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Montaigne o la modernidad

Michel de Montaigne (1533-1592), que tenía bonito hasta el nombre, es un autor que representa la modernidad, y hasta la actualidad.La Historia de la Filosofía no

Michel de Montaigne (1533-1592), que tenía bonito hasta el nombre, es un autor que representa la modernidad, y hasta la actualidad.

La Historia de la Filosofía no es más ni menos que la ampliación y profundización de las ideas expuestas por los misteriosos presocráticos, hasta que Sócrates hace un compendio de todo y de nada. Así, ni Platón ni Aristóteles hubieran existido sin Sócrates. Sin ellos, el pensamiento especulativo posterior y la metafísica, no tendrían la dimensión que alcanzaron.

Montaigne no es tan sólo un hombre de reflexión. Es también un hombre de acción, y hasta un político reclamado por su rey y para su disgusto, en una época en la que Francia y Europa se debatían en sangrientas guerras religiosas originadas por el cisma que supuso la Reforma.

Montaigne no es un pensador. No es un filósofo según el canon. Es algo mucho más (o mucho menos), y gracias a su hallazgo formal, será un escritor mucho más influyente y más leído que cualquier otro. Es el gran orgullo de Francia, como lo son Cervantes para España, Shakespeare para Inglaterra, Dante para Italia y Goethe para Alemania.

Por primera vez en la Historia de la Literatura aparece la palabra Ensayo. No en vano, es Montaigne quien la descubre, y he aquí su fenomenal y definitivo hallazgo formal y estético. En sí misma, la palabra ensayo sugiere la palabra intento, aproximación. Es lo que siempre hace Montaigne: ensayar, intentar, desde una admirable modestia epistemológica.

Quien se acerque a Montaigne se quedará maravillado ante la inquietante coincidencia de sus propios pensamientos y los del inmortal francés. De alguna manera, Montaigne ya dijo todo sobre lo que todo se puede decir

La modestia de Montaigne no es falsa, no es impostada, como ocurre a veces con tantos pensadores que les puede una irreprimible soberbia intelectual,y se escudan y ocultan en un lenguaje irritantemente oscuro y obtuso: no es que las ideas que expresan sean demasiado complejas para el normal entendimiento. Simplemente es que no saben escribir bien en su propio idioma, como le ocurría a Kant. Grandes pensamientos para un idioma alemán horroroso y casi ilegible.

Al contrario, Montaigne duda de todo. Duda sin falsa modestia de su memoria, cuando pocas veces se ha visto que un hombre supiera de memoria millares de citas, todas ellas en latín, todas ellas de escritores romanos, a veces inspirados por los clásicos griegos.

No en vano, la primera lengua materna de Montaigne fue el latín clásico y académico, en una época ya tardía en la que, si el que sabía latín era tan sólo latín vulgar, una adulteración y degeneración del latín primigenio, puro y ortodoxo.

Gracias a su dominio del latín, Montaigne escribe de una forma muy estructurada. Primero describe sus pensamientos, para luego apuntalarlos con las cita de un clásico latino (o griego), y no por afán de pedantería. No. Lo hace porque quiere paliar la inseguridad de sus ideas. La duda en Montaigne es sincera, como en su muy admirado Sócrates. Necesita el báculo de los grandes pensadores clásicos para convencerse y convencer al lector.

Entronca Montaigne con la escuela estoica y hasta epicúrea. De hecho, sus Ensayos estuvieron bajo el punto de mira de la Inquisición, por considerarlo un autor cristiano pero demasiado pagano. Montaigne se asustó antes las veladas amenazas de tan terrible institución, y tuvo que escribir un larguísimo Ensayo (Apología de Ramón Sibiuda) en su propio descargo, acaso uno de sus peores, por estar escritos sin el corazón y sin la convicción de sus verdaderas ideas.

No hay asunto sobre el que no escriba Montaigne. Nada escapa a su observación, y mucho de los temas de sus Ensayos son cotidianos y hasta costumbristas.

Casi todo sobre lo que escribió Montaigne es actual y moderno. Da igual el tema, pero es capaz de pasar de la anécdota, ilustrarnos con alguna acertada cita clásica, y convertir lo contingente y anecdótico en categoría universal e intemporal. Si escribe sobre la tristeza, la ociosidad, la firmeza, la cobardía, el miedo, la pedantería, la amistad, la moderación, la soledad, la edad, la embriaguez, la crueldad, la gloria, la virtud, la ira, la vanidad o la experiencia, comprobamos que sus pensamientos son igual de aplicables y actuales en el siglo XVI que en el siglo XXI.

Lo excepcional de Montaigne no es tan sólo su estilo clásico pero cercano, como si de una confidencia se tratase. Lo insólito es su modernidad y actualidad. Quien se acerque a Montaigne se quedará maravillado ante la inquietante coincidencia de sus  propios pensamientos y los del inmortal francés. De alguna manera, Montaigne ya dijo todo sobre lo que todo se puede decir.

Para finalizar, escuchémosle en directo alguno de sus pensamientos:

Puesto que no puedo regular los acontecimientos, me regulo a mí mismo, y me acomodo a ellos si ellos no se acomodan a mí.

-Apéndice

Breve reseña biográfica:

Michel de Montaigne nació en Burdeos el 28 de Febrero de 1.533, y falleció el 13 de Septiembre de 1592. De familia de origen español judeoconversa, tuvo una posición económica y social privilegiada. Su padre fue alcalde de Burdeos.

Su primera lengua materna fue el latín, y sólo aprendió el francés cuando lo hubo dominado por completo. Esta circunstancia sería determinante en su formación y más tarde en su tarea como escritor, puesto que sus fuentes serían esencialmente latinas.

Sin gran vocación para ello, se dedicó a la política, bien como asesor de los reyes Enrique III y Enrique IV, o finalmente como alcalde de Burdeos, y siempre manteniendo una actitud de concordia y tolerancia en las disputas religiosas entre católicos y protestantes, lo que mereció la mirada sospechosa de la Inquisición.

Su obra casi única y fundamental son los Ensayos, en los que de una manera muy personal y desenfadada escribe sobre los más diversos temas, y casi siempre citando a clásicos latinos y griegos. Su influencia en la literatura, pensamiento y filosofía posteriores fue enorme. Y, sobre todo, inauguró un nuevo género literario, el ensayo.

Cinco citas:

Yo confío fácilmente en las palabras de los otros. Pero difícilmente lo haría si les diera a entender que lo había hecho más por desesperación y falta de valor que libremente y por confianza en su lealtad.

La nuera de Pitágoras decía que la mujer que se acuesta con un hombre debe quitarse la vergüenza a la vez que la falda, y recuperarla con las enaguas.

Censurar en otros mis propias faltas no me parece más contradictorio que censurar, como hago a menudo, las de otros en mí. Hay que denunciarlas allí donde estén y arrebatarles cualquier refugio.

El orgullo y la curiosidad son los dos azotes de nuestra alma. Ésta nos lleva a meter la nariz en todo; aquél nos impide dejar nada sin resolver ni decidir.

Dice Epicuro que ser rico no alivia sino cambia las necesidades. En verdad, no es la escasez, sino más bien la abundancia es lo que produce la avaricia.

Breve bibliografía:

Recomendamos dos ediciones en castellano para leer los Ensayos de Montaigne, ambas muy bien traducidas, ediciones críticas y con buenos prólogos. La primera, en formato y precio de libro de bolsillo y en dos volúmenes, de la colección Cátedra. Letras Universales. La segunda, la maravillosa edición de la Editorial Acantilado en un solo volumen de más de 1.700 páginas. También en Acantilado, la breve biografía/ensayo de Stefan Zweig.

*Boswell, apasionado de la literatura y del Pensamiento, es abogado y reside en Madrid

Michel de Montaigne (1533-1592), que tenía bonito hasta el nombre, es un autor que representa la modernidad, y hasta la actualidad.