolitano. (EFE)
Vista de las personas que esperan para recibir la vacuna el pasado jueves en el estadio Wanda Metropolitano. (EFE)

A estas alturas, ya es obvio que la estrategia europea de vacunación ha fracasado al aplicarse. La obligación española de llevar mascarilla en la playa, incluso si se está a solas, por ejemplo, es una manifestación obscena de hasta qué punto la impotencia se ha apoderado de los responsables sanitarios. Ya no saben qué más hacer, porque lo han probado todo y nada termina de funcionar; excepto las vacunas, claro, pero no las tienen.

No es necesario ser jefazo de la OMS ni del Banco Central Europeo para saber que el retraso en la vacunación se paga con vidas humanas y con pérdida de empresas y empleos. Cuanto más tarde, peor. Cuanto más tarde, más cruel. Algún día podremos contar los muertos que definitivamente haya provocado el covid-19 y también los que sean consecuencia del retraso con que administramos las vacunas, aunque hoy ya podemos anticipar que ambas cifras aparecerán en los manuales de historia. Lo mismo ocurre con la economía: si las vacunas hubieran llegado a tiempo, ¿cuántas empresas, autónomos y empleos se habrían salvado? Lo de las vacunas en Europa es un desastre de tal magnitud que debería empezar a cobrarse responsabilidades políticas a todos los niveles.

Foto: Ningún país europeo ha alcanzado el objetivo fijado para marzo. (Reuters)

Pienso que los responsables políticos del fracaso de los planes de vacunación deben rendir cuentas ante los parlamentos de inmediato y, acto seguido, presentar su dimisión. El problema es discernir quiénes son esos responsables: primero, porque se ha creado una maraña administrativa de responsabilidades compartidas que hace que los gestores se protejan unos a otros y que nadie se atreva a señalar abiertamente a nadie. Y segundo, porque falta mucha transparencia sobre los contratos que se han firmado con las farmacéuticas, el dinero que se ha adelantado, cuánto vale cada vacuna, quién selecciona qué se compra y qué no en un país europeo, quién puede quedarse con lo que otro Estado miembro ha dejado de adquirir, si se redistribuyen los excedentes o sobre por dónde y cuándo llegan finalmente las dosis a los ciudadanos. Yo mismo, que soy eurodiputado, tengo dificultades para reunir semejante información.

¿Alguien sabe cuánto lleva gastado España en vacunas? ¿Por qué España ha comprado sobre todo AstraZeneca? ¿Por qué Janssen hace dos semanas que debía habernos entregado vacunas y ahora dice que no las recibiremos hasta el 15 de abril? Si la Comisión Europea adelantó dinero para que las empresas empezasen a producir antes de tener autorizada la comercialización, ¿alguien entiende por qué después no comprobó que esas mismas empresas cumplían con lo pagado? Yo no.

Foto: Dosis de vacuna de Janssen. (Reuters)

Sí, volvamos a España como ejemplo. La famosa 'cogobernanza' de Sánchez ha convertido las comunidades autónomas en falsas corresponsables del fracaso del plan de vacunación, cuando las regiones en este proceso no son más que las que pinchan. Incluso algunos telediarios se atreven a plantear la cosa como una competición entre comunidades, a ver cuál vacuna más y más deprisa; pero si las comunidades no compran las vacunas, solo inyectan las que reciben, ¿qué sentido tiene esa carrera demagógica de enfermeras con jeringuilla? El embudo estará, y está, entre el Gobierno 'cogobernante' y la Unión Europea, claro, que son quienes vuelven del mercado con las manos vacías, ¿o no?

Pues también en este plano, las responsabilidades se mueven en la bruma. En primer lugar, porque el Gobierno español, como todos los gobiernos europeos, culpa a la UE de todo lo que sale mal. Esto casi va de suyo. Pero, en segundo lugar, porque en España nadie sabe que es nuestro propio Gobierno quien elige entre las vacunas que la UE le ofrece cuántas comprar de cada marca, cuánto gastarse (porque no todas las vacunas valen lo mismo) y, por tanto, el último culpable de que paguemos con ruina, contagios y fallecidos el haber basado nuestro plan de vacunación principalmente en AstraZeneca, la farmacéutica incumplidora. Y la más barata.

