Es noticia
Desde la frontera con Bielorrusia para El Confidencial
  1. Mundo
  2. Wiertz, 60
Esteban González Pons

Wiertz, 60

Por

Desde la frontera con Bielorrusia para El Confidencial

Aunque no lo parezca, aquí es donde está ocurriendo la verdadera política española

Foto: Vladímir Putin. (Reuters/Sputnik/Alexey Nikolsky)
Vladímir Putin. (Reuters/Sputnik/Alexey Nikolsky)

Aquello de Clausewitz de que la guerra es la continuación de la política por otros medios nunca fue más verdad que ahora mismo en Ucrania. O al revés. O con algún cambio muy propio de esta era de la desinformación masiva. Digamos que en Ucrania la guerra ha pasado de ser el último recurso de la política a convertirse en el primero. Desde el secuestro de Helena de Troya hasta la Guerra Fría, la ira y el fuego constituían el final que la política debía evitar, pero en Ucrania hoy la ira y el fuego se han tornado en el principio del que se alimenta la política.

El Confidencial tenía previsto que yo escribiera esta tribuna desde Kiev; sin embargo, después de un fin de semana de idas y venidas, no me ha sido posible llegar a Ucrania, donde a esta hora, junto con otros cinco diputados, tenía concertada una cita con el primer ministro. Primero, se suspendieron los vuelos de Lufthansa y, después, se nos denegó la posibilidad de llegar con un chárter. Continúo el viaje visitando a las autoridades lituanas y la frontera europea con Bielorrusia. Lo más relevante que nos ocurre ahora mismo sucede en Ucrania, ni en Madrid ni en Bruselas, y es nuclear hacerse una idea clara de por dónde se va a desbordar el río de la Historia.

Foto: Centro de Kyiv. (Ucrania)

Lo principal es que Europa se ha transformado en el escenario de la confrontación global igual que durante la Guerra Fría lo fue el Tercer Mundo, esto es: poniendo el suelo y la trifulca, pero sin participar en las decisiones. Resulta significativo y patético contemplar a EEUU y Rusia negociando la seguridad futura de Europa en ausencia de la Comisión Europea y del Consejo Europeo. Las dos guerras mundiales fueron conflictos europeos a los que después se sumaron los demás, lo que hoy acontece en Ucrania es un conflicto global en el que la Unión Europea pone la casa y la cena, aunque no está invitada.

Por otra parte, además de sufrir el 'bullying' de los chicos grandes del patio de recreo internacional, la UE se muestra como la entrada de unos grandes almacenes a primera hora del primer día de rebajas, sus Estados miembro corren en desbandada buscando cada uno su propio chollo. Hay que aceptar con tristeza que el mismo poco interés en que la UE sea parte en las negociaciones muestran EEUU o Rusia que Francia o Alemania. Desde fuera no nos tienen en consideración como conjunto de los europeos, cierto, pero desde dentro tampoco es que demos a entender que tengamos ninguna intención de que eso sea así.

Desprenden ternura las conversaciones de domingo por la tarde por una línea segura de Von der Leyen y Pedro Sánchez como dos adolescentes excluidos de la quedada del sábado comiendo pipas sentaditos en el respaldo de un banco. Porque España en todo esto es también un personaje en busca de su autor.

No diré que me causan menos tristeza las fotos del presidente francés y el canciller alemán sentados a la larga mesa de Putin —cumbre absoluta del 'kitsch'— aparentando ambos que defienden el mundo libre cuando lo que en realidad están intentando es justificarse ante el gigante ruso. Al ver a Orbán en esa mesa, que no hay quien la tenga más grande que Putin, la foto tenía sentido: ahí comparecía el traidor jugando doble, salvándose de la quema, obteniendo ventajas, devaluando la UE. Pero al sentarse Macron y Scholz en el mismo sitio que Orbán, desapareció aquella franqueza de la imagen, ya no eran dos malos riéndose de los buenos, sino dos cobardes, uno alemán y otro francés, fingiendo defender la democracia ucraniana mientras se venden a sí mismos ante un archivillano casi de cómic. Por no mencionar el contraste con el confidente vis a vis en que Putin sentó a Bolsonaro.

Foto: Vladímir Putin. (Getty Images/Sean Gallup)

Las excusas francesas para justificar semejante humillación —¡un presidente de la República tan formal en la mesa de María Antonieta!— todavía me produjeron mayor sonrojo. Dijeron las autoridades galas que al presidente Macron lo habían sentado en Siberia porque se negó a hacerse una PCR por miedo a que le robaran el ADN. ¿Y Orbán qué, también se negó a que le hicieran una PCR? Mira que me extraña… Pero ¿y Bolsonaro? Es un líder negacionista que ni se vacuna ni se hace test de meterse el palito por la nariz y Putin se lo puso tan cerca como si fuera una novia. Nada, Chamberlain en Múnich otra vez.

