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En Ucrania se muere por cuanto nosotros damos por hecho
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Esteban González Pons

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En Ucrania se muere por cuanto nosotros damos por hecho

Los ucranianos dan todo lo que tienen por disfrutar de aquello que nosotros damos por hecho y empezamos a no valorar: pertenecer a la UE y compartir sus principios y valores

Foto: Refugiados de Mariúpol cruzan la frontera entre Ucrania y Rusia. (EFE/EPA/Arkady Budnitsky)
Refugiados de Mariúpol cruzan la frontera entre Ucrania y Rusia. (EFE/EPA/Arkady Budnitsky)
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En los últimos días de septiembre de 1941, tras la captura de Kiev por la Wehrmacht, miembros de los Einsatzgruppen, también conocidos como 'escuadrones de la muerte', reunieron a un gran número de judíos, hombres, mujeres y niños, y los condujeron al barranco de Babi Yar. Allí, en el espacio de solo 48 horas, ejecutaron a más de 30.000 judíos, arrojando luego sus cuerpos sin vida al barranco, algunos para no ser encontrados nunca más. No serían los últimos. Se calcula que en ese lugar terrible perdieron la vida unas 150.000 personas, víctimas de la barbarie nazi.

Pasados los años, en ese sitio se levantó un gran complejo conmemorativo para recordar a las víctimas del genocidio. Pues bien, en un giro irónico del destino, Putin, el nuevo asesino en jefe, a principios de la semana pasada eligió apuntar y dañar ese monumento con sus cohetes. Todo en nombre de la cínica 'desnazificación' de Ucrania, cuyo presidente es un judío descendiente de prisioneros de campos de concentración.

A lo largo de su dilatada historia, Ucrania ha sido escenario de muchas conquistas y derrotas, como corresponde a la encrucijada de caminos entre Europa y Asia que es. Su tierra está bañada por sangre. Y tal afirmación no resulta en modo alguno exagerada. Muchos han hecho referencia a esta metáfora, acuñada por el historiador estadounidense Timothy Snyder, para resaltar la violencia excesiva y extensa que Europa del Este, y específicamente Ucrania, ha presenciado bajo regímenes autoritarios, sobre todo los de Hitler y Stalin.

Hambre, purgas, asesinatos en masa y guerra. Y ahora, a casi 80 años del final de la Segunda Guerra Mundial y 31 después de obtener la independencia de la Unión Soviética, regresa el horror de la violencia y el derramamiento de sangre, esta vez amenazando con envolver a Europa y tal vez incluso al mundo entero en un nuevo conflicto a escala planetaria.

Foto: El ex primer ministro finlandés Alexander Stubb. (Reuters/Vincent Kessier)

Una cosa debe quedar clara: si hay alguien a quien culpar por la situación actual en Ucrania, ese alguien es una sola persona, un solo hombre, Vladímir Putin. Y sería bueno no olvidar que el dictador ruso ha estado atormentando al pueblo ucraniano durante más de ocho años, no solo la semana pasada.

Su invasión original en Crimea y su posterior incursión en los territorios separatistas de Lugansk y Donetsk han provocado un conflicto que ahora está llegando a su punto máximo, con las tropas rusas cruzando la frontera e invadiendo un Estado soberano. Sus justificaciones de la invasión son tan falsas como absurdas y un insulto a la memoria de un país y un continente que sufrieron los horrores de la guerra nazi. No nos equivoquemos, lo que Putin busca es derrocar a un Gobierno elegido democráticamente para imponer un presidente títere a las órdenes de Moscú, cueste las vidas que cueste. Por eso debe ser conducido hacia su propio juicio de Núremberg.

Foto: Andreiy, 'rider' de 30 años, posa junto a una estatua cubierta en Lviv. (A.M.V.)
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Sin embargo, a pesar de todos sus esfuerzos, Putin no ha logrado lo que inicialmente deseaba: una victoria rápida. La valentía y el coraje del pueblo ucraniano no solo han impresionado al mundo entero, sino que han dejado en estado de 'shock' a los militares rusos, que confiaban en tomar Kiev en cuestión de días si no de horas. Aunque ampliamente superadas en número, las fuerzas ucranianas y las milicias están plantando cara al dictador. Están sacrificando sus vidas por cada centímetro de su tierra, por cada palmo de su calle, por su hogar.

