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¿De qué coj... escribimos si acaba la crisis?
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Juan Soto Ivars

España is not Spain

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¿De qué coj... escribimos si acaba la crisis?

Esto es así: el paro ha bajado en términos relativos gracias a la intercesión de Nuestro Señor Jesucristo y la Santa Virgen María (lo que los

Esto es así: el paro ha bajado en términos relativos gracias a la intercesión de Nuestro Señor Jesucristo y la Santa Virgen María (lo que los descreídos en milagrería llaman “repunte del empleo en sector servicios por el turismo estacional de Semana Santa”). Pero la cosa es peor de lo que parece: también ha bajado el paro en términos absolutos con unos 50.000 currantes más. Lo habitual durante los últimos años era que se destruyeran unos 30.000 trabajadores en abril, PAM, PAM, PAM, en plan La jungla de cristal. Esta inversión de las gráficas hace sospechar lo que todos los columnistas tememos: un peligro letal amenaza a la crisis económica.

Noticias de cariz positivo provocan la inquietud en la profesión. Los tiempos de la Gran Estafa han sido una barra libre para los opinadores, que nos multiplicamos en diarios y tertulias televisivas como los virus del sida en tiempos de la heroína. La actualidad político-social era un centro comercial de pobrezas y desatinos donde el columnista y el tertuliano entraban en tropel como las señoras el primer día de rebajas. Todos queríamos agarrar el tema fetiche del día antes que los demás, no sea que luego fuéramos todas vestidas igual por la calle y a la otra le quedase mejor la falda.

La edad de oro del despotriquismo ilustrado español coincidió con la crisis, pese a las catástrofes cretácicas que sacudieron a los medios de comunicación. Pero mañana... mañana repunta la economía y sólo sobreviven los virtuosos, los capaces de escribir hasta del vuelo de una moscarda que vuelven interesante hasta la peripecia vital de una bacteria del bocio.

Los tiempos de la Gran Estafa han sido una barra libre para los opinadores, que nos multiplicamos en diarios y tertulias televisivas como los virus del sida en tiempos de la heroína

Hay una escena graciosa en el final de Watchmen: los superhéroes terminan con la Guerra Fría, el mundo es un pazo sin peligros y los periodistas entran en vías de extinción. Ah, compañeros, llega el asteroide y no han hecho falta superhéroes. ¡Al final la crisis la podía arreglar hasta la tropa de politicastros inútiles lacayos de Bruselas! A más trabajadores, más consumo. A más consumo, más ocio. A más ocio, más bienestar. A más bienestar, menos ganas de leer las malas noticias de la prensa.

El homo sensum (en sermo vulgaris, opinador) tendrá que importar sus temas de países extranjeros donde la gente sigue matándose como es de ley. Pero va a ser duro tener que aprenderse el nombre de tanta capital remota y de tanto general estrambótico. ¿Ustedes se han parado a pensar en la manía que tienen los extranjeros de ponerse nombres raros? Lo hacen a mala hostia: conocí a una búlgara llamada Svetlana Valeva. Dirán ustedes que pobre, bastante desgracia tiene, que allí en Bulgaria no conocerán nombres normales y tendrán que bautizar a las pobres criaturas con estos jeroglíficos. ¿Hola? ¡La capital de Bulgaria se llama Sofía!

Y la cosa es grave porque el opinador celtíbero queda mal cuando intenta lucirse con un tema bélico internacional. Hay quien le dice: si usted no sabía anteayer poner el dedo en el lugar que ocupa Donetsk en el mapa. Otro añade: ¡si usted creía que Donetsk era Donete en ruso! Y en general, a estos acusadores hay que darles la razón.

Pero entre el jolgorio de lamentos de los tertulianos, tormento que no trasciende a la opinión pública pero se palpa entre las bambalinas de las cadenas de televisión, surge una voz calmada, taimada, segura de sí misma:

– Cabe preguntarse sin histerias: ¿realmente está terminando la crisis?

Y la respuesta nos hace respirar con alivio:

– ¡Ni de coña! ¡Hurra!

El 'homo sensum' (en 'sermo vulgaris', opinador) tendrá que importar sus temas de países extranjeros donde la gente sigue matándose como es de ley. Pero va a ser duro tener que aprenderse el nombre de tanta capital remota y de tanto general estrambótico

El paro baja, pero sube el empleo basura, y se han puesto en los cimientos del Estado del bienestar unas cargas de dinamita difíciles de desactivar. ¿Corto el cable rojo o el azul? Pues parece que es lo mismo: los políticos celebran las cifras, pero el ciudadano está hasta el gorro de ellos y de sus tejemanejes. El bipartidismo, modelo parlamentario desde tiempos de Cánovas y Sagasta, se diluye como se disolvió la confianza ciudadana.

Hay voces que aluden a la posibilidad de una Gran Coalición en el futuro, de una amalgama de PP y PSOE con el beneplácito de las empresas fuertes del Ibex 35, lo que sería ya la puntilla a la democracia y una fuente de temas para los columnistas del mañana. Y entretanto, la corrupción sigue perdiendo prendas como en una partida de póquer cachondo: cada día se descubre un mangoneo nuevo y queda nuestro emperador un poco más desnudo. ¡Que corra el cava! (que el tema de Cataluña y España dará qué hablar).

Podemos estar tranquilos los opinadores. La ciudadanía española se enfrenta a una recuperación que tiene un tinte gris de posguerra. Si algo sabemos es que sólo hay una cosa más mentirosa que nosotros mismos: el dato. Y aunque los datos dan pábulo al partido gobernante, a este país sólo lo saca de la crisis verdadera, de la crisis política e institucional, de la crisis de la precariedad, que es la nueva que nos espera, una casta de superhéroes que no ha hecho, todavía, acto de presencia.

– ¡Ni falta que hacen!

Esto es así: el paro ha bajado en términos relativos gracias a la intercesión de Nuestro Señor Jesucristo y la Santa Virgen María (lo que los descreídos en milagrería llaman “repunte del empleo en sector servicios por el turismo estacional de Semana Santa”). Pero la cosa es peor de lo que parece: también ha bajado el paro en términos absolutos con unos 50.000 currantes más. Lo habitual durante los últimos años era que se destruyeran unos 30.000 trabajadores en abril, PAM, PAM, PAM, en plan La jungla de cristal. Esta inversión de las gráficas hace sospechar lo que todos los columnistas tememos: un peligro letal amenaza a la crisis económica.

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