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El polémico 'sketch' de José Mota: Necesitamos cómicos que no pidan perdón
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Juan Soto Ivars

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El polémico 'sketch' de José Mota: Necesitamos cómicos que no pidan perdón

Necesitamos cómicos valientes que no pidan perdón a no ser que alguien pueda demostrarles que han hecho daño con sus palabras y sus gestos

Foto: José Mota, en el especial de la Nochevieja 2015. (EFE)
José Mota, en el especial de la Nochevieja 2015. (EFE)

La semana pasada José Mota hizo una broma que le sentó mal a alguien. Esto no es raro: conozco a tanta gente con alergia a José Mota como con intolerancia a Pablo Motos. Son dos tipos que a mí, todo hay que decirlo, solo me provocarían risa si se cayeran por una escalera mecánica. Sin embargo, a Mota le reconozco el aguante y la longevidad: se habla mucho de Hurtado, pero él parece dispuesto a superarlo.

Su humor muere y renace entre lo infantil y lo chabacano y lleva muchos años haciendo lo mismo. Es de los que hacen reír a las señoras de voz aguda y a los niños. Aunque ya no me hace gracia, le tengo cariño por Bartolo, que era un personaje cegato, gangoso, retrasado y marica que estaba enamorado de Jesús Puente. De crío me partía con esos 'scketches'.

La cuestión es la siguiente: ¿podría José Mota interpretar hoy a Bartolo, con el que sacaba bilis cómica de tantos tópicos? Lo dudo, y supongo que Mota también se lo habrá estado preguntando en los últimos días. Se dio el baño bautismal en la palangana del humor televisivo cuando Martes y 13 triunfaban burlándose de las mujeres maltratadas, y desde entonces ha podido ver cómo la piel de los españoles adelgazaba, paradójicamente, a medida que los colectivos más vulnerables iban conquistando derechos.

Mota se acobardó y corrió a disculparse. Para mí, este es el único motivo por el que tendría que pedir perdón. Perdón a su gremio por ceder al chantaje de la ofensa

La semana pasada encarnó a un médico que regateaba el porcentaje de sinceridad con su paciente, un enfermo terminal al que tenía que informar del tiempo que le queda. A un telespectador con el sentido del humor enfermo de gastroenteritis le sentó mal: según él, Mota se estaba riendo de los enfermos terminales, conclusión tan equivocada como cansina. Repleto de esa energía y esa disposición tan propia de la gente con poca vida interior, el espectador ofendido elevó su queja a TVE. No estaba solo, no fue el único, pues los estúpidos tienen la capacidad de apiñarse como las bacterias.

Tras una polémica como de primero de educación especial, con las redes sociales al servicio de esas personas a las que nadie escucha en su casa, José Mota se acobardó y corrió a disculparse. Para mí, este es el único motivo por el que Mota tendría que pedir perdón. Perdón a su gremio por ceder al chantaje de la ofensa, por agachar la cabeza ante los enfadicas profesionales. A un gremio, recordemos, que últimamente llena titulares cada semana por motivos parecidos.

¿De qué se pueden hacer bromas sin que ningún vanidoso mediocre se dé por aludido? La gente la palma o es negra, persigue a señoras con cuchillos en la mano, tropieza con pieles de plátano, pierde el pelo por el cáncer, por la alopecia o por el estrés; la gente llora por tonterías y por catástrofes, naufraga en el mar o se duerme con la boca abierta en un autobús; la gente se emborracha más de lo debido o no bebe ni una caña, sostiene discusiones que no llevan a ninguna parte, la gente sufre, la gente es pobre, y el humorista tiene el deber de sacar una carcajada de cada uno de estos ámbitos de la existencia.

¿Por qué se ofendieron en esta ocasión? No porque la broma de Mota fuera especialmente mala, no por la insensibilidad del cómico; se ofendieron porque eran tan simples como para dar por supuesto que la intención del cómico era humillarlos a ellos o a algún ser querido. Se ofendieron por error, y por lo tanto Mota se disculpó por error.

¿Por qué se ofendieron? Porque eran tan simples como para dar por supuesto que la intención del cómico era humillarlos a ellos o a algún ser querido

Necesitamos cómicos valientes que no pidan perdón a no ser que alguien pueda demostrarles que han hecho daño con sus palabras y sus gestos. Las condiciones de vida de los enfermos terminales no empeoraron durante el 'show' de José Mota. Si una persona acompañaba a un familiar moribundo en la habitación del hospital y vio el programa por la tele, debería saber que no se sintió dolida por culpa de Mota, sino de su propia situación.

Escribo esto desde Kentucky, donde entre catas de 'bourbon' he tenido la oportunidad de hablar del tema con un defensor de los derechos de las minorías. Me dijo ayer que en EEUU lo políticamente correcto se ha convertido en una catástrofe, puesto que se han borrado las palabras que aluden a las realidades injustas. Personas con buena intención decidieron que era más fácil arreglar la representación que luchar por la justicia del mundo. Ahora vivimos en un mundo injusto donde ciertas cosas no se pueden llamar por su nombre sin que la energía se vaya en polémicas que no valen para nada.

Luego recordábamos juntos al músico Frank Zappa, que tuvo que enfrentarse durante su carrera con numerosos comités de políticos ofendidos por el contenido de sus canciones. El sarcástico Zappa siempre les recordó, con una sonrisa sardónica, que las armas con las que él disparaba no eran más que palabras. Es lo mismo que tendría que haber dicho José Mota.

La semana pasada José Mota hizo una broma que le sentó mal a alguien. Esto no es raro: conozco a tanta gente con alergia a José Mota como con intolerancia a Pablo Motos. Son dos tipos que a mí, todo hay que decirlo, solo me provocarían risa si se cayeran por una escalera mecánica. Sin embargo, a Mota le reconozco el aguante y la longevidad: se habla mucho de Hurtado, pero él parece dispuesto a superarlo.

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