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Sin Gobierno no hay recortes en España
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Juan Soto Ivars

España is not Spain

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Sin Gobierno no hay recortes en España

España continúa sin formar Gobierno y, mientras tanto, Europa espera sentada a tener un conejito que asome las orejas para tirar de ellas con las dos manos al grito de ¡déficit!

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Casi todos mis amigos están fastidiados con la política. A unos les decepciona que el partido que votaron no haya conseguido formar Gobierno, a otros les aburre la incapacidad de nuestra clase política para dejar a un lado las diferencias porque esperaban un poco más de mesura y de prudencia. Las portadas de los periódicos de ayer se debatían entre estas dos visiones depresivas del mundo, el aburrimiento y la decepción, como si estos cuatro meses sin Gobierno no hubieran sido cuatro meses de respiro.

Está claro que el juego de palos que nos han vendido como juego de pactos era en realidad una precampaña masoquista. Al PP y al PSOE les hubieran bastado unos cuantos votos más para formar Gobierno con Ciudadanos, mientras que una alianza preelectoral de Podemos e IU les hubiera acercado al cacareado 'sorpasso', obligando al PSOE a elegir entre ellos o el PP. La aritmética de los escaños fue menos importante que la trigonometría de las líneas rojas partidistas. Todos querían unos pocos votos más.

Con los que les dimos, el PP aspiraba a gobernar y que los demás siguieran su batuta, es decir, quería prolongar su reinado con una mayoría absoluta asistida; el PSOE estaba dispuesto a cualquier cosa con tal de pintar de victoria su estrepitosa derrota electoral; Ciudadanos y Podemos demostraron que la nueva política es más vieja que el argumento de 'El perro del hortelano', que ni pacta ni deja pactar, y cada uno utilizó al pobre Sánchez como mejor le dictó su sentido de la estrategia.

Los votantes, entre tanto, boquiabiertos para soltar un berrido o para emitir un bostezo. Ahora cada cual puede excusar al partido que más le guste, pero el soneto de estrofas asonantes sigue siendo el mismo: España quiere pacto (C's), España quiere progreso (P's), España quiere cambio (PSOE), España quiere seguir por la senda de la recuperación (PP). Cuatro derivadas del cartel electoral. La prueba del electoralismo y de la falta de realidad de las propuestas es que ninguno de los partidos aludió a las exigencias de Europa, que son el horizonte tangible de la dura realidad.

Sin Gobierno constituido, la antigua Troika no ha podido dar directrices a España ni imponer nuevos recortes

Sin Gobierno todo ha seguido funcionando

En el desgobierno, España no se ha hundido más de lo que ya estaba. La bolsa funcionaba por su cuenta como una organización anarquista, las escuelas abrían, la policía perseguía a los cacos, los cacos perseguían bolsos, los jueces buceaban en legajos, los funcionarios funcionaban, las iglesias daban misa, las pescaderas vendían pescado, los vagos vagueaban y el futbolero miraba con un ojo la clasificación de Liga y con otro el sorteo de la Champions.

El suceso más importante en estos cuatro meses ha sido, precisamente, el que ha dejado de suceder: sin Gobierno constituido, la antigua Troika no ha podido dar directrices a España ni imponer nuevos recortes. De vez en cuando, bajo las toneladas de noticias estériles de la política española, aparecían alarmantes indicios de la deriva económica mundial. Alberto Artero, aka McCoy, iba dando el parte en este periódico. Sus artículos tomaban el pulso de la auténtica actualidad.

De esta forma, mientras los españoles demostrábamos nuestra insubordinación inmemorial, Europa esperaba sentada a que nos diera por formar Gobierno. Desde que vivimos en campaña electoral constante, se habla poco de nuestros verdaderos jefes, pero ellos solo quieren un dirigente español con nombre y apellidos, un conejito que asome las orejas para tirar de ellas con las dos manos al grito de ¡déficit!, que en esta democracia europea es la única palabra fundamental.

Las dos posibilidades son: una gran coalición o que Europa nos mande un tecnócrata

Un ataque a la defensiva

Pero hete aquí que, gracias a nuestros políticos cabezones e intransigentes, los españoles estamos consiguiendo rebelarnos contra la Unión Europea mucho mejor que Alexis Tsipras. Es paradójico, pero nuestros políticos nos defienden mientras se atacan. Nadie puede llamarnos al orden porque en nosotros no hay orden al que llamar.

Ayer me preguntaba un amigo argentino qué demonios pasaría con España si tras del 27-J les diéramos los mismos votos a los mismos partidos. ¿Quién puede responder a eso? Ayer hablaron los expertos y no se ponían de acuerdo. ¿Qué dijeron? Que a no ser que haya mayoría absoluta con la suma del PP y Ciudadanos o del PSOE y Ciudadanos, las dos posibilidades son: una gran coalición o que Europa nos mande un tecnócrata.

Pablo Iglesias sueña con ampliar su mayoría para someter al PSOE en busca del poder, no del Gobierno, porque sabe lo que le pasó a Tsipras. ¿Acaso importa? Las consecuencias serán las mismas gobierne quien gobierne: nuevos recortes, a no ser que los países del sur de Europa, incluida Francia, consigan hacer 'lobby' para replantear el panorama de austeridad. Y esto, vista nuestra capacidad negociadora, es algo que dudo mucho que podamos permitirnos soñar.

Casi todos mis amigos están fastidiados con la política. A unos les decepciona que el partido que votaron no haya conseguido formar Gobierno, a otros les aburre la incapacidad de nuestra clase política para dejar a un lado las diferencias porque esperaban un poco más de mesura y de prudencia. Las portadas de los periódicos de ayer se debatían entre estas dos visiones depresivas del mundo, el aburrimiento y la decepción, como si estos cuatro meses sin Gobierno no hubieran sido cuatro meses de respiro.

Izquierda Unida