Alemania, después de cerrar las nucleares y renunciar al carbón, ha apostado todo su suministro energético al gas ruso que le ha de llegar por el gasoducto Nord Stream 2; cualquier conflicto con Rusia conllevaría el cierre de esa vía de provisión y una crisis energética de la industria alemana de consecuencias imprevisibles para la economía europea. Por eso, en lugar de enviar armas a Ucrania envía cascos y, por eso, el nuevo canciller está disimulando tanto y tan mal en esta crisis.

Foto: El presidente francés, Emmanuel Macron, durante su visita a Moscú para reunirse con Vladímir Putin. (EFE vía Sputnik)

El caso francés es más difícil de explicar. La actitud de Macron tiene que ver con su necesidad de mantener un perfil propio y visible en plena campaña electoral francesa. Por un lado, quiere quedar por encima de la UE —de la que es su presidente de turno— y al mismo nivel que los EEUU, justificando su condición de único país de la Unión con silla en el Consejo de Seguridad de la ONU. Y por otro, prefiere no crearse una enemistad brutal con los rusos, los amigos de Marine Le Pen, pues ya sabe cómo se las gastan en las campañas electorales con ingresos de fondos fantasma, noticias falsas y difusión de 'e-mails' ajenos. Macron está utilizando la política europea como uno de los motores de su reelección.

Y es quizás en la propia Rusia donde esta moderna fusión entre guerra y política cobra mayor relevancia. Putin necesita volver a la bipolaridad del mundo —ahora tripolaridad al incluir a China— y recuperar así su área geográfica de influencia para ocultar la malísima situación económica en que se encuentra Rusia. Igual que la URSS al invadir Afganistán, la presente coacción sobre Ucrania tiene mucho de huida hacia adelante. Por eso, lleva tiempo practicando la guerra híbrida, que no es otra cosa que la guerra hecha a través de la política, contra nosotros.

Foto: El presidente francés, Emmanuel Macron, en una imagen de archivo. (Getty/Leon Neal)

Putin se vale del control energético que ejerce sobre Europa para subir el precio del gas; moviliza a las minorías étnicas rusas en los países bálticos; se expande por las zonas en las que hemos decidido no ampliar la UE, como los Balcanes; apoya financieramente a los partidos nacionalistas y populistas; cuenta con medios de comunicación propios que difunden sus mentiras, recuerdo lo que ocurrió con el referéndum catalán; dirige ataques cibernéticos contra instituciones públicas y privadas; sabe que la extrema izquierda y la extrema derecha se movilizarán contra la guerra si a las naciones europeas se les ocurre socorrer a Ucrania; mueve la emigración ilegal en la frontera bielorrusa, y se está haciendo con el control del Sahel y del grifo de la presión migratoria sobre Portugal, España, Malta, Italia y Grecia. Putin actúa políticamente como un enemigo militar de la UE y los nacionalpopulistas de derecha e izquierda como sus mejores aliados, pero la UE en lugar de tomarlo como una amenaza y responder también con armas híbridas se disgrega en la defensa anticuada de pequeños intereses locales.

Lo único inteligente que hemos hecho hasta la fecha, más allá del rescate de 1.200 millones de euros a Ucrania que ayer empezó a materializarse, fue concederle el premio Sájarov a la Libertad de Conciencia al líder democrático ruso encarcelado por Putin Alexei Navalny. Ese es el tipo de golpes híbridos que le hacen daño al dictador. Ni Putin invadirá la UE con tanques ni debemos responder con tanques a sus ataques cibernéticos. Los buenos también pueden practicar la guerra híbrida para el bien.

Foto: Sarkozy y Putin en 2008. (EFE/Lucas Dolega)

Mientras usted lee esto, yo estoy visitando la frontera de Lituania con Bielorrusia, y mañana la de Polonia. Lo crea o no y aunque no lo parezca, aquí es donde está ocurriendo la verdadera política española. Y créanme si les digo que estoy convencido de lo que les dije al principio: la máxima de Clausewitz ha cambiado y hoy es la política la continuación de la guerra por otros medios.

Aquello de Clausewitz de que la guerra es la continuación de la política por otros medios nunca fue más verdad que ahora mismo en Ucrania. O al revés. O con algún cambio muy propio de esta era de la desinformación masiva. Digamos que en Ucrania la guerra ha pasado de ser el último recurso de la política a convertirse en el primero. Desde el secuestro de Helena de Troya hasta la Guerra Fría, la ira y el fuego constituían el final que la política debía evitar, pero en Ucrania hoy la ira y el fuego se han tornado en el principio del que se alimenta la política.

Conflicto de Ucrania
El redactor recomienda