Es noticia
Fernández Díaz, mañana en el Parlamento piensa en mí
  1. Sociedad
  2. España is not Spain
Juan Soto Ivars

España is not Spain

Por

Fernández Díaz, mañana en el Parlamento piensa en mí

Es posible que mañana la respuesta tangencial se le quede pequeña. Se le llenará la cabeza con las intimidades que le contó Rato y usted, que es tan decente, luchará por mantener la discreción

Foto: El ministro del Interior, Jorge Fernández Díaz. (EFE)
El ministro del Interior, Jorge Fernández Díaz. (EFE)

Ay, don Jorge, don Jorge...

Mañana se verá usted en el tedio de responder a preguntas inoportunas. Querrán saberlo todo sobre su reunión con Rato, querrán meter sus narices en los recovecos de su amistad, de su relación cordial, de su (rellénese la línea de puntos) con Rodrigo Rato.

Yo quiero enseñarle dos técnicas que siempre funcionan en estos bretes.

La primera se basa en salir con gracia por la tangente. Vaya por delante que yo le creo, las explicaciones que dio en su comunicado me parecen suficientes. Pero déjeme decirle que la Virgen no le va a dar una respuesta porque a ella nunca la cuestionan. ¿Cómo comportarse mañana, por dónde salir? Tiremos del Conde Lucanor, que brille el exemplo: en la facultad de Filosofía de Valencia daban una charla de puertas abiertas y acudió un tropel de personas mayores por ver si el catedrático les desenmarañaba la hermenéutica. En un momento dado, el ponente recitaba los versos de Santa Teresa de Ávila, “vivo sin vivir en mí / pues tan alta vida espero / que muero porque no muero”, y una señora mayor, creyendo que le ponían un acertijo, se levantó y gritó:

–¡La gallina!

Pero es posible que mañana la respuesta tangencial se le quede pequeña. Se le llenará la cabeza con las intimidades que le contó Rato y usted, que es tan decente, luchará por mantener la discreción.

A los ciudadanos ya no les mosquea que les roben, que les mientan o los manipulen. Se han acostumbrado

Es comprensible. Dos hombres, dos horas en un despacho, tienen tiempo para mucha confidencia. ¿Igual algún diputado se cree que se metieron mano ahí dentro? Si no, no me explico tanta insistencia.

Le preguntarán como una novia celosa:

–¿Quién era?

–Nadie.

–¿Quién era?

–Era mi madre.

O harán como el niño que oye a sus padres murmurar el coito de la noche pasada:

–¿De qué habláis?

–Nada, a dormir.

–¿De qué habláis, de qué, mamá?

Porque la sabiduría hace meandros como una serpiente de plata. A los ciudadanos ya no les mosquea que les roben, que les mientan o los manipulen. Se han acostumbrado y los hay que hasta les mola, pero se han vuelto muy exigentes. Ya no les sirve Melies, quieren ir a ver buenas explosiones: esperan que el robo venga con espectáculo, como en El golpe; que la mentira esté bien atada como las de Tony Soprano; que la manipulación sea un espectáculo sofisticado digno de Alfonso Cuarón.

Así que no puede ser que lo pillen a usted reunido con Rato y haga como el marido que balbucea “no es lo que parece” con los calzoncillos por los tobillos y una puta muerta en la cama. Su situación no es menos peliaguda, pero aquí va la segunda estrategia.

Provocará usted el asombro de los parlamentarios y, tras una pausa, se escucharán las risas en las bancadas

Cuente usted una mentira absurda e incoherente, hinchadísima; una historia de thriller tan enrevesada que nadie pueda creérsela. Cuénteles (se me ocurre) que primero se disculpó ante Rato por el trato que le dispensaron los policías de aduanas. Dígales que le pidió disculpas por la mano del poli en el cogote como si usted fuera el responsable de aquella tropelía.

Esto los dejará mudos y usted podrá dar otro salto al absurdo: añada que Rato aceptó las disculpas, pero que usted aún se sentía en deuda y quiso hacerle algún favorcillo. Diga que determinaron que Rato quedará fuera del partido y no hará como Bárcenas, que no mandará a la prensa su información privilegiada, y diga que a cambio Rato le pidió demasiados favores y que usted intentará cumplir sólo con una parte.

No tenga miedo. Son mentiras tan absurdas que sólo crearán asombro. No las creerá ni el tuitero más ingenuo de toda la red. Provocará usted el asombro de los parlamentarios y, tras una pausa, se escucharán las risas en las bancadas.

Todo quedará en broma. El agua seguirá corriendo de camino al sumidero.

Ay, don Jorge, don Jorge...

Rodrigo Rato