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Usted no sabe quién es Janez Janša, pero debería
El 1 de julio finaliza la presidencia portuguesa del Consejo de la Unión Europea y comienza la presidencia eslovena
La actualidad internacional que nos atañe me pedía escribir sobre el conflicto entre España y Marruecos, ese en el que una vez más la diplomacia de nuestro país ha quedado en entredicho y en el que, si no llega a ser por el respaldo unánime e inequívoco de las instituciones europeas, probablemente nos habríamos hundido. Nunca valoraremos lo suficiente las palabras del vicepresidente de la Comisión, Margaritis Schinas, que, con un simple tuit en castellano, lengua que conoce a la perfección, dejó claro al reino alauí que si seguía con la afrenta de Ceuta se adentraría en terreno pantanoso.
La frontera española de #Ceuta es una frontera europea. Plena solidaridad con España. Necesitamos ya el Pacto de política migratoria europea: acuerdos con países terceros; una robusta protección de nuestras fronteras; solidaridad entre los EEMM, y una política de migración legal.
— Margaritis Schinas (@MargSchinas) May 18, 2021
Y sí, podría escribir sobre lo que está ocurriendo en la frontera sur de Europa, o sobre cómo el Gobierno marroquí depende más de lo que ellos mismos reconocen del dinero fresco que les llega de las instituciones comunitarias, pero prefiero reservarme, ya que, lejos de terminarse, el nuevo enfrentamiento entre España y Marruecos no ha hecho más que empezar. Y continuará… Nos ven débiles, porque lo estamos, claro.
Marruecos es la fiebre de España, en cuanto nos bajan las defensas nos sube Marruecos. Nadie detecta mejor nuestras flaquezas que nuestros vecinos de África y, en este momento, tenemos un Ministerio de Exteriores de pueblo en un Gobierno de una fragilidad extrema; un Gobierno de tal flojedad que va a indultar a los presos independentistas como si fueran presos políticos y política fuese la sentencia que los condenó, para mantenerse en el poder. Marruecos será el primer beneficiado del indulto a Junqueras, y si no al tiempo, que lo habrá para desarrollar el tema.
Pero hoy me urge dirigir mi atención hacia otro asunto, que puede parecer menos importante, hasta banal si se quiere, pero que en absoluto lo es. El 1 de julio, finaliza la presidencia portuguesa del Consejo de la Unión Europea y comienza la presidencia eslovena. El cetro del poder comunitario pasa del oeste al este por seis meses, hasta diciembre de 2021, en que volverá a girar a Occidente con la presidencia francesa, de la que tanto espera Emmanuel Macron.
La que debería ser una presidencia modélica para una pequeña república integrada en la antigua Yugoslavia, centrada en impulsar el despliegue del plan de vacunación, el envío de los ansiados fondos europeos y en garantizar el buen desarrollo de la conferencia sobre el futuro de Europa, puede acabar convirtiéndose en una presidencia fallida por culpa de su primer ministro, precisamente quien más interesado debería estar en el éxito.
Janez Janša ocupa la jefatura del Gobierno de Liubliana desde marzo de 2020 y pertenece a la familia de los cristianodemócratas europeos, es decir, a mi propio partido. Sin embargo, no me duelen prendas en reconocer que muchas veces no nos pone las cosas fáciles.
Insisto, quien vendrá después de Janša será nada menos que el presidente de la República francesa, que ostentará la presidencia de turno europea entre enero y julio de 2022, coincidiendo casualmente con su posible reelección. Está previsto que la conferencia para el futuro de Europa se clausure en Estrasburgo en la primavera del año que viene, un poco antes de esas elecciones galas, para darle a Macron la oportunidad de pronunciar un discurso histórico y presentarse como el adalid del europeísmo y por tanto del centrismo francés. Tal fue el precio que Macron puso a su voto a Ursula von der Leyen, primera alemana en ocupar la presidencia de la Comisión Europea. Pero lo inmediato que se sigue de eso es que las negociaciones para que la conferencia sea un éxito tendrán lugar bajo la presidencia del Gobierno de Janša, lo que dará lugar a más de una polémica innecesaria para la importancia del acontecimiento.
Además, Janša, quien se declara cercano al primer ministro húngaro, Viktor Orbán, tendrá que hacer frente durante su presidencia a la cuestión del Estado de derecho en Polonia y Hungría cuando justamente él mismo está empezando a ser cuestionado por similares razones.
Tampoco ayudará su mala relación con la prensa, con la que parece sentirse del todo incómodo. Cosa que en circunstancias normales no debería preocuparnos, sino todo lo contrario. Porque cuando un gobernante se siente cómodo con la prensa, es que la prensa no está haciendo su trabajo.
Pero en el caso esloveno, Janša parece haber confundido la incomodidad con el desprecio, dejando que sus pensamientos más privados vuelen a golpe de tuit, señalando directamente a periodistas y medios de comunicación. Algo que obviamente ha encendido las alarmas de la Comisión y de más de una cancillería.
Si bien es cierto que la tensión personal del primer ministro esloveno con los medios de comunicación fue casi instantánea, no es menos cierto que esta relación tirante entre poder y prensa viene de lejos en su país. Por ponerles un ejemplo: en 2018, el entonces jefe de Gobierno, Marjan Šarec, de los liberales, pidió públicamente a las empresas públicas que dejasen de insertar publicidad en los medios de comunicación que difundían noticias críticas con el Ejecutivo, lo que increíblemente calificó como “discurso del odio”.
De hecho, ya antes de Janša, una prominente asociación de periodistas de Eslovenia, cuyo nombre me resulta imposible transcribir, pero que responde a las siglas de ZNP, denunció que la actitud de algunos partidos del Gobierno, curiosamente socialistas y liberales, constituía un “peligroso retroceso a la censura de los medios” de un pasado comunista no muy lejano.
El problema es que el propio primer ministro Janša, de cuyas habilidades para dirigir el país no dudo en absoluto, parece algunas veces comprar este discurso antiprensa. Incluso ha amenazado con suspender los fondos a la agencia nacional de prensa, que es algo así como si aquí decidiésemos cerrar la agencia EFE. Algo que ya el pasado 18 de febrero fue objeto de crítica por parte de la Comisión.
Y cierto es también que las sospechas de haber participado junto a su colega húngaro Orbán en operaciones de desestabilización de la República de Macedonia del Norte, algo que ha sido objeto de debate incluso en el Parlamento Europeo, está ayudando a forjar una imagen de Janša que no sabemos si se corresponde o no con la realidad, pero que perjudica la próxima presidencia europea de su país.
Por su relación con la prensa y por su gestión sobre la Justicia, ya tuvieron que dar explicaciones el primer ministro y otros ministros de su Gobierno ante una sección especial del Comité de Libertades del Parlamento Europeo. Por dos veces. Una el 5 de marzo y otra el 26 del mismo mes. Fue en esta última comparecencia cuando Janša perdió una oportunidad magnífica para aclarar malentendidos y demostrar su compromiso con la democracia y el Estado de derecho.
Tanto el primer ministro como su ministro de Cultura pidieron proyectar un vídeo en el que supuestamente se demostraría que la violencia contra periodistas en Eslovenia se llevó a cabo principalmente durante el periodo de gobiernos de izquierda. Y no habría habido mayor problema en reproducirlo si no hubiera sido porque se estaba fuera de hora, con esto de las reuniones virtuales se necesita tiempo y logística para compartir un vídeo. Algo que fue interpretado por el primer ministro como un intento de censura, opinión que personalmente no comparto. Su decisión de levantarse 'virtualmente' de la reunión y marcharse no hizo sino complicar las cosas.
La próxima cita ante este Comité de Libertades está prevista para el 15 de julio. Es decir, comenzada ya la presidencia rotatoria eslovena. Esperemos que, por el bien de todos, se impongan la serenidad y el buen juicio.
Por si fuera poco, hace escasos días, el Gobierno esloveno se ha visto envuelto de nuevo en el escándalo por culpa de los nombramientos de fiscales de la Fiscalía europea que, casualidades de la vida, entra en funcionamiento este mío día en que me están leyendo, hoy, martes 1 de junio.
Su todavía predecesor en la jefatura rotatoria de la cosa europea, el primer ministro portugués, Costa, se ha visto salpicado igualmente por un tropiezo con la Fiscalía, cuando su Gobierno, de manera discrecional y en contra de los más mínimos criterios éticos, alteró la lista de nominados portugueses para colocar a un candidato afín al Ejecutivo. Desde el Parlamento Europeo, hemos pedido varias veces explicaciones a Costa sin que hasta ahora se haya dignado a dar una respuesta convincente.
Pues bien, mal que me pese, el primer ministro Janša va por el mismo camino, ya que parece dispuesto a alterar la terna de nominados para fiscales europeos, algo que ya le ha costado la dimisión el pasado jueves de su ministra de Justicia.
Si la Fiscalía europea, uno de los mayores avances que ha hecho la Unión en materia de Estado de derecho en la última década, nace bajo la sombra de la sospecha de algunos de sus fiscales, la habremos condenado directamente al fracaso.
Confiemos en que para entonces Janša haya entendido que Europa ya tiene suficiente con un Orbán, sin necesidad de una copia. Es mucho lo que el primer ministro y su partido están haciendo por Eslovenia. Sin ir más lejos, aquí en el Parlamento Europeo, la delegación eslovena de mi partido, siendo una delegación pequeña, es sin embargo una de las más dinámicas y comprometidas con el proceso de construcción comunitario. Por eso estoy seguro de que habrá una rectificación a tiempo. Porque a diferencia de Orbán, esta vez no se trata tanto del fondo como de las formas. Pero en política, especialmente en política europea, las formas importan. Y es importante que los políticos frente a los periodistas no las perdamos nunca. Jamás.
La actualidad internacional que nos atañe me pedía escribir sobre el conflicto entre España y Marruecos, ese en el que una vez más la diplomacia de nuestro país ha quedado en entredicho y en el que, si no llega a ser por el respaldo unánime e inequívoco de las instituciones europeas, probablemente nos habríamos hundido. Nunca valoraremos lo suficiente las palabras del vicepresidente de la Comisión, Margaritis Schinas, que, con un simple tuit en castellano, lengua que conoce a la perfección, dejó claro al reino alauí que si seguía con la afrenta de Ceuta se adentraría en terreno pantanoso.
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