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Juan Soto Ivars

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Políticos y prensa, pelea de putas

Que haya salido Pablo Casado a defender la independencia de la prensa es sintomático del grado de ridículo que ha alcanzado la polémica

Foto: El secretario general de Podemos, Pablo Iglesias (d), y el secretario de Organización, Pablo Echenique. (EFE)
El secretario general de Podemos, Pablo Iglesias (d), y el secretario de Organización, Pablo Echenique. (EFE)

En los últimos días hemos entrado todos como el ganado por el redil que abrió Pablo Iglesias. En el enésimo debate sobre los medios de comunicación, se ha mezclado todo. Las buenas críticas se han confundido con la propaganda de todos los partidos, encantados de señalar a los demás con cierto grado de justificación. Que haya salido Pablo Casado a defender la independencia de la prensa es sintomático del grado de ridículo que ha alcanzado la polémica. El caos de las churras y las mentiras, la macedonia de acusaciones justas e injustas ha sido tan grande que merece la pena recapitular en cuatro párrafos. ¿Qué ha pasado aquí? Díganme si me equivoco:

El día en que Unidad Editorial masacra a la redacción de 'El Mundo' con un ERE abominable, Iglesias señala a un periodista de ese medio, que cobra cuatro duros, y lo usa como palanca para quejarse de que la prensa trata mal a su partido. Sabe Iglesias que, al personalizar su ataque en un pobre redactor, la reacción del gremio va a ser virulenta. Quiere abrir un debate a la manera en que nos tiene acostumbrados: primero el ruido, la fiesta; después el duelo y la reflexión. Quiere sacar, como todo político, la máxima rentabilidad a un estado transitorio de cabreos cruzados.

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Desde el minuto uno se suceden artículos: de un lado los gremialistas, categoría en la que entro yo, cegado por el mosqueo, y de otro los que llamaré podemistas, no porque sus autores sean necesariamente afiliados a Podemos, sino porque entran al debate exactamente por donde Pablo Iglesias espera. Así, se publican cientos de artículos contra Podemos por hacer una crítica que tiene su parte de verdad, y unos pocos artículos que, sin defender a Pablo Iglesias y admitiendo que “la ha cagado al personalizar”, arremeten contra la prensa y se recrean en el y tú más: ¿y el plasma, y la decapitación de Pedro J., y la colonización de TVE?

Quiere abrir un debate a la manera en que nos tiene acostumbrados: primero ruido; después la reflexión. Sacar la máxima rentabilidad a un estado de cabreos

Hay periodistas en España que son de vergüenza ajena, pero no podemos olvidar que la nuestra es una de las profesiones más castigadas por la crisis y la crueldad de los movimientos neoliberales. En términos generales, los periodistas cobran muy poco y se los obliga a trabajar infinidad de horas bajo amenaza velada o explícita de perder su puesto. Los hay, incluso, que están trabajando gratis. No es habitual que se les obligue a hablar mal de Podemos, por eso me sorprendió que Iglesias arremetiera contra ellos en lugar de defender sus condiciones de trabajo.

El caso es que, el primer día de polémica, se saca a colación un estudio que supuestamente condena a los medios españoles a la categoría de basura, pero que en realidad se centra en la percepción de los lectores sobre sus medios de comunicación. Estudio que, si se lee con atención, resulta impreciso y vago, pero que se tergiversa interesadamente por mucho que la crítica a los medios españoles sea más que pertinente.

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Como ve usted, señora, aquí todo se ha confundido más que Dinio en una orgía. ¿Quiere que hablemos del tratamiento de los medios a Podemos? De acuerdo: yo escribí hace meses un artículo que gustó mucho a la izquierda. Defendía al partido morado de la manipulación sistemática de una parte de la prensa. La columna se llamaba 'Podemos celebra ritos satánicos en sus sedes' y elegí ese titular engañoso para hacer caricatura de los millones de noticias que injurian a la formación. Manifestaba mi hastío, porque en un ambiente informativo tan hostil, cuesta mucho hacer una crítica sensata y razonable sin que inmediatamente te acusen de odio ideológico.