Debemos tener presente que los ucranianos luchan y mueren por valores e ideales que son los nuestros: la democracia, la libertad, la independencia, la europeidad. Ellos son nosotros con la única y salvaje diferencia de que, mientras yo escribo y usted lee esto, ellos están muriendo por defender su derecho a seguir siendo como nosotros. En otras palabras, los ucranianos dan todo lo que tienen, incluida la vida, por disfrutar de aquello que nosotros damos por hecho y empezamos a no valorar: pertenecer a la Unión Europea y compartir sus principios y valores. Ojalá entendamos la dramática lección que estamos recibiendo.

Sí, lo que se decide en las calles de Kiev, Mariúpol o Járkov no es solo el futuro de Ucrania, también el de los principios y valores en que se funda la Unión Europea.

Foto: Milicianos en Konotop, reunidos el miércoles para decidir no rendirse ante los rusos. (F. B.)

Putin y su Gobierno subestimaron muchas cosas en esta invasión, ya sea la logística de sus fuerzas o la feroz defensa de las fuerzas ucranianas, pero además la reacción de Occidente a sus acciones provocativas. Rusia ahora está aislada contra el mundo entero, que se ha puesto del lado de Ucrania.

Y esta vez puedo decir que estoy orgulloso de la reacción de la UE, que ha demostrado que no tolerará tales acciones. Y no me refiero solamente a los gestos simbólicos de solidaridad hacia Ucrania, específicamente al emotivo discurso del presidente Zelenski en el Parlamento la semana pasada. Me refiero a la confiscación de bienes de los oligarcas rusos, al cierre del espacio aéreo a las aeronaves rusas, al suministro de armas y equipamiento militar al Gobierno legítimo de Ucrania, un hecho sin precedentes en nuestra historia, y a las duras sanciones económicas, las más importantes de cuantas se han impuesto hasta la fecha, que tienen como objetivo declarado nada menos que el colapso de la economía rusa. Más pronto que tarde, Putin se arrepentirá del momento en que decidió invadir un país independiente. Y aunque sé que las posibilidades de que acabe enjuiciado por un tribunal internacional son escasas, el presidente ruso debería ser tratado a partir de ahora como lo que es: un criminal de guerra.

Foto: La Policía Financiera italiana se incauta el yate de un oligarca ruso sancionado. (EFE/Fabrizio Tenerelli)

El presidente Zelenski ha sobrevivido ya a tres intentos de asesinato a manos de mercenarios chechenos y de la compañía Wagner, de la que ya hablé aquí hace unas semanas. Se sabe el objetivo número uno de Putin, que, derrotado moralmente, no va a claudicar hasta completar la ocupación. Si intensificamos la presión política y económica, si armamos al pueblo ucraniano, si les hacemos llegar aviones, si el mundo libre resiste, podría no ser demasiado tarde para Ucrania ni para Europa. Hay una oportunidad de vencer, yo lo creo.

Y un aviso: puede que pensemos que esta guerra terminará en cuando caiga la última resistencia ucraniana. Pero eso sería de una gran ingenuidad. Europa no estará nunca a salvo mientras Putin siga en el poder. Por eso hoy más que nunca debemos apelar a la población rusa, cuya inmensa mayoría se opone a esta guerra tanto como nosotros, y que también va a sufrir las consecuencias económicas de las sanciones. Miles de rusos están siendo detenidos y encarcelados por manifestarse en contra de la invasión. En cierta manera, ellos también están arriesgando sus vidas. No los olvidemos. Junto con el pueblo ucraniano, son la primera línea de la oposición contra Putin.

En los últimos días de septiembre de 1941, tras la captura de Kiev por la Wehrmacht, miembros de los Einsatzgruppen, también conocidos como 'escuadrones de la muerte', reunieron a un gran número de judíos, hombres, mujeres y niños, y los condujeron al barranco de Babi Yar. Allí, en el espacio de solo 48 horas, ejecutaron a más de 30.000 judíos, arrojando luego sus cuerpos sin vida al barranco, algunos para no ser encontrados nunca más. No serían los últimos. Se calcula que en ese lugar terrible perdieron la vida unas 150.000 personas, víctimas de la barbarie nazi.

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