Foto: La ministra de Sanidad, Carolina Darias. (EFE) Opinión
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El Gobierno de España se ha preocupado más por el precio de las vacunas que por vacunar bien, ese es el gran problema. Por no gastar más en vacunas ha comprado las que costaban menos, que son las que llegan más tarde y causan más problemas, y ahora vamos a pagar un sobreprecio inaceptable en vidas y ruina económica. ¿Quién hizo esa planificación?

Repito: ¿quién planificó qué vacunas iba a comprar España? Y no me digan que la UE porque no es verdad.

Por no gastar más en vacunas, ha comprado las que costaban menos, que son las que llegan más tarde y causan más problemas

El Congreso de los Diputados debería tener creada ya una comisión de investigación sobre la gestión española de la pandemia. Es más, parece mentira que tal comisión no exista en nuestro Parlamento. Nos enfrentamos a la más profunda crisis económica desde la Guerra Civil, a la pandemia más dañina desde la gripe española y el hambre, a una gestión sanitaria que lleva más de 100.000 muertos y al reparto de fondos gratuitos mayor de nuestra Historia, desde los galeones de América no había llegado tanto dinero regalado al Reino… ¿Y el Parlamento no tiene una comisión especial que investigue, valore, reparta responsabilidades, encienda la luz, controle, escuche a los expertos, dé representación a las inquietudes y opciones del pueblo español…? ¿No la tiene? Pues, ¿qué hace, de qué discute? ¿Para qué sirve el Parlamento si no es para ocuparse de lo que arruina y mata a los españoles?

Bochorno es el término que mejor describe mi sentimiento cuando observo nuestro lento y caótico proceso de vacunación. ¿Llegar vacunados al verano? Vamos a no ser ingenuos, por favor, ni a vender cabras a la ciudadanía: si nada cambia, y no hay razón para pensar que vaya a cambiar nada, el próximo verano estaremos más o menos como ahora. En una cuestión como esta no caben ni medias tintas ni paños calientes. Por decirlo lisa y llanamente, la situación es insostenible. Y alguien tiene que asumir en algún momento la responsabilidad por este naufragio histórico.

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Hay que distinguir muy bien lo que ocurrió entre marzo y mayo de 2020 y lo que ocurre ahora mismo.

Por aquel entonces, seamos sinceros, el mundo se enfrentaba a la primera pandemia moderna de su historia sin tener ni idea de cómo hacerlo. El covid nos pilló totalmente fuera de juego. Por lo tanto, tiendo a opinar con cierta benevolencia sobre los errores, que fueron muchos, que se cometieron aquellas semanas por parte de todos los gobiernos, no solo de España sino del mundo entero.

Pero lo que está ocurriendo ahora mismo no tiene un pase. Y no existen adjetivos suficientes en el diccionario para describir la frustración y el enojo que siento. Y como yo, estoy seguro que también millones de ciudadanos.

Foto: Esteban González Pons en la Eurocámara (EFE)

Casi un año, que se dice pronto, llevaba la UE preparando el plan de vacunación. Desde el 17 de junio, para ser exactos, cuando presentó la llamada estrategia europea para acelerar el desarrollo, fabricación y utilización de vacunas contra el covid. Y con la colaboración de todos los gobiernos de los Estados miembros, no lo olvidemos, aunque ahora traten de hacerse los suecos.

Fue entonces cuando supimos del procedimiento de compra centralizada de vacunas que iba a llevar a cabo la Comisión en nombre de los Estados miembros y que, créanme, pese a lo que puedan escuchar o leer, fue la mejor decisión que pudo haberse tomado. De lo contrario, lo más probable es que hoy Alemania y Francia duplicasen sus niveles de vacunación, mientras que los españoles, por no decir italianos, griegos o eslovacos, estuviésemos a la espera de recibir nuestras primeras dosis. A veces es bueno recordar que, a finales de febrero, 130 países del mundo no habían recibido ni una sola vacuna, y a los informes de la ONU me remito.

Foto: Una mujer de 92 años es vacunada en Colonia, Alemania, el pasado 27 de diciembre. (Foto: EFE)
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En definitiva, el proceso de compra conjunta no solo reduce el precio de las vacunas, sino que aumenta la capacidad de los Estados con menos recursos para comprar más dosis.

Pero, sin excusar los graves errores de la Comisión Europea, que los está teniendo y deberá dar cuenta por ellos, no está de más arrojar un poco de luz sobre cómo funciona la compra centralizada.

Y es que, al contrario de lo que muchos creen, no es la Comisión quien decide qué, cómo y cuándo comprar. La Comisión es solo la intermediaria entre los Estados y las farmacéuticas, además de una fuente de financiación temprana (no olvidemos que aportó más de 2.000 millones de euros a mediados del año pasado para acelerar las investigaciones). La Comisión hace una reserva en el mercado y luego los Estados van, eligen y compran su parte de lo reservado.

Foto: Un cargamento con vacunas llega a  Bulgaria. (EFE)

Son los 27 Estados miembros quienes eligen la vacuna de su elección y pagan el precio de compra, y por supuesto están al corriente de los detalles de los contratos celebrados. La ventaja del sistema consiste en que el precio de la vacuna es el mismo para todos los Estados miembros de la UE y en que hay mercado para todos, pero no en que nadie compre las vacunas por nosotros.

Aquí viene el meollo del asunto: son los Estados miembros quienes deciden en qué vacunas están interesados y qué cantidad desean comprar. Y es, una vez que se han cerrado esos contratos nacionales, cuando el monto total de las vacunas disponibles de cada marca se va asignando según una distribución basada en el número de habitantes. De esta forma, los Estados miembros reciben vacunas en las mismas condiciones y al mismo precio, de forma proporcional. Es obvio pues que, a mayor número de vacunas compradas de una marca determinada, más se reciben en cada tanda.

Y ya por aclarar: ni siquiera es la Comisión quien hace los encargos finales, sino que son los Estados quienes hacen los pedidos directamente a los proveedores, indicando los plazos y lugar de entrega de las vacunas.

Foto: Una mujer camina por las calles de Oviedo. (EFE)

Yo pregunto: ¿es consciente el Congreso de los Diputados de que la opción de basar la vacunación española en AstraZeneca (la vacuna más barata, la más informal y la más conflictiva) es del Gobierno español? ¿Se han pedido explicaciones? ¿Se ha evaluado el coste en vidas y empleos de haberse equivocado de proveedor? ¿Cuánto se ha gastado? ¿Se han exigido responsabilidades?

¿Habrá en el Congreso una comisión de investigación del caso AstraZeneca? ¿Y en el Parlamento Europeo?

Foto: La vacuna de AstraZeneca, elemento clave. (EFE) Opinión

Estados Unidos no empezó a vacunar en serio hasta que se fue Donald Trump en enero. Pues bien, según datos ofrecidos por el 'New York Times', a día de hoy el 47% de la población norteamericana ha recibido al menos una dosis de la vacuna y el 15% ya ha recibido la segunda dosis y está completamente inmunizado. En la UE, esas cifras son del 13,9% y del 5,9% respectivamente. Es decir, apenas un 6% de la población europea está completamente inmunizado.

El presidente Biden ha anunciado que para el 4 de julio, día de la independencia de Estados Unidos, se pondrá fin a las vacunaciones prioritarias y todos los estadounidenses, independientemente de edad o patologías, podrán recibir la vacuna. Si ese día Biden cumple su propósito, a todos los gobernantes europeos se les debería caer la cara de vergüenza.

A estas alturas, ya es obvio que la estrategia europea de vacunación ha fracasado al aplicarse. La obligación española de llevar mascarilla en la playa, incluso si se está a solas, por ejemplo, es una manifestación obscena de hasta qué punto la impotencia se ha apoderado de los responsables sanitarios. Ya no saben qué más hacer, porque lo han probado todo y nada termina de funcionar; excepto las vacunas, claro, pero no las tienen.

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