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Rajoy y la Campos: apoteosis de gerontofilia electoral
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Juan Soto Ivars

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Rajoy y la Campos: apoteosis de gerontofilia electoral

El resultado de la visita del presidente a Telecinco fue una explosión termonuclear de ranciedad. Allí sólo faltaba la mesa camilla con el brasero para que pudieran abrigarse y pasar la tarde calentitos

Foto: Rajoy, durante la entrevista realizada por María Teresa Campos.
Rajoy, durante la entrevista realizada por María Teresa Campos.

Este último fin de semana de campaña, Rajoy dejó el dominó, el chinchón y las siete y media; es decir, aparcó su periplo por asilos y tanatorios, y se fue a visitar a la Campos. El resultado fue una explosión termonuclear de ranciedad. Allí sólo faltaba la mesa camilla con el brasero debajo para que pudieran abrigarse las piernas con el mantel y pasar la tarde más calentitos. ¿Qué es lo que vimos? ¿Cómo encajarlo? Si Berlanga se levantara de la tumba no podría soportarlo y cambiaría de canal. Pero fue valioso, una imagen premonitoria: las estadísticas anuncian que España lleva camino de convertirse en un país cubierto de reuma y autobuses del Imserso, es decir: un país a imagen y semejanza del programa de la Campos.

Televisivamente, Rajoy y Sánchez se han pasado la campaña de visita en casas de parientes pesados como si buscasen aguinaldo. Primero, la cocina del tito Bertín y una sesión de cuñadismo político, y más tarde el salón comedor de la Campos, donde creímos que serían entrevistados pero acabaron soplando caldo de gallina. La suerte de que nos manden a votar es que no va a entrevistarlos Juan y Medio.

Consejos de abuela y una ensalada de mentiras, variada como la bandeja de turrones, se sucedieron en un ambiente de pasillo de ambulatorio

-¿Y qué tal le fue a tu chico con la tita María Teresa?

Pues supongo que lo más interesante ocurrió mientras daban los anuncios. Imagino que la Campos sacaría el álbum de tapa dura y le enseñaría al presidente las fotos de cuando era joven y tenía tipín. Dios mío. Casi puedo ver a Rajoy preguntándole quién es ésa, esa mujer tan guapa, tan bien vestida y tan prudente, y una Campos sonrojada que contesta: pues la que tienes delante, zalamero. La entrevista emitida también discurrió así.

Cuando la Campos le dijo que iban a entrar en temas difíciles, lo que hizo fue leerle las propuestas de los adversarios para que Rajoy pudiera llamarlos ingenuos. Sin embargo, pese a esta dieta blanda de preguntas, la nula capacidad de razonamiento abstracto de nuestro presidente le obligó a decir cosas de este jaez: “Como ha quedado claro, el resto de fuerzas políticas tienen propuestas muy diferentes entre sí, lo que no deja de ser extraño”. A continuación regresó al triunfalismo, y fue como si se quitase los zapatos y metiera los pies en unas pantuflas. Añadió Rajoy que Pedro Sánchez había hecho mal en asistir al debate a cuatro, ese que vimos nueve millones de españoles, y la Campos consideró que Sánchez se había rebajado. Les faltó añadir que quien se acuesta con niños mojado se levanta. También pasó que la Campos habló de educación, y estaban los primeros maristas revolviéndose en sus tumbas.

Total: una charla de ganchillo y calceta, pesada como una manta, que empapó mi casa de tufo a Heno de Pravia. Refranes cruzados, consejos de abuela, suspiros y tópicos de España, y una buena ensalada de mentiras, variada como la bandeja de los turrones y las peladillas, que se sucedieron en un ambiente general de pasillo de ambulatorio.

Una viejunez agónica, sin gloria, sin sabiduría. Me hubiera gustado decir que la juventud brilló por su ausencia, pero la Campos tiene a sueldo a unos muchachos que cantan como si los acabaran de sacar de un karaoke. Los llamó al plató y le dedicaron a la mujer de Mariano una versión del 'Te quiero, te quiero' de Nino Bravo, dolorosa como una subida de ácido úrico, que dio a Rajoy la oportunidad de explayarse con una crítica musical que ni en la Mondo Sonoro:

-Lo han hecho estupendamente. Esta es una canción de 1970. Fantástica.

La conclusión de Rajoy fue que hay que hacer las cosas bien, y la Campos le respondió con un esperanzado “Dios le oiga, presidente”, y lo llamó buena persona y le deseó lo mejor. Y a continuación, el cuarteto de jóvenes, que deben de ser niños de San Ildefonso mutados en un laboratorio, cantó 'Ojalá que llueva café en el campo'. El tema lo había elegido Rajoy, tal vez para honrar a la Campos.

Una lluvia de café es la única esperanza de España si vuelve a ganar este PP.

Este último fin de semana de campaña, Rajoy dejó el dominó, el chinchón y las siete y media; es decir, aparcó su periplo por asilos y tanatorios, y se fue a visitar a la Campos. El resultado fue una explosión termonuclear de ranciedad. Allí sólo faltaba la mesa camilla con el brasero debajo para que pudieran abrigarse las piernas con el mantel y pasar la tarde más calentitos. ¿Qué es lo que vimos? ¿Cómo encajarlo? Si Berlanga se levantara de la tumba no podría soportarlo y cambiaría de canal. Pero fue valioso, una imagen premonitoria: las estadísticas anuncian que España lleva camino de convertirse en un país cubierto de reuma y autobuses del Imserso, es decir: un país a imagen y semejanza del programa de la Campos.

Mariano Rajoy María Teresa Campos