Eso sí: no hablaba en ese artículo del diario 'Público' e Hispan TV, uno colonizado por Podemos y otro directamente bajo su control, como tampoco han hablado estos días quienes critican a la prensa para defender a Pablo Iglesias. Omitir que Podemos influye en la prensa como cualquier otro partido, en la medida de sus posibilidades, es tan deshonesto como olvidar la sistemática manipulación del PP allá donde pone la pezuña. Es tan difícil encontrar una crítica contundente al PP en TVE o 'La Razón' como hallar una contra Podemos en 'Público' o Hispan TV.

En un ambiente informativo tan hostil, cuesta mucho hacer una crítica sensata y razonable sin que inmediatamente te acusen de odio ideológico

Quiero decir con esto que someter a los medios al escrutinio de la verdad merece la pena, pero que Pablo Iglesias no es quién para abrir el debate. Y si queremos hablar de la puta de la prensa, hay otro tema fundamental: ¿y los lectores?

¿Quieren los lectores, en general, una prensa crítica y razonable, o forman parte de las jaurías ideologizadas que solo buscan que les repitan su falsa verdad? El ascenso en lectores de 'OkDiario', un medio más amarillo que la bilis de Eduardo Inda, es sintomático, pero voy a centrarme en los estúpidos que retuitean cualquier titular sin haber hecho una simple lectura, porque resulta que, al segundo día de la polémica, Podemos recurría a esta manada.

Carlos Sánchez publicó ayer en este periódico una columna de opinión donde analizaba la deriva de los postulados de izquierdas hacia la socialdemocracia. La titulaba irónicamente 'Errejón al PSOE', y los todopoderosos tuiteros de Podemos generaron un 'trending topic'. Pablo Echenique hablaba de “noticia falsa” para referirse a un artículo de opinión que ni de lejos pretendía ser noticia. Bastaba con leerlo, que es más de lo que, por lo visto, se puede pedir a una masa creciente de lectores. Cuando yo escribí mi defensa de Podemos y sugerí en el titular que celebraban ritos satánicos, los mismos que ayer llamaban mentirosos a los periodistas se encargaban de aclarar que mi titular era irónico. ¿Por qué en esta ocasión interesó más confundir al personal? Porque Carlos Sánchez los criticaba y yo los defendía.

Omitir que Podemos influye en la prensa como cualquier otro partido es tan deshonesto como olvidar la manipulación del PP allá donde pone la pezuña

Si es cierto que muchas noticias han sido injustas con Podemos, no lo es menos que otras, en los mismos medios, desnudaban las vergüenzas del PP, CiU o el PSOE. Durante los cuatro últimos años, ha sido el trabajo de los periodistas el que ha permitido descubrir los tejemanejes de los poderosos.

También es cierto que hoy el periodismo está de luto y que no es culpa de Podemos. La fiscalía pide cárcel para Cruz Morcillo y Pablo Muñoz, periodistas de 'ABC' que destaparon grabaciones de Luis Bárcenas y a los que, por cierto, Pablo Iglesias no se ha dignado defender. Mientras tanto, la redacción de 'El Mundo' tiembla por culpa de las malas prácticas financieras de sus dueños. Hoy, Pablo abrazaba al periodista al que señaló. Cerraba con esta foto marketiniana la narrativa de tres días que le conviene, que va de la muerte a la resurrección, pero la película no ha terminado.

No quiero que este debate absurdo de tres días termine aquí. Ni sería justo para Podemos, ni lo sería para los periodistas y los lectores. Creo que todavía queda mucho que decir, aunque sé que mis palabras son de las que no gustan a esa gente que genera estados de opinión, y que no tiene el más mínimo interés por la moderación y la equidistancia.

En los últimos días hemos entrado todos como el ganado por el redil que abrió Pablo Iglesias. En el enésimo debate sobre los medios de comunicación, se ha mezclado todo. Las buenas críticas se han confundido con la propaganda de todos los partidos, encantados de señalar a los demás con cierto grado de justificación. Que haya salido Pablo Casado a defender la independencia de la prensa es sintomático del grado de ridículo que ha alcanzado la polémica. El caos de las churras y las mentiras, la macedonia de acusaciones justas e injustas ha sido tan grande que merece la pena recapitular en cuatro párrafos. ¿Qué ha pasado aquí? Díganme si me equivoco:

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