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Diez motivos por los que los titulares como este amenazan el periodismo
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Juan Soto Ivars

España is not Spain

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Diez motivos por los que los titulares como este amenazan el periodismo

La lista de las plagas de Egipto me parece incompleta si no incluye a los comerciales de las ONG que acechan por la calle e interrumpen

La lista de las plagas de Egipto me parece incompleta si no incluye a los comerciales de las ONG que acechan por la calle e interrumpen las cavilaciones de los paseantes, a los mormones que llaman al timbre e insisten en mostrar la escalera a los cielos en pleno rellano (personas que irán al infierno, porque para mí el infierno es un sitio lleno de mormones) o los titulares que ahora están tan de moda, como el que he elegido para esta columna.

Titulares que cada vez se dejan ver más en los periódicos serios porque tienen un éxito tremendo entre el rebaño lector, y que han invertido la tortilla de las acusaciones de sensacionalismo. Antiguamente, el sensacionalismo era culpa del director del medio y de los gacetilleros sedientos de sangre. El lector de chaqueta y corbata, siempre sentencioso, tenía derecho a señalar a los trabajadores de los medios de comunicación, a afearles la labor, a quejarse de la deriva morcillera de la información. Pero si internet tiene algo bueno es que convierte en transparencia la chaqueta y la corbata y pone a cada cual en su lugar. En la sección de noticias más leídas de todos los medios de comunicación queda demostrada la elección de los lectores. No sólo está desnudo el emperador, sino que además la tiene pequeña.

Hace cosa de un año que acudo a las listas de noticias más leídas de todos los medios de comunicación a diario, como un médico acude a los sobacos para comprobar la temperatura de sus pacientes. La profusión de titulares tuiteros tipo “Las quince baladas cursis que escuchas a escondidas” es asombrosa. En la práctica, estos titulares encabezan noticias fáciles de digerir, curiosas, caprichosas, con una lista de elementos arbitrarios en su interior. Suelen dirigirse al pobre lector de tú con ademanes de prestidigitador. Son, para entendernos, una invasión de la autoayuda y una invasión del espíritu Twitter en el periodismo. Dicen al lector lo que deberían pensar sobre cualquier tema, muestran colecciones de objetos que el lector no podrá permitirse o despiertan sensaciones perfectamente resumibles en emoticonos. Como en la canción de los Ganglios:

Si algo te hace gracia pones LOL. Si no lo entiendes pones What-The-Fuck.

Bien. Cada vez que leo uno de estos titulares, veo las intenciones que se ocultan detrás. Todas y cada una de estas noticias se pueden leer así:

“Diez excusas para que hagas subir las visitas de nuestro periódico.”

O:

“Quince motivos para que nos compartas en Twitter.”

Y conste que yo mismo comparto a veces estas noticias. Las hay curiosas, las hay divertidas e incluso las hay interesantes. “Quince palanganas rococós que no podrás dejar de mirar.”

Pero canibalizan. En este momento veo los primeros síntomas de una histeria de risa colectiva que ensordece informaciones importantes. Se habla mucho de cortinas de humo para que no pensemos, para que no estemos atentos, para que nos la cuelen, y luego contribuimos con nuestros retuiteos de noticias tipo lista a levantar la cortina de humo más colosal que se le ha puesto delante al periodismo. La dictadura del visitariado lleva las riendas de los medios digitales.

–Cochero, lléveme a ver los cuarenta y cinco orgasmos más peludos de la Patagonia.

–Pero oiga, que en Ucrania hay guerra.

–Bien, lléveme pues a las quince heladerías más chic de Kiev.

–Señor, llévame pronto.

Ahora, vayamos a la sección de “más leídas del día.”

Los medios son ecosistemas al servicio de la información. En cada zoológico hay rinocerontes cavilosos y simpáticos chimpancés. El problema, actualmente, es que el público está sobrealimentando con cacahuetes de Twitter a los chimpancés y algunos rinocerontes, antiguos, grises e importantes, se ven obligados a hacer monerías.

Hay días en que la noticia más importante para la vida ciudadana pasa inadvertida, soterrada bajo una avalancha de “las diez avalanchas más catastróficas de Mesopotamia.” Un viejo debate en el periodismo es dónde establece cada medio la línea entre dar al público lo que quiere, para recibir a cambio dinero en forma de publicidad, e informar al público sobre los asuntos cruciales. Quiero pensar que los lectores, pese a la muchedumbre curiosa que protagonizan en torno a las noticias intrascendentes, siguen esperando de nosotros lo otro: lo gris, lo aburrido y lo que por regla general tiene la facultad de amargarnos el día.

Y no pido que los veintiocho chimpancés más ágiles del zoo sean exterminados, a mí también me divierten. Pero, como lector, sigo prefiriendo que un medio me fastidie la tarde con una información imposible de titular de la forma en que hoy he titulado esta columna para que usted la lea.

La lista de las plagas de Egipto me parece incompleta si no incluye a los comerciales de las ONG que acechan por la calle e interrumpen las cavilaciones de los paseantes, a los mormones que llaman al timbre e insisten en mostrar la escalera a los cielos en pleno rellano (personas que irán al infierno, porque para mí el infierno es un sitio lleno de mormones) o los titulares que ahora están tan de moda, como el que he elegido para esta columna.

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