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Pegasus huele a podrido en Polonia
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Esteban González Pons

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Pegasus huele a podrido en Polonia

¿Nos espían? ¿Qué sucede cuando un Gobierno hace uso de la tecnología a su alcance para espiar a los ciudadanos o empresas sin el debido control judicial o para cometer actos delictivos?

Foto: El primer ministro de Polonia, Mateusz Morawiecki. (Reuters/Pool/Kenzo Tribouillard)
El primer ministro de Polonia, Mateusz Morawiecki. (Reuters/Pool/Kenzo Tribouillard)

Muchas veces, cuando pensamos en espionaje lo asociamos con los procedimientos convencionales, como los micrófonos instalados en una habitación o la interceptación de una llamada a través de otra línea telefónica. Acuérdense del Watergate, que acabó con la carrera de Nixon, o de aquella aciaga operación de los servicios secretos españoles contra ETA que acabó en los tribunales porque un agente se olvidó un documento oficial en el piso desde el que estaban llevando a cabo el operativo. O en nuestro consabido Sitel, que, por cierto, todavía no ha resuelto sus problemas legales de cadena de custodia.

Todo eso, sin embargo, es cosa del pasado. Hoy en día son varias las empresas, tanto públicas como privadas, que han desarrollado sistemas de espionaje mucho más sofisticados, más incluso de lo que podríamos imaginar. Estos nuevos troyanos son dirigidos por una inteligencia artificial y convierten el propio móvil en espía de sí mismo, aunque esté apagado, activando su cámara y su micrófono, y en espía de los teléfonos con que se relaciona.

Aquí es donde entra en juego Pegasus, una palabra con la que pueden empezar a familiarizarse. Pegasus no es solo uno de los caballos más famosos de la mitología griega, que podía volar lejos y rápido sin ser visto, sino también uno de los 'softwares' de espionaje más avanzados del planeta, que se ha hecho famoso en las últimas semanas, muy a pesar de sus usuarios, entre ellos al menos dos Estados miembros de la Unión Europea, Polonia y Hungría. No sabemos si alguno más.

Foto: Foto: Reuters.

En teoría, Pegasus fue diseñado como una herramienta al servicio de gobiernos democráticos, y potencialmente amigos de Israel, para combatir el terrorismo y el crimen organizado. Su acceso es tan exclusivo, que las licencias de uso, antes de ser concedidas, deben ser aprobadas por el Ministerio de Defensa de Israel.

La eficacia de este sistema de 'software' espía es verdaderamente notable. No solo se trata de 'hackear' el teléfono de cualquier persona en cualquier momento, sino de un acceso completo a todo el dispositivo móvil, incluida la geolocalización o la activación de los micrófonos para grabar conversaciones, o de la cámara para también filmarlas sin que sea necesaria la intervención del espiado. Es decir, no hay que pulsar un enlace o descolgar una llamada, por lo que es difícil que el afectado llegue a sospechar que su aparato ha sido intervenido.

Si ya es inquietante pensar lo que Pegasus puede hacer en manos de un Gobierno democrático, ahora imagínense el caso de que este 'software' cayese en malas manos. De hecho, el asunto lleva coleando más de lo que sabemos por aquí. Ya en 2018, una organización internacional denunció el uso ilícito de Pegasus por Arabia Saudí. Y recientemente hemos sabido que este 'software' ha sido usado para espiar a un periodista salvadoreño crítico con el presidente Nayib Bukele, al que cada día se le notan más sus tics autoritarios.

Foto: Activistas protestan en la India contra las presuntas escuchas telefónicas de periodistas y políticos mediante el 'software' Pegasus. (EFE)

El problema es que quien ahora está en la cuerda floja es otra vez Polonia. Y lo que es peor, que esas malas manos parecen no ser otras que las de algunos altos cargos del Gobierno y del PiS, el partido que lo sustenta.

Como saben, en los últimos meses, el Gobierno polaco ha estado atrayendo mucha atención, y no por buenas razones. Es difícil olvidar el discurso del primer ministro Moraviecki en Estrasburgo, donde lanzó poco menos que una afrenta a la legitimidad de las instituciones de la Unión Europea, en particular a su Tribunal de Justicia, o las constantes provocaciones realizadas por el Ejecutivo de Varsovia, con el respeto al Estado de derecho siempre como telón de fondo. Ahora surge un nuevo escándalo que, de confirmarse, pondría en entredicho una vez más el compromiso de Polonia con los valores fundamentales de la democracia europea. Les pongo en antecedentes.

El Citizen Lab Research Laboratory, un departamento especializado en tecnologías de la información y la comunicación de la Universidad de Toronto, llevó a cabo el análisis de un dispositivo móvil sospechoso de haber sido intervenido. La conclusión no pudo ser más reveladora. El teléfono en cuestión había sido efectivamente interceptado con el 'software' de Pegasus. Su propietario, el senador Krzysztof Brejza, era entonces el director de campaña del principal partido opositor polaco, la Plataforma Cívica. Y el espionaje se había producido durante la campaña electoral de octubre de 2019.

Foto: Mohammed VI, junto a Emmanuel Macron, en Tánger. (Reuters)

A partir de este caso, se fue tirando del hilo, y se descubrió que también había sido intervenido el teléfono de Roman Jacek Giertych, exministro y abogado del ex primer ministro y expresidente del Consejo Europeo Donald Tusk. Ambos feroces opositores a la deriva ultraconservadora y antieuropea del Gobierno polaco. Para enrevesar más el asunto, también el teléfono de la jueza Ewa Wrzose había sido intervenido.

Cuando el asunto empezó a coger fuerza en los medios de comunicación, salió a la palestra el viceministro de Justicia, Michal Woś, quien afirmó que su Gobierno nunca había adquirido Pegasus y rechazó de plano la acusación de espionaje contra la oposición. Tal fue la indignación provocada que, finalmente, el propio Jarosław Kaczynski, líder 'de facto' de Polonia, acabó reconociendo la existencia de Pegasus.

En este momento, el Gobierno polaco ha confirmado que dispone del 'software' espía, pero sigue negando su uso contra opositores políticos. Sin embargo, los hechos no mienten. El teléfono de Brejza fue pirateado varias veces. Y quien decidió hacerlo era consciente de la importancia tanto del objetivo como de la información que pudiese proporcionar. El dispositivo de Brejza fue intervenido cuando este participaba en reuniones de alto nivel de la campaña electoral, en las que se debatía y se planificaba la estrategia de Plataforma Cívica. La corroboración de estos hechos llevaría a una conclusión simple pero alarmante. Las elecciones en Polonia no fueron limpias. Y las elecciones europeas que se celebraron ese mismo año puede que tampoco.

Foto: Ronald Deibert, fundador de The Citizen Lab. (Wikimedia Commons)

No podemos ir tan lejos como para decir que hubo fraude en las elecciones polacas o en las europeas, al menos con la información y pruebas de que se dispone en este momento. Pero Pegasus podría haber ayudado al Gobierno y al partido en el poder tanto al diseño de nuevas estrategias como al boicot de las que planeaba el partido opositor. Todo ello, huelga decir, de manera ilegal. Si además se confirmase que las escuchas al abogado del ex primer ministro Tusk se realizaron cuando estaba dando consejo legal, estaríamos además ante la ruptura de la confidencialidad entre abogado y cliente, lo que de nuevo pondría en cuestión la salud del Estado de derecho polaco.

Es importante incidir una vez más: el problema no está en el medio, sino en el uso que se hace de este. Pegasus y otros 'softwares' similares han demostrado ser decisivos en la lucha contra el terrorismo y el crimen organizado. Siempre y cuando se usen en estricta consonancia con las leyes, bajo la supervisión de la Justicia y con el debido control democrático. Para entendernos, ser discretos en uso no significa ser opacos. Y menos aún actuar fuera de la ley.

Eso es precisamente lo que está en duda en el caso polaco. Si nos atenemos a la información conocida, Pegasus parece haber estado a disposición de un grupo clandestino de oficiales pertenecientes a los servicios de seguridad del Estado, y operando a las órdenes del partido gobernante, que es lo mismo que decir Kaczynski. Todo ello sin conocimiento de los jueces ni del Parlamento. Curiosamente, el hombre que presume de ser el más furibundo de los antisoviéticos está encantado de replicar los malos hábitos de Stalin y la KGB.

Foto: Mohamed VI, en una imagen de archivo. (Reuters)

En los próximos días visitaré Varsovia para reunirme con dirigentes de la oposición, miembros de la judicatura y también de la prensa y los derechos civiles para recabar más información y de primera mano sobre lo que está sucediendo. No adelantaré, por tanto, acontecimientos. Pero los augurios no son nada buenos.

Por el momento, sabemos que el Ministerio de Defensa de Israel ha retirado a Polonia la licencia de uso de Pegasus, como también lo ha hecho a Hungría. Lo que no es un buen indicativo para ambos gobiernos, que llevan años en la lupa de las instituciones europeas y de muchas cancillerías por sus devaneos autocráticos y su alergia a los principios democráticos.

La tecnología debe estar al servicio del progreso, de la seguridad pública y de la justicia, pero no para espiar a opositores políticos o de la prensa. Si el Gobierno de Polonia ha infringido la ley con el uso de Pegasus, habrá consecuencias. Tiene que haberlas.

Y para terminar, una pregunta al viento: ¿tiene España un sistema Pegasus o similar? ¿Estamos controlando su uso?

Muchas veces, cuando pensamos en espionaje lo asociamos con los procedimientos convencionales, como los micrófonos instalados en una habitación o la interceptación de una llamada a través de otra línea telefónica. Acuérdense del Watergate, que acabó con la carrera de Nixon, o de aquella aciaga operación de los servicios secretos españoles contra ETA que acabó en los tribunales porque un agente se olvidó un documento oficial en el piso desde el que estaban llevando a cabo el operativo. O en nuestro consabido Sitel, que, por cierto, todavía no ha resuelto sus problemas legales de cadena de custodia